Miércoles 7 de mayo – Juan 6, 35-40. Esta es la voluntad del Padre: que todo el que ve al Hijo tenga vida 643dt

Esta es la voluntad del Padre, que el que todo y que vea al Hijo tenga vida eterna.

Fijaos que hay un milagro maravilloso en la Eucaristía, y es que decíamos ayer que la Eucaristía es el sacramento que hace presente el sacrificio de Jesús.

Pero terminada la misa, Jesucristo queda presente en cada sagrario, presente realmente vivo y resucitado con su cuerpo, con su sangre, con su alma y con su divinidad.

Y pues se dice que esta es la voluntad del Padre, que el que vea al Hijo tenga la vida eterna.

Nosotros en el sagrario no vemos los ojos de Jesús, no vemos sus pestañas, no vemos su nariz, sus labios.

Pero sabemos que está, y es un modo de ver que no es ver con los ojos corporales, es ver con los ojos de la fe.

O sea que cuando nos acercamos en cualquier iglesia que esté abierta, en cualquier oratorio, en cualquier capilla, en cualquier monasterio, un creyente siempre busca un sagrario.

Busca un sagrario y dice, ahí está Jesús, yo sé que está, Señor, no te veo con los ojos del cuerpo, pero te veo con los ojos del alma.

Si fuéramos capaces de ser conscientes de esa donación de Dios, de esa expansión de amor que supone que el que es el autor del cosmos, el que es infinito, al que no pueden abarcar los cielos y las tierras tan grandes, que se hace tan pequeño, que se esconde en la apariencia del pan, que se esconde en lo que primero fue pan y vino, que dejó de serlo por las palabras milagrosas de la transustanciación.

Y eso sí, es la voluntad del Padre que todo aquel que vea al Hijo, que tenga la vida eterna.

Es la voluntad de Dios que todo aquel que se pone delante de un sagrario, que reza ante un sagrario, que reza ante el Santísimo, que adora al Santísimo, que agradece su presencia real, está dejando que la vida eterna esté entrando en él.

¿Qué afortunados somos si tenemos una iglesia cerca? ¿Qué afortunados somos, por ejemplo, los sacerdotes que vivimos en una casa parroquial, que está en la misma parroquia, que yo realmente puedo decir que vivo a 15 metros de un sagrario? Eso es un privilegio único. Es una suerte poder entrar cada día, que estén las iglesias abiertas, que podamos entrar, que podamos hacer una genuflexión, hacer una pequeña visita al Santísimo, darle las gracias. Eso es un privilegio.

Un privilegio que tenemos los cristianos, y especialmente los cristianos católicos, que tenemos ese culto eucarístico tan amado, tan querido por los santos, y tan vivido por todos los santos, de todos los tiempos.

Y por eso sí, el Evangelio es una invitación a amar a Jesús, pero a Jesús eucaristía.

Jesús que nos da la vida eterna. Jesús que se esconde en el pan, pero que está realmente ahí.

Jesús ve, nos quiere, nos conoce, nos comprende. Ese silencio eucarístico es tan revelador.

Ese Jesús que aparentemente no dice nada, pero sin embargo con su presencia lo está diciendo todo, es un milagro impresionante.

Y por eso sí, vamos a pedirle al Señor que nos haga muy eucarísticos, que nos dé ese don de sentirnos atraídos por la eucaristía y recibir así la vida eterna.