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MEMORIAS DE AMOR Y DE GUERRA
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08 - México - La Habana Vía Moscú (Segunda parte)

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20/4/2025 · 12:05
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MEMORIAS DE AMOR Y DE GUERRA

Descripción de 08 - México - La Habana Vía Moscú (Segunda parte) 4m6b4u

Parte 1 Capítulo 7 “Memorias de Amor y de Guerra” son mis recuerdos de una década trágica (1976-1986) para mi país Guatemala. Quiero compartir con las nuevas generaciones lo vivido, con la esperanza de que nunca más los jóvenes crean que la guerra es la solución de nuestros problemas. Creo que es mi responsabilidad hacerlo y así poner mi granito de arena para que juntos encontremos nuevos caminos para construir un mundo mejor, más justo y más amoroso. "Memorias de Amor y de Guerra" inicia la madrugada del terremoto del 4 de febrero de 1976 que desoló el país de frontera a frontera, un terremoto que nos desveló las condiciones de pobreza extrema de la inmensa mayoría del país. Fue así, que, siendo estudiante del colegio más caro de Guatemala, decidí a los 16 años incorporarme a la lucha clandestina y guerrillera. Es también un libro que habla de la urgente necesidad de amar y ser amado, cuando cada día puede ser el último día de nuestras vidas. 4l6119

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Este contenido se genera a partir de la locución del audio por lo que puede contener errores.

Capítulo 7 Nos sentimos aliviados cuando por fin montamos el avión de Chesa rumbo a Praga.

Yo iba un poco nervioso, en cambio Neto parecía estar en su tierra natal cuando el avión aterrizó.

Yo sentía que en cualquier momento se iba a poner a cantar la internacional, y no paraba de recordarme que lo que debíamos decir al oficial de migración era no check, no check.

Yo no tuve necesidad de decir nada, Neto gritó tan fuerte lo de no check que todos nos voltearon a ver curiosos, yo rojo de vergüenza y Neto con una sonrisa radiante.

A pesar de ser julio, el clima estaba fatal, nublado, lluvioso y con un frío que no le hizo nada bien a la carraspera que ya atraía gracias a la noche de tequilas y toques eléctricos de Garibaldi.

Lo primero que me impresionó fue esa sensación de haber viajado al pasado, era como una escenografía de los años 50 y la mirada del oficial de migración fría y neutra como el hielo que tampoco varió después del non check.

Sencillamente tomó nuestros pasaportes, los metió en una gaveta debajo de su mostrador y nos indicó que podíamos pasar.

Dos funcionarios de la embajada cubana nos estaban esperando, un hombre y una mujer, que nos dieron el calor latino que estábamos necesitando.

Nos montamos a Lada y nos incorporamos a una autopista con poco tráfico que atravesaba un bosque cubierto de niebla hasta llegar a Praga.

Nos colocaron en uno de los apartamentos asignados al personal de cubana de aviación, yo ya con fiebre y bastante tos.

La compa cubana prometió regresar con antibióticos y jarabe para la tos y me ayudó a meterme a la cama que tenía de esos cedredones de pluma de ganso que nos impresionan cuando por primera vez estamos en Europa.

Luego de una semana viajando juntos, existía ya con Neto una camaradería natural, genuina.

Sabía que era estudiante de arquitectura porque lo había visto llenar los formularios migratorios.

Así también supe que su nombre legal era Raúl Santizo.

Y así mismo él supo mi nombre.

Nunca lo mencionamos, pero sabíamos que sabíamos.

Y eso nos comprometía y nos unía en ese juego de vida o muerte en el que nos estábamos metiendo.

El piso era muy cómodo, evidenciaba tiempos mejores, pero estaba amueblado con buen gusto y tenía todo lo que podíamos necesitar para una estancia que aún no sabíamos cuánto podía durar.

La compa volvió como había prometido y me tomó la temperatura que llegaba casi a 40.

Pero recuerdo que lo más incómodo era el dolor de garganta.

Encendimos la tele de pantalla redondeada y nos quedamos dormidos frente a unas aburridas imágenes en blanco y negro de un noticiero que no entendíamos.

Con la fuerza que se tiene a los 17 años y las medicinas, amanecí como para acompañar a Neto que quería ir a comprar huevos y otras cosas para tener en el refrigerador.

Bajamos al lobby y Neto como pudo trató de preguntarle al portero dónde había un supermercado.

Al ver que este no había manera de que entendiera, sacó su libreta y dibujó una gallina empollando huevos.

Así descubrió otra habilidad de Neto, era excelente dibujante.

El hombre lo tomó del brazo y lo llevó hasta la entrada.

La calle estaba vacía, apenas unos cuantos peatones enfundados en sus abrigos entre la niebla.

Apuntó a una torre con reloj y vimos que eran las 6 de la mañana.

Subimos a nuestro apartamento y nos volvimos a meter a la cama.

El jet lag nos había hecho una jugarreta.

Salimos nuevamente casi al mediodía y la calle estaba vacía.

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