
Descripción de Clarita, la serpiente albina 3c592k
Hoy 1 de marzo se celebra el Día de la Cero Discriminación y hemos querido conmemorarlo con este cuento de Antonio de Benito: “Clarita, la serpiente albina” una historia donde los animales nos muestran que las diferencias no deberían ser motivo de rechazo, sino de aprendizaje y convivencia. Para dar vida a esta narración, hemos escogido la delicadeza de “Spiegel im Spiegel” de Arvo Pärt, la emoción de “A New Beginning” de Audiomachine y el inconfundible ritmo de “África” de Toto. Esperamos que os guste, y si es así os suscribáis y le deis al ❤️ ¡Muchas gracias a todos! Y si tienéis alguna sugerencia o petición especial, no dudéis en arme. Me encantaría escuchar vuestras ideas y asegurarme de que todos disfrutéis tanto o más como nosotros creando los cuentos. Podéis enviarme un correo electrónico a: [email protected] 112c1n
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El bosque sin color, como su nombre indica, era el lugar al que mandaban ir a los animales albinos.
Los animales albinos tenían diferente piel, mucho más blanca que el resto de su especie.
También su pelaje era blanco o de colores pálidos y el color de sus ojos muy claro.
Algunos tenían problemas en la vista y en la piel y debían protegerse del sol adecuadamente.
El bosque sin color se situaba en el extremo de Paraíso Tanzania, donde el rey Manulas Leónides, un 1 de marzo, presidía el Consejo de Animales.
«Hemos decidido que Clarita», comenzó diciendo el león, «la serpiente silbante, que acabamos de enterarnos que es albina, tendrá que despedirse y marcharse de Paraíso Tanzania.
La ley debe cumplirse para todos».
Y dicho esto, Manulas Leónides rugió con fuerza dictando sentencia.
El resto de animales asintieron y se despidieron de Clarita que, reptando suavemente, se dirigió hasta el bosque sin color.
«No es justo», dijo Clarita nada más llegar y encontrarse con Pico Rosita.
Pico Rosita era una paloma completamente blanca, de ojos pálidos y el color rosa clarito.
«Creen que somos diferentes, que tenemos algún extraño poder y por eso no podemos vivir en el poblado», le respondió Pico Rosita.
«¡Jo! Pero es que ni es justo ni tiene explicación lógica», exclamó la serpiente Clarita.
«Pero es la ley de Paraíso Tanzania», le dijo con resignación Pico Rosita.
«Pero no puede ser un paraíso con esta ley tan injusta y que nos discrimina.
¿Lleváis mucho tiempo viviendo aquí apartados de los demás?», quiso saber Clarita.
«Toda la vida, te acostumbrarás pronto».
Blanca, la elefanta albina, apareció para dar la bienvenida a la serpiente recién llegada.
«Tranquila Clarita, lo mismo nos ha pasado a todos los albinos.
Vayamos al lago, hace poco tiempo llegó el pez limpiafondos».
Al llegar al lago, el pez limpiafondos les saludó desde el fondo.
Vivía allí porque no le podía dar la luz.
Clarita miró el reflejo del pez en el agua y también el de sus acompañantes, Pico Rosita y la elefanta blanca, y entonces dijo «Somos albinos, todos somos diferentes, pero no es justo que nos digan dónde tenemos que vivir.
Y si no nos revelamos ante esta situación, ni siquiera los que viven en Paraíso Tanzania serán felices».
Al escuchar esto, todos permanecieron en silencio un momentito hasta que se miraron y, como si se hubieran puesto de acuerdo, cada uno emitió su grito.
La elefanta blanca barritó con su trompa blanquecila.
Pico Rosita arrulló con fuerza abriendo mucho su pico rosa.
El pez limpiafondos dio un gran salto y chapoteó por la superficie de las aguas plateadas del lago.
Y Clarita silbó con fuerza hirgiéndose sobre uno de los árboles blancos.
La sinfonía de aquel grito provocó que el cielo se oscureciera sin ser todavía de noche.
El sol se difuminó de las alturas y las sombras cubrieron el bosque sin color.
Esa repentina oscuridad también llegó hasta Paraíso Tanzania.
Las plantas dejaron de hacer la fotosíntesis por ausencia del sol y los animales se sintieron cada vez más desorientados.
Pasaron muchas horas y todos esperaban que amaneciera, pero no lo hacía.
Las luciérnagas se reunieron junto al consejo de animales y el rey Manulas Leónides tomó la palabra.
«Si no se hace pronto de día, todos pereceremos.
Algo debemos hacer, apenas podemos ver nada.
Ni siquiera el búho real sabe lo que ocurre en esta eterna oscuridad».
Los animales discutían y proponían remedios, pero sin llegar a ninguna conclusión.
Clarita reptó sigilosamente y se acercó a escasa distancia del consejo de animales.
Tras la serpiente iban el resto de animales albinos, encabezados por Elefanta Blanca y la paloma Pico Rosita.
Cuando los animales albinos pudieron escuchar los lamentos del rey Manulas Leónides.
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