Las Palabras Perdidas - Primavera (15.04.2025) 6c2f8

["Anunciación"] Anunciación.

El sol arde en las ramas negras, el agua nueva, el agua muda y fría, con su dulce victoria, sus vestigios de abril.

Paisajes que se hunden borrosos en la lluvia, y en la fronda, sobre las hojas secas, el aire suave canta y se pierde como la voz de un niño.

Primavera de las alas oscuras que entre sus hijos muertos me desvela y me llama.

Sobre el tiempo, mi corazón espera, y lo siento latir en las aguas dormidas, silenciosas.

Naceremos de nuevo, yo en ella y ella en mí.

Tú lo sabes y esperas, corazón, vieja sombra enterrada en mi cuerpo.

Emilio Rosales.

Buenos días, María Luisa Rey, en el programa de libros Las palabras perdidas.

Y hoy voy a leer poesías y poesías dedicadas a la primavera, que estamos en plena primavera después de haber tenido tantísimos días de lluvia.

Entonces, voy a empezar y...

Me he fijado para sacar estos poemas, para leer estos poemas en varias páginas de internet, pero, fundamentalmente, en una que se llama Poesías cortas sobre la primavera, y allá hay muchísimas más que las que voy a leer.

Voy a empezar con este poema, que se llama Doña Primavera, que es de Gabriela Mistral, y que nos va a hablar de eso, de las flores, los objetos que están muy relacionados con esta estación.

Doña Primavera viste que es primor, viste el limonero y el naranjo en flor.

Lleva por sandalias unas anchas hojas y por caravanas unas fucsias rojas.

Salida a encontrarla por esos caminos, va loca de soles y loca de trinos.

Doña Primavera de aliento fecundo se ríe de todas las penas del mundo.

No crea el que le hable de las vidas ruinas, cómo va a toparlas entre los jazmines, cómo va a encontrarlas junto de las fuentes de espejos dorados y cantos ardientes.

De la tierra enferma y las pardas grietas enciende rosales de rojas piruetas.

Pone sus encajes, prende sus verduras en la piedra triste de las sepulturas.

Doña Primavera de manos gloriosas, haz que por la vida derramemos rosas.

Rosas de alegría y rosas de perdón, rosas de cariño y de exultación".

Muy bonito y, además, tiene un ritmo muy divertido, muy gracioso.

En esta página he encontrado también este tan cortito, que es de nuestro gran poeta Antonio Machado, sobre la primavera, que dice, es muy sencillito, mirad.

La primavera ha venido, nadie sabe cómo ha sido.

Ha despertado la rama y el almendro ha florecido.

Y en el campo se escuchaba el gris gris del grillo.

La primavera ha venido, nadie sabe cómo ha sido.

Y ahora voy a leer un poema también sobre la primavera de Lope de Vega, de nuestro gran autor del siglo de oro.

Y fijaos qué bonito, y es del siglo XVI.

Dice, en las mañanicas del mes de mayo, cantan los ruiseñores, se alegra el campo.

En las mañanitas, cas como son frescas, cubren los ruiseñores las alamedas.

Ríense las fuentes tirando perlas a las florecillas que están más cerca.

Vístense las plantas de varias sedas, que sacar colores poco les cuesta.

Los campos alegran tapetes varios, cantan los ruiseñores, retumba el campo.

Y otro precioso, este poema siempre me ha gustado a mí mucho, que es de Antonio Machado, y es sobre la primavera, pero echando de menos la juventud.

Lo está escribiendo ya de mediana edad, y nos dice, hay una nostalgia aquí muy bonita de la juventud.

La primavera besaba suavemente la arboleda, y el verde nuevo brotaba como una verde humareda.

Las nubes iban pasando sobre el campo juvenil.

Llovían las hojas temblando las frescas lluvias de abril.

Bajo ese almendro florido todo cargado de flor, recordé, yo he maldecido mi juventud sin amor.

Hoy, en mitad de la vida, me he parado a meditar.

Juventud nunca vivida, ¿quién te volviera a soñar? Es precioso.

Y vamos a leer, por supuesto, el de Volverán las oscuras golondrinas, de Gustavo Adolfo Béquer, que es también nostalgia de un amor pasado cuando llega la primavera.

Y este, pues, lo recordaremos todos, claro.

Volverán las oscuras golondrinas en tu balcón sus nidos a colgar, y otra vez con el ala sus cristales jugando llamarán.

Pero aquellas que el vuelo refrenaban tu hermosura y mi dicha contemplar, aquellas que aprendieron nuestros nombres, esas no volverán.

Volverán las estúpidas madres selvas de tu jardín.