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Bella, rica y de personalidad indomable, María Teresa de Silva atrajo la atención de todos sus contemporáneos. Entre ellos la del pintor más genial de su época, el aragonés Francisco de Goya. ¿Quieres anunciarte en este podcast? Hazlo con advoices.com/podcast/ivoox/715166 3p4w5k
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Hoy hablaremos de Goya y la duquesa de Alba. En la década de 1830, un
aristócrata francés, el varón Taylor, viajó a España para adquirir obras de
arte destinadas a una galería de arte español que el rey Luis Felipe de
Francia quería crear en el Museo del Louvre. Taylor recogió las impresiones
de su estancia en una obra en varios volúmenes, Viaje pintoresco a España. En
el tercer tomo, publicado algo después de 1838, el autor describía así un
retrato de la duquesa de Alba realizado por Goya. El bello retrato que Goya hizo
de la duquesa de Alba, de la que estaba enamorado, retrato en el que ésta indica
con la mano el nombre del artista escrito a sus pies.
Es una de las primeras referencias que encontramos a la supuesta relación
amorosa que mantuvieron el pintor Francisco de Goya y María del Pilar
Teresa Cayetana de Silva Álvarez de Toledo, decimotercera duquesa de Alba.
Desde entonces han sido muchos los historiadores, novelistas y cineastas que
han recreado esta historia que durante mucho tiempo se ha dado por
absolutamente cierta. Los diversos retratos y dibujos que Goya hizo de la
duquesa parecían reflejar una gran proximidad entre ambos y se suponía que
el idilio había culminado en los meses que Goya pasó con la duquesa en su
palacio de Sanlúcar de Barrameda. Incluso se aseguraba que la modelo de
dos de los más famosos cuadros de Goya, La Maja Desnuda y La Maja Vestida, era la
misma Cayetana, que se habría dejado retratar así por su amante. En la
actualidad los historiadores tienden a descartar que Goya y Cayetana de Alba
hubiesen vivido una historia de amor. No se ha encontrado ninguna referencia a
este idilio en la correspondencia de los amigos y conocidos del aristócrata y
del pintor. Además, si se examina desde una perspectiva histórica, esta
hipotética relación cuenta con algunos obstáculos difícilmente superables, como
la gran diferencia de clase entre ambos o el hecho de que Goya, ya en la
cincuentena, sufría problemas de salud que lo habían dejado completamente sordo.
Eso no significa que entre Goya y Cayetana de Alba no hubiera una estrecha
relación y un aprecio mutuo. La duquesa fue una de las principales mecenas que
impulsó la carrera del pintor y una mujer de extraordinaria personalidad por
la que Goya experimentó sin duda una gran estima, que quizá tuvo algo de
fascinación. Así al menos lo sugieren las muchas obras en las que el pintor
representó a la duquesa, desde retratos oficiales hasta instantáneas de la vida
cotidiana o incluso imágenes alegóricas como las que aparecen en su colección de
caprichos. Hija única y heredera de uno de los títulos nobiliarios más ilustres
de España, Cayetana de Alba fue una de las personalidades más brillantes en el
Madrid de finales del siglo XVIII. Su belleza fue celebrada por escritores y
poetas españoles y extranjeros. El marqués de Langlès, a su paso por España en 1785,
decía sobre ella, no tienen ni un solo cabello que no inspire deseos, nada en el
mundo es tan hermoso como ella, imposible hacerla mejor aunque se la hubiera hecho
a propósito. Cuando pasa todo el mundo se asoma a las ventanas y hasta los niños
dejan sus juegos para mirarla. De carácter independiente a la duquesa le
gustaba ser el centro de atención y tenía atrevimientos que sólo a ella se
le permitían, como presentarse a ceremonias cortesanas vestida de maja, el
atuendo festivo de las clases populares madrileñas en la época.
Se la conocía también por su gran afición a los toros, lo que suscitó
especulaciones acerca de sus posibles idilios con ciertos toreros famosos. En
una copla cantada por la actriz cómica y tonadillera María Antonia Vallejo
Fernández, La Caramba, se le atribuía un romance con un torero, lo que llevó a la
duquesa a poner una denuncia. La justicia terminó por darle la razón.
Sin embargo Cayetana no era una mujer frívola. Educada en el seno de una
familia de ideas ilustradas, fue una mujer sensible y curiosa, al igual que
su esposo, José Álvarez de Toledo y Gonzaga, que poseía una importante
biblioteca y era un gran melómano que tocaba con destreza el violín. Cayetana
mostró un gran interés por las artes de su tiempo. iró y protegió a María
del Rosario Fernández, La Tirana, una de las actrices más aclamadas del Madrid de
la época, a la que solía ver en el teatro y de la que Goya hizo también dos
retratos. La propia duquesa tenía dotes artísticas. En una ocasión hizo
representar en su palacio una tonadilla, una especie de pequeña zarzuela, el
misántropo, escrita por el poeta Tomás de Iriarte, en la que ella misma
interpretó el papel de pastora. Este interés por las artes explica que la
duquesa reconociera el talento de Francisco de Goya y decidiera contratar
sus servicios e impulsarlo.
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