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LA VOZ QUE FUE UN SUSPIRO-18 No suelo ser ese huracán que empuja sin razón, ni tampoco esa historia que principia la espada, ni busco tan siquiera el cauce de los tiempos pasados, ni el poder, ni la gloria de darme de bruces perdida la memoria olvidando las escorias que se vierten al mundo. La basura apesta desde aquellos principios de las piedras de sílex de quijadas de asno, cerbatanas, de lanzas y de arcos con veneno en sus puntas, y el hedor se nos une en las generaciones como mareas eternas, como ciclo vital, un ciclo del olvido, otro para recordar la maldad de lo humano junto al hedor del hombre. Todo es un espejismo, hasta romper espejos, el mal es esa herencia que tienen los villanos desde siempre, parece que les gusta no dar valor a nada, la vida es otra bolsa a rebosar de muerte, la muerte les divierte, les regala poder a un precio inexistente cuando es dolor ajeno, cuando el frio lo sienten otros que no son ellos, se abren las pupilas y se vierte una lagrima con la eterna pregunta, ¿Por qué si es hombre como yo, o es hijo de serpiente? No me quiero meter en la pequeña caja ni volverme universo, quiero la paz eterna caminando praderas, un distante horizonte, ver acercarse a alguno y no cambiar de acera, un saludo sincero sin tensión en el rostro, un abrazo en los ojos, no tener que mirar hacia atrás con temor y acabar el paseo oyendo el corazón. Acabar las mañanas, sin espadas ni antorchas, y volver cada día a ese mismo paseo y no de darme de bruces perdida la memoria con escorias hediondas que vinieron al mundo. Chema Muñoz© 6r3g22
Este contenido se genera a partir de la locución del audio por lo que puede contener errores.
La voz que fue un suspiro, dieciocho, por Chema Muñoz.
No suelo ser ese huracán que empuja sin razón, ni tampoco esa historia que principia la espada, ni busco tan siquiera el cauce de los tiempos pasados, ni el poder, ni la gloria de darme de bruces perdida la memoria olvidando las escorias que se vierten al mundo.
La basura apesta desde aquellos principios de las piedras de Chile, de quijadas de asnos, cerbatanas de lanzas y de arco, con veneno en sus puntas.
Y el hedor se nos une en las generaciones como mareas eternas, como ciclo vital, un ciclo del olvido, otro para recordar la maldad de lo humano junto al hedor del hombre.
Todo es un espejismo hasta romper espejos.
El mal es esa herencia que tienen los villanos desde siempre, parece que les gusta no dar valor a nada.
La vida es otra bolsa a rebosar de muerte, la muerte les divierte, les regala poder a un precio inexistente cuando el dolor es ajeno, cuando el frío lo sienten otros que no son ellos.
Se abren las pupilas y se vierte una lágrima con la eterna pregunta ¿Por qué? Si es hombre como yo, ¿o es hijo de serpiente? No me quiero meter en la pequeña caja ni volverme universo, quiero la paz eterna caminando praderas un distante horizonte, ver acercarse a alguno y no cambiar de acera.
Un saludo sincero sin tensión en el rostro, un abrazo en los ojos, no tener que mirar hacia atrás con temor y acabar el paseo oyendo el corazón, acabar las mañanas sin espadas ni antorchas y volver cada día a ese mismo paseo y no darme de bruces perdida la memoria con escorias hediondas que vinieron al mundo.
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