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Parte 4 Capítulo 4 “Memorias de Amor y de Guerra” son mis recuerdos de una década trágica (1976-1986) para mi país Guatemala. Quiero compartir con las nuevas generaciones lo vivido, con la esperanza de que nunca más los jóvenes crean que la guerra es la solución de nuestros problemas. Creo que es mi responsabilidad hacerlo y así poner mi granito de arena para que juntos encontremos nuevos caminos para construir un mundo mejor, más justo y más amoroso. "Memorias de Amor y de Guerra" inicia la madrugada del terremoto del 4 de febrero de 1976 que desoló el país de frontera a frontera, un terremoto que nos desveló las condiciones de pobreza extrema de la inmensa mayoría del país. Fue así, que, siendo estudiante del colegio más caro de Guatemala, decidí a los 16 años incorporarme a la lucha clandestina y guerrillera. Es también un libro que habla de la urgente necesidad de amar y ser amado, cuando cada día puede ser el último día de nuestras vidas. ¿Quieres anunciarte en este podcast? Hazlo con advoices.com/podcast/ivoox/2552305 2c2920
Este contenido se genera a partir de la locución del audio por lo que puede contener errores.
Cuarta parte, capítulo 4.
La llegada del tío David, de 45 años en aquel entonces, le vino a poner orden y normalidad a la casa.
A David lo había conocido en la montaña. Ya entonces los compas más jovencitos le llamaban tío.
Me alegré mucho de verle. Sabía que era un alma buena que sería clave para lograr nuestro objetivo.
Me alegré que hubiera salido de aquella guerra en lenta agonía.
Tendría que pasar todavía 13 años para que finalmente se firmaran los acuerdos de paz firme y duradera.
David sería el correo que iría a recoger de mano de Comones en Tapachula las comunicaciones a ser transmitidas por radio a los diferentes frentes guerrilleros.
Teníamos un mes para montar la veterinaria y seleccionar al menos cinco posibles puntos de transmisión en los alrededores de Huitzla.
La cuenta atrás para ponernos en situación operativa había empezado.
Lo primero era equipar el negocio. En Tapachula encontramos un par de mostradores que, siendo de vidrio, eran vitrina de los productos que tendríamos a la venta y colocados en forma de L nos separarían del público.
Pegadas a las paredes pusimos unas estanterías metálicas para colocar más medicinas y equipo agrícola.
Muy cerca encontramos un buen carpintero que nos hizo una jaula con cinco pisos para recibir 100 pollitos recién nacidos por piso, lo que le daría vida al negocio.
No tardaron en empezar a llegar visitadores de casas farmacéuticas a ofrecernos sus servicios.
Con David nos fuimos a presentar con los dueños de las otras dos veterinarias del pueblo y acordamos con uno de ellos, el único veterinario graduado en el pueblo, para que fuera nuestro proveedor de alimentos concentrados para pollos, de pollitos y de algunos medicamentos, porque los proveedores exigían un mínimo de compra semanal que nuestro pequeño negocio no podía cubrir.
De esta manera nos volvimos inmediatamente en un buen cliente para el Dr. Enríquez, uno de los principales ganaderos de la zona, lo que nos era muy conveniente.
Acordamos que nos daría un 30% de descuento del precio al público.
Fue un mes de mucha actividad.
Nos acostumbramos a levantarnos a las 5 de la mañana como parecía ser la hora regular del barrio y del pueblo entero.
Laura se encargó de la parte de relaciones públicas y publicidad del negocio.
Mandó hacer un rótulo de lámina para colgar al frente, parecido al de los pocos negocios del barrio.
Imprimió unas tarjetas de presentación y unos pequeños volantes para repartir en el mercado, donde ya era conocida por todos.
Un día, faltando solo una semana para la fecha en la que nos habíamos propuesto inaugurar la farmacia y estar en capacidad operativa, nos sorprendió escuchar al carrito desvencijado que circulaba por el pueblo con un megáfono a todo volumen anunciando la próxima apertura de la Veterinaria de la Costa.
¡Atención! ¡Atención! Estimados vecinos de Huitzla.
Próximamente gran inauguración de la Veterinaria de la Costa en la esquina de Aldama y Allende.
¡Atención! Gran inauguración de la Veterinaria de la Costa.
En uno de sus viajes a Tapachula, David compró una buena cantidad de libros de veterinaria y agricultura.
Él se encargaría de mantenernos estudiando todas las noches del lunes a miércoles.
El jueves practicábamos nuestro hablado mexicano y estudiábamos la historia de México, mientras esperábamos a las nueve las noticias de la radio.
La noche del viernes la dedicábamos al estudio de materiales de formación ideológica y de análisis de la coyuntura, y el sábado y domingo descansábamos, si no habían mensajes urgentes que enviar.
La otra gran mitad del trabajo era lo relacionado a las comunicaciones radiales.
Muy pocos días después de la llegada del tío con los dos radios Yaesu y haciendo las primeras pruebas, nos dimos el tremendo susto de escuchar mi voz en una radio de la casa de enfrente.
Resultó ser que el vecino reparaba radios y televisores y no nos habíamos enterado.
Uno, dos, tres, probando.
Uno, dos, tres, probando.
Uno, dos, tres, probando.
Probando.
Uno, dos, tres, probando.
Don Nincho parecía no tener otra cosa que hacer en la vida que estar reparando aparatos destartalados.
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