Las Palabras Perdidas Hector Abad- El Olvido Que Seremos. 4yh4j

Yo quería a mi papá con un amor que nunca volví a sentir hasta que nacieron mis hijos.

Cuando los tuve a ellos, los reconocí, porque es un amor igual en intensidad, aunque distinto, y en cierto sentido opuesto. Yo sentía que a mí nada me podía pasar si estaba con mi papá, y siento que a mis hijos no les puede pasar nada si están conmigo. Es decir, yo sé que antes me haría matar, sin dudarlo un instante, por defender a mis hijos, y sé que mi papá se habría hecho matar, sin dudarlo un instante, por defenderme a mí.

La idea más insoportable de mi infancia era imaginar que mi papá se pudiera morir, y por eso yo había resuelto tirarme al río Medellín si él llegaba a morirse. Y también sé que hay algo que sería mucho peor que mi muerte, la muerte de un hijo mío. Todo esto es una cosa muy primitiva, ancestral, que se siente en lo más hondo de la conciencia, en un sitio anterior al pensamiento. Es algo que no se piensa, sino que sencillamente es así, sin atenuantes, pues uno no lo sabe con la cabeza, sino con las tripas.

Buenos días, María Luisa Reyes y el programa del libro Las palabras perdidas. Hoy traigo una novela que se llama El olvido que seremos, y es de Héctor Abad Faciolince. Este autor, Héctor Abad Faciolince, nació en Medellín, en Colombia. Allí realizó estudios y fue expulsado de la Universidad Ponticia Bolivariana, porque escribió un artículo irreverente contra el papa. Viajó a Italia y después regresó a Colombia en 1987. Él tenía entonces 28 años.

Ese mismo año, después de que los paramilitares asesinaran a su padre y de recibir amenazas contra su vida, se refugió en Italia, donde fue lector de español hasta 1992. Volvió a Colombia, trabajó como traductor del italiano e inició su carrera como escritor. Tiene bastantes novelas. Incluso Basura, en la que obtuvo el primer premio de narrativa, ha publicado, además, libros de cuentos. Tiene un diccionario personal, o sea, ha escrito muchísimo. Su obra ha sido traducida al inglés, italiano, alemán, portugués y griego. Trabaja como columnista en la revista Semana de Bogotá, en Colombia.

Llegó esta novela, que yo leí en su momento cuando salió, porque es una novela biográfica sobre su padre, que fue el médico Héctor Abad Gómez. Fue publicada en noviembre de 2005 por la Auditorial Planeta. A finales de ese año, de 2005, que fue cuando yo la leí, ya se había reimpreso en tres ocasiones.

En los años sucesivos alcanzó más de 40 ediciones y más de 200.000 ejemplares vendidos en Colombia, donde se convirtió en un fenómeno de culto. Se editó en España también, en México y en otros países, y ha sido uno de los libros más leídos en Iberoamérica en el siglo XXI. Tiene, además, muchos premios.

Tiene un premio incluso, Premio Literario de Derechos Humanos, que concederá oficina en Washington para asuntos latinoamericanos. Y también un premio italiano. Y ha sido traducido a muchísimos idiomas. Es autobiográfica, pero no es una autobiografía al uso. Si habéis fijado en el texto que he leído, lo que destila esta novela es, sobre todo, amor. El padre fue un luchador, desde sus inicios como médico, para conseguir que Colombia fuera un país mejor. Él estaba convencido de la necesidad y el compromiso social de la medicina en países que eran muy pobres, como Colombia.

Entonces, quiso llevar la salud a los barrios más necesitados y a las zonas rurales más deprimidas. Organizó numerosos programas de salud pública, de medicina social preventiva, también profesora en la universidad, donde llevaba a sus alumnos a estos lugares pobres, para que conocieran la verdadera situación de su país. Escribió libros de análisis y denuncias, numerosos artículos en prensa, donde hablaba con nombre y apellido del atropello que estaba sufriendo la sociedad colombiana. Y toda su vida luchó por esto.

En estos años, en los años 80, Colombia entra en una espiral de violencia que fue muy difícil de parar. Se convirtió en el país más violento del mundo y acaban matándolo a tiro en una calle de Medellín. Era una muerte anunciada y él sabía que podía pasar, sus hijos y todo. Recordamos que, entre 1981 y 2012, en Colombia hubo 23.161 asesinatos, con tortura muchas veces incluida. Y que están documentadas en un informe reciente del Centro de Memoria Histórica. Entonces, mataron a todos aquellos que luchaban contra ese horror que había. Profesores, estudiantes, intelectuales, sindicalistas, políticos, líderes comunitarios, incluso vecinos. Fue una guerra.