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Curiosidades de la Historia National Geographic
El calzado en la antigua Roma: de las botas a las sandalias

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2/5/2025 · 08:19
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Curiosidades de la Historia National Geographic

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Cada grupo social de Roma tenía su propio calzado, desde las botas de los patricios hasta las 'caligae' de los legionarios. ¿Quieres anunciarte en este podcast? Hazlo con advoices.com/podcast/ivoox/715166 6d2bg

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Hoy hablaremos del calzado de los romanos, de la bota a la sandalia. En la antigua Roma era fácil conocer a primera vista a qué clase social pertenecía alguien por el vestido que llevaba e incluso por su peinado. También el calzado era un signo externo de estatus. Patricios y plebeyos, cónsules y senadores, civiles y soldados se distinguían por el tipo de calzado que llevaban, al menos en público.

Desde el principio el calzado romano de uso común se caracterizó por fijarse siempre al tobillo, pero dentro de sus rasgos generales hubo una gran variedad de tipos, desde botas y zapatos hasta sandalias de toda clase. La mayoría fueron adaptaciones de los calzados utilizados por etruscos y griegos, aunque los romanos terminaron por apropiárselos y convertirlos en una de sus señas de identidad. En líneas generales, en Roma existieron tres tipos de calzado, las sandalias, los zapatos y las botas. Las primeras fueron adoptadas por los romanos del mundo griego.

Llamadas en latín soleae, consistían en una simple suela de cuero unida al pie por suaves lazos o cordones, también fabricados en cuero. La forma de estos cordones podía variar, pero como norma general la mayor parte del pie permanecía descubierto. El espesor de la sandalia variaba en función de las condiciones climáticas, siendo muy frecuentes las sandalias reforzadas y acolchadas en los ambientes más fríos. Otras sandalias de tradición griega eran las crepidae, unas zapatillas con suela de madera y con correas de cuero que se pasaban entre los dedos y que se podían atar de diferentes maneras. De hecho, las soleae y las crepidae a menudo se confundían entre sí. Las sandalias eran sin lugar a duda un calzado cómodo, ideal para estar en casa, pero estaba mal visto llevarlas en público.

Los romanos, celosos de las tradiciones nacionales, consideraban que era un ejemplo de la corruptora influencia griega, un signo de informalidad, como hoy lo sería salir a la calle con pantuflas o de pérdida de estatus, pues llevar descubierto el empeine se parecía mucho a ir descalzo, algo que era propio de los esclavos. Otros decían que era un calzado propio de enfermos y viejos. Sin ir más lejos, a personajes como Escipión el Africano o Marco Antonio los criticaron por vestirse con la túnica griega y calzarse crepidae. Sin embargo, durante el imperio la moda de las sandalias griegas se difundió ampliamente. Tiberio, Germánico y Calígula se presentaban en público con sandalias e incluso aparecían representados con ellas en las esculturas. Algunos elegantes hasta adornaban con joyas las correas de sus sandalias. A los banquetes privados sí se podía ir con sandalias, al menos si se iba en litera. Antes de entrar en el comedor, el invitado hacía que sus esclavos le quitasen las soleae y las pedía al marcharse.

Por esto, la expresión soleas posquere, pedir las sandalias, acabó significando prepararse para partir. Un tipo de sandalia muy concreto era el solo alto o coturno, provista de una plataforma y usada por los actores. El calzado por excelencia de los ciudadanos romanos fue el calqueus, en plural calque. Parecido a un mocasín, estaba hecho de cuero, cubría todo el pie y la planta y se ataba con tiras de cuero en el tobillo o la pierna. Hay que tener en cuenta que los romanos no usaban calcetines ni medias, aunque las gentes humildes seguramente se resguardaban del frío con prendas de lino y de lana. Los calquei eran un calzado pesado y no demasiado cómodo, pero su uso era obligatorio, como el de la toga, para todo ciudadano que salía al exterior. En cambio, estaba totalmente prohibido llevar calquei a los esclavos. Existían varios tipos de calqueus según la categoría social de cada ciudadano, que se distinguían entre otros aspectos por su color.

El calqueus senatorius, propio de los senadores, estaba hecho con piel tintada de negro, se distinguía por la suela gruesa con tacón y porque estaba sujeto con cuatro correas que partían de la suela, llegaban hasta la mitad de la tibia y se ataban en el empeine. Algunos llevan un singular adorno de marfil o plata en forma de pequeña luna creciente llamada lunula, o sea, lunita, que indicaba que quien lo calzaba descendía de algunos de los 100 linajes más antiguos de Roma que integraron el Senado en tiempos de Rómulo. Según un testimonio de época bizantina, los cónsules llevaban el calquei del color blanco. El poeta marcial también se refería a un cónsul llamado Cinna, que se preocupaba más por el color de sus zapatos que por la suciedad de su toga. ¿Llevando tú una toga más sucia que el estiércol y en cambio un calzado más blanco que la nieve recién caída? ¿Por qué, inepto, tapas completamente tus pies dejando caer el manto? ¡Recoge, Cinna!

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