LA ANCIANA DE LAS SEMILLAS【Cuentos para 💖 aprender VALORES】 5f1z38

La anciana de las semillas Desde la parada de autobuses de un poblecito muy entrañable de la costa más tropical del sur, una de esas mañanas normales de cada día, un hombre esperaba de forma rutinaria, mientras veía como siempre a la misma hora y en la misma parada, una anciana subía al autobús, se sentaba junto a la ventana y abría una pequeña bolsa, mientras durante todo el trayecto iba tirando algo por la ventana.

Esto lo hacía todos los días sin falta. El hombre que veía esta acción todos los días tenía mucha intriga de lo que hacía la ancianita.

¿Qué sería lo que tira esa mujer por la ventana?, se preguntaba el hombre.

Así que decidió acercarse a la señora de una vez y preguntarle por fin.

Disculpe señora, he notado que todos los días se sube al autobús y tira por la ventana algo que lleva en esa bolsa. ¿De qué se trata? Son semillas, dijo la anciana. ¿Semillas? Sí, semillas de flores. Es que siempre miro por la ventana y veo todo vacío, sin vida.

Y me gustaría poder ver flores por todo el camino. ¿No crees que sería lindo? El hombre, con gesto de más confusión, aún le respondió.

Pero esas semillas caerán sobre el asfalto. Serán aplastadas por los autos y comidas por las aves. ¿Usted cree que sus semillas germinarán al lado de este camino y esta carretera? Sí, estoy segura. Aunque algunas se pierdan, otras seguro que lograrán acabar en la cuneta y con el tiempo de ellas brotarán bellas flores.

Pero tardarán mucho en crecer. Además necesitan agua.

Bueno, yo hago lo que puedo. Ya vendrán los días de lluvia, dijo sonriendo la anciana mientras continuaba arrojando sus semillas.

Pasados unos minutos, el hombre se bajó en la siguiente parada con cara de circunstancias pensando que aquella mujer estaba perdiendo el tiempo.

Meses después, el hombre subía al autobús para ir a trabajar y miró por la ventana y notó que el camino estaba lleno de flores. Todo estaba hermoso y colorido.

La verdad es que era un placer a la vista, y con una sonrisa en la cara recordó a la señora de las semillas. Pero al momento también cayó en que le parecía extraño que no la había visto desde hace días. Tal vez el conductor del autobús sabía algo de ella, así que fue a preguntarle.

Buen día señor, ¿por casualidad recuerda usted a la mujer que subía todos los días al autobús y arrojaba semillas por la ventana? El conductor con cara de tristeza le respondió con voz seca y seria.

Siento decirle que ella se ha ido al cielo, señor.

El hombre con tristeza volvía a su asiento para retomar su viaje y siguió irando el paisaje pensativo.

Las flores han brotado y el paisaje está hermoso, pero ¿de qué le ha servido todo su trabajo si no ha podido ver su obra? Se preguntaba el hombre con resignación, pero de pronto escuchó también que unos asientos atrás, una niña gritaba con emoción.

Mira, mira papá, mira, mira todas esas flores, ¡qué bonitas! Y así, así fue como el hombre se dio cuenta de que aquella anciana, tal vez no había logrado ver su trabajo culminado, pero había dejado su legado para futuras generaciones.

El fruto de su trabajo ahora podría ser contemplado por otras personas que sentirían un poco de alegría de camino al trabajo.

Desde aquel día, el hombre hace sus viajes en el mismo autobús al trabajo con una bolsa de semillas.

Y así es amigos, debemos enseñar hoy a las generaciones más jóvenes los valores que se necesitan para el futuro.

Realizar actos pensando en los demás, aunque nosotros no nos beneficiemos, es de los más satisfactorios.

Aprovecha tu camino en la vida para sembrar hoy y que otros puedan recoger mañana.