
Venganza en el Vaticano: así fue el sínodo del cadáver 4sg67
Descripción de Venganza en el Vaticano: así fue el sínodo del cadáver 2w393u
En el año 897 el papa Esteban VI ordenó desenterrar el cadáver de su predecesor, Formoso, para juzgarlo por traición. Hallado culpable, sus restos fueron quemados y arrojados al Tíber. ¿Quieres anunciarte en este podcast? Hazlo con advoices.com/podcast/ivoox/715166 1481q
Este contenido se genera a partir de la locución del audio por lo que puede contener errores.
Estás escuchando Curiosidades de la Historia, de Historia National Geographic.
Hoy hablaremos del sínodo del cadáver, la mayor venganza de la historia del Vaticano. La tremenda sorpresa que se llevó el pobre pescador romano, que según cuentan las leyendas, encontró el cadáver deformoso, tuvo que ser considerable.
Al fin y al cabo, no todos los días saca uno del tíber, los restos de un pontífice, que nueve meses después de muerto, había sido el protagonista de uno de los episodios más extraordinarios de la historia del papado. Episodio del que el gran historiador Gregorovius dijo que fue una escena de barbarie como ningún otro periodo ha conocido. Hablar de formoso y las peripecias de su cadáver nos lleva a sumergirnos de lleno en la convulsa situación política de la Roma de finales del siglo IX. Si se echa un rápido vistazo a la lista de papas de aquella época, ya se aprecia que la ciudad eterna no era precisamente un remanso de paz. Entre los años 872 y 965 se sucedieron en Roma nada menos que 24 papas, nueve de ellos en un lapso de apenas nueve años, de 896 a 904, de los cuales un buen número fueron asesinados o destituidos. Hubo pontífices envenenados, como Juan VIII, encarcelados tras un mes escaso en el cargo como León V, o que llegaron al poder con apenas 18 años cumplidos como Juan XII.
En ese tiempo el papado participó en las violentas luchas de poder entre las distintas familias dirigentes de la ciudad y al mismo tiempo en una disputa más amplia por el control de la península itálica entre los emperadores de Alemania, que durante todo el siglo IX se erigieron como protectores de la iglesia y señores de Italia, y nuevas dinastías en alza, como los marqueses de Espoleto, que aspiraban a establecer un reino de Italia independiente. Formoso se vio envuelto de lleno en todos estos conflictos. Desde su consagración en 866 como obispo de Porto, una diócesis situada en la desembocadura del Tíber, ligeramente al norte de Ostia, desempeñó en numerosas misiones diplomáticas en nombre del papado que lo llevaron a Bulgaria, Constantinopla y la corte carolingia. En esos años Formoso tomó partido por Arnulfo de Carinthia, un bastardo de la dinastía imperial carolingia que aspiraba a imponerse como rey de Italia. Esta opción le valió a Formoso ser expulsado de su diócesis y excomulgado por el papá Juan VIII, temeroso de que Roma perdiera su independencia ante el imperio.
De este modo, una noche, Formoso y sus seguidores se vieron obligados a huir de Roma ante la amenaza de un juicio por corrupción e inmoralidad. Formoso encontró refugio en la corte de Guido d'Espoleto y permaneció varios años en el norte de Lombardía esperando tiempos mejores. Y éstos llegaron con el fugaz pontificado de Marino I, quien en 883 levantó la excomunión sobre Formoso y lo restituyó al frente de su antigua diócesis de Porto. Bajo los dos siguientes pontífices, el efímero Adriano III y Esteban V, Formoso permaneció tranquilo en su cargo episcopal hasta que en 891, a la muerte de Esteban, fue escogido como papa de Roma. El nuevo pontífice tuvo que enfrentarse a una situación política envenenada. Poco antes, Guido d'Espoleto, tras derrotar a un rival, había sido coronado rey de Italia en Pavia y a continuación se dirigió a Roma para obligar al papa Esteban V a coronarlo emperador. Formoso tuvo que confirmar la coronación de Guido y reconocer al hijo de éste, Lamberto, como sucesor del imperio.
Sin embargo, el papa Formoso veía con preocupación el dominio del nuevo rey de Italia y en seguida empezó a enviar invitaciones en secreto a Arnulfo de Carinthia, ahora en el trono carolingio, para que acudiera a socorrerlo. En el año 893, Arnulfo hizo una primera incursión hasta Milán y Pavia. Tres años más tarde, muerto Guido y habiendo sido coronado emperador en Roma su hijo Lamberto, Arnulfo atravesó Italia y asedió Roma. En el interior de la ciudad, los seguidores de los Espoleto se revelaron y apresaron al papa, al que recluyeron en el castillo de Sant'Angelo, pero nada pudieron hacer contra los invasores. Formoso fue liberado y a los pocos días coronó emperador a Arnulfo en la Basílica de San Pedro. Pocos meses después, el pontífice fallecía a los 80 años, envenenado, según se dijo más tarde. Algunos lo alabaron como un papa justo y piadoso. Otros, en cambio, no podían perdonarle la traición a los Espoleto en beneficio del alemán Arnulfo. En un mundo tan turbulento, lleno de intrigas y reencuentros,
Comentarios de Venganza en el Vaticano: así fue el sínodo del cadáver n2g58