El hombre que perdió su anillo【Cuentos para 💖 aprender VALORES】 6l3ik

El hombre que perdió su anillo Cuentan que un muchacho, joven y humilde, pasaba un día por uno de los mejores parques de la ciudad, cuando paró a refrescarse en una de las fuentes de aquel hermoso lugar. Fue allí, desde donde vio a una preciosa chica de bellos y hermosos ojos que por allí paseaba.

Sin poder evitarlo y como una atracción inevitable, los dos adultos se saludaron, y al poco tiempo, ya estaban charlando y caminando juntos. Quedando profundamente enamorados a partir de entonces, se vieron a menudo, y después de un tiempo de largos paseos y profundas conversaciones, ambos entendieron que estaban hechos el uno para el otro.

Un día, por fin el joven le pidió matrimonio, y la chica embelesada, sin dudarlo ni un instante, le dijo que sí. Cuando se supo la noticia, las dos familias se alegraron muchísimo. Tanto, que enseguida comenzaron los preparativos de la boda. Unos se encargaron de la organización del banquete, otros ayudaron con las invitaciones y los adornos, y un primo incluso del novio, Orfebre, y de gran prestigio, fabricó dos magníficas alianzas para sellar tan grandioso día. Así, todo estaba saliendo perfecto, cuando el día antes del enlace, el novio pasó a recoger los preciados anillos. Eran tan bonitos, y estaba tan contento, que de camino a casa, andando y cantando, no dejaba de irar las alianzas, parando a cada compás para verlos de cerca una y otra vez.

Sonreía de oreja a oreja, y como iba pensando en sus cosas, y no en dónde pisaba, al llegar a la orilla del río, tropezó advirtiendo con espanto, que el anillo de la novia se le había caído al arroyo. Se quedó helado, de pronto el estómago se le hizo un nudo, el corazón le latía desbocado, y el resto de su cuerpo temblaba sin control.

Los nervios se habían apoderado de él. Así, al momento empezó a dar vueltas en círculos agitando sus brazos con furia. No sabía que hacer, así que hizo lo primero que se le ocurrió. Se echó al suelo, dejándose caer a gatas, agitando repetidamente el agua de la orilla, intentando escarbar la arena, palpando a ciegas e intentando localizar el anillo.

Cuanto más removía el fango, más se enturbiaba el agua, y más difícil se hacía encontrar nada en el fondo de la misma. Insistía e insistía en el error, pensando ya en el gran disgusto de su prometida cuando se enterase de lo que había pasado. En ese instante, y desde un árbol cercano, el viejo búho, que todo lo veía y todo lo sabía, observaba atónito desde una rama.

No pudiéndose quedar callado le gritó, ¡HALTO! ¡PARA! Pero el joven estaba tan estresado y tan concentrado en masajear la tierra en busca del anillo, que no podía escuchar lo que el búho le decía. Así que este se acercó mucho más y le gritó de nuevo, ¡HALTO! Y esta vez el joven se dio cuenta de que alguien le estaba hablando, así que decidió prestar atención, pues el búho era sabio y siempre daba buenos consejos.

Te aseguro de que eso no es forma de solucionar el problema. Antes de nada, cálmate un poco. El joven ni siquiera contestó, estaba tan agotado y triste, tan alicaído y con los ojos llorosos. No te das cuenta que los nervios no te dejan pensar con claridad. Escarbando de esa manera, levantas la tierra y enturbias el agua, y así no lograrás nada. Solo quédate quieto un momento y observa.

El joven pudo ver como la tierra se iba depositando poco a poco en el fondo del agua. Esta se aclaró y entonces algo comenzó a brillar en el lecho del río. Era el anillo de boda. Se puso así muy contento, lo recogió y lo llevó a su casa.