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MEMORIAS DE AMOR Y DE GUERRA
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05 - La Escuadra Se Conoce

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20/4/2025 · 11:02
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MEMORIAS DE AMOR Y DE GUERRA

Descripción de 05 - La Escuadra Se Conoce 2q5u2n

Parte 1 Capítulo 4 “Memorias de Amor y de Guerra” son mis recuerdos de una década trágica (1976-1986) para mi país Guatemala. Quiero compartir con las nuevas generaciones lo vivido, con la esperanza de que nunca más los jóvenes crean que la guerra es la solución de nuestros problemas. Creo que es mi responsabilidad hacerlo y así poner mi granito de arena para que juntos encontremos nuevos caminos para construir un mundo mejor, más justo y más amoroso. "Memorias de Amor y de Guerra" inicia la madrugada del terremoto del 4 de febrero de 1976 que desoló el país de frontera a frontera, un terremoto que nos desveló las condiciones de pobreza extrema de la inmensa mayoría del país. Fue así, que, siendo estudiante del colegio más caro de Guatemala, decidí a los 16 años incorporarme a la lucha clandestina y guerrillera. Es también un libro que habla de la urgente necesidad de amar y ser amado, cuando cada día puede ser el último día de nuestras vidas. ¿Quieres anunciarte en este podcast? Hazlo con advoices.com/podcast/ivoox/2552305 1d3z3z

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Este contenido se genera a partir de la locución del audio por lo que puede contener errores.

Capítulo 4 Debí esperar a Esteban a las 10 en punto en la esquina del pollo campero de la séptima avenida de la zona 9, muy cerca de la plazuela España.

Un Golf GTI rojo paró frente a mí.

Esteban bajó la ventanilla y me ordenó subirme atrás.

«Cerra los ojos», me dijo, y salimos disparados hacia el sur.

La séptima era entonces de doble vía.

Una cuadra después volvió a parar.

Alguien se subió y yo me corrí para darle lugar.

La operación se repitió dos veces más, y ya con el carro lleno, Esteban bromeó diciendo que nos había dicho que cerráramos los ojos, no la boca.

Igualmente seguimos callados.

Luego de varias vueltas para desorientarnos, paró y escuchamos cómo se abría un portón que se cerraba luego de entrar.

«Pueden abrir ya los ojos», nos dijo.

Mi sorpresa fue grande cuando vi que entre los cuatro que habíamos subido al carro se encontraba Sebastián, que de aquí en adelante será Pablo, y luego Chimael ya en la montaña.

Adentro de la sala nos esperaban otros tres compas naturales, como les decíamos a los compas indígenas, porque en muchos lados así se llamaban a sí mismos.

Era Meme, Ricardo y Ovidio.

Además estaba Nayo, de Padres Chinos, quien estaría al mando de la escuadra que iría a Cuba.

Meme iría de segundo responsable.

De Mesos, Cachlanes o Ladinos, o sea de gente de la ciudad, iríamos Pablo, Neto, Jaime, Nayo y yo.

Ocho en total.

Viajaríamos en parejas.

Mi pareja sería Neto, y la ruta de viaje sería la más complicada que se puedan imaginar por razones de seguridad.

Un señor ya mayor, con sombrero campesino, fue quien nos abrió el portón, y que se presentó como el tío, acompañado siempre de una perra pastor alemán.

Nos fue sirviendo Coca-Cola mientras Esteban nos daba indicaciones para el viaje.

Saldríamos en tres semanas, una pareja al día.

Viajaríamos todos primero por tierra a México, luego a Praga, unos haciendo escala en París, otros en Madrid y otros en Zürich.

Neto y yo iríamos vía Zürich.

Dentro de una semana, nos darían el presupuesto necesario para el viaje.

Los que no tuviéramos pasaporte, tendríamos que sacarlo a la brevedad.

En el caso de Pablo, Ovidio y yo, tendríamos que tener cartas de autorización de nuestros padres para poder viajar solos, ya que éramos menores de edad.

En el aeropuerto de Praga, nos recogerían nuestros pasaportes, y debíamos asegurarnos que no nos sellaran los pasaportes diciendo las palabras mágicas.

No check, no check.

Nuestras dudas se irían aclarando en los próximos días.

Teníamos el honor de ser la primera escuadra de combatientes de la organización en ir a Cuba.

Éramos la vanguardia que abriría el camino para que cientos de compañeros pudieran viajar después de nosotros.

De ahí que nuestro comportamiento y dedicación debían de ser ejemplares.

El momento era realmente impresionante.

Esteban nos hablaba con sencillez y precisión.

A nadie le cabía duda de que estábamos realmente haciendo historia.

Una historia silenciosa que debía terminar en el día de la victoria final.

Pronto la habitación se llenó de una nube de humo de cigarro.

Todos fumábamos mientras el tío iba vaciando los ceniceros.

A Meme, Ricardo y Ovidio ya los conocía.

Un mes antes me habían designado para que les mostrara los barrios de los ricos y las barriadas de los pobres.

Así que los llevé a La Cañada y luego a Santa Fe.

Caminando por la Avenida de las Américas, muy cerca de donde yo vivía, seguramente éramos un grupo llamativo.

Yo les había dicho que si nos paraba la policía, dijéramos que eran trabajadores de la finca de mis papás y que me dejaran hablar a mí.

Era realmente conmovedor ver sus caras al ver las mansiones de la gran ciudad.

Meme, con sus 36 años, era de lejos el mayor del grupo.

No podía dar crédito que existieran casas así.

De pronto se sintió un poco mareado y nos pidió que descansáramos en el parquecito de La Cañada.

Bajamos al bosquecito y fue como ver a un pajarito recobrar el aliento luego de una travesía por el denso tráfico.

Bajito, de bigotes cantinflescos y de una risa amplia que descubría sus dientes postizos.

Meme había vivido toda su vida en la montaña, los últimos dos como guerrillero.

Ricardo me recordaba a Peter Pan.

Creo que hasta las orejas tenía un poco puntiagudas.

Era natural pero había vivido bastante en la costa, trabajando en los ingenios azucareros.

Trataba de ver todo aquello como normal, pero igualmente se sorprendió al ver tan cerca la panza de un jet aterrizando cuando recorrimos las callejuelas de Santa Fe con sus casas improvisadas.

Ovidio, Vilo o El Patojo tenía 15 años y uno de estar en la guerrilla.

Cuba le sacaría esa timidez de encima y lo convertiría en un muchachón fuerte, risueño y buen combatiente.

Esteban paró de hablar, se levantó y los demás hicimos lo mismo.

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