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Literatura para Oír
Literatura para Oír #1201 El centenario de un desaparecido - Haroldo Conti (Argentina)

Literatura para Oír #1201 El centenario de un desaparecido - Haroldo Conti (Argentina) 4jn2w

26/5/2025 · 28:49
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Literatura para Oír

Descripción de Literatura para Oír #1201 El centenario de un desaparecido - Haroldo Conti (Argentina) 26134t

*Realizador: Jorge Echavarría. *Lector: Carlos Ignacio Cardona. Argentino y de 76 años, autor de una prolífica obra, con más de 100 obras publicadas, César Aira ganó en España el Premio Finestres de narrativa en castellano, con su novela En El Pensamiento, una excepcional evocación de la infancia y de la figura del padre. El Premio Finestres de narrativa en castellano, dotado de 25.000 euros, es concedido por la Fundación Finestres de Barcelona, desde 2020. Aira ha figurado hace años en las especulaciones sobre el Nobel, pero ya se le han otorgado previamente premios prestigiosos como el Konex en 2 oportunidades, una beca Guggenheim, El Roger Caillois, el Iberoamerica de narrativa Manuel Rojas y el Formentor. Es también ensayista y destacado traductor. La novela ganadora se desarrolla en un pueblo perdido de la inmensa pampa argentina, donde apenas hay un par de calles y un puñado de casas, y un niño con un padre que está comprando la aldea entera. 4a2j2z

Lee el podcast de Literatura para Oír #1201 El centenario de un desaparecido - Haroldo Conti (Argentina)

Este contenido se genera a partir de la locución del audio por lo que puede contener errores.

Programa de Radio Bolivariana, de la Universidad Pontificia Bolivariana, Medellín, Colombia.

El centenario de un desaparecido, Aroldo Conti, Argentina, hoy en Literatura para Oír.

Aroldo Pedro Conti nació hace 100 años, el 25 de mayo de 1925, en Chacabuco, ciudad al noroeste de Buenos Aires. Escritor de novelas y cuentos, periodista, piloto, guionista, maestro rural, profesor de filosofía y latín. Junto a Rodolfo Walsh, Antonio Di Benedetto, Juan José Saer y Héctor Tizón, conformó la llamada Generación del 60.

En 1940 ingresó en el Seminario Metropolitano Conciliar de Villa de Voto, estudios que abandonó siete años más tarde para ingresar en la Facultad de Filosofía y Letras, donde se graduó en 1954. En 1962, publicó su primera novela, Sudeste, que obtuvo el primer premio del concurso organizado por Fabril Editora.

Luego vinieron sus obras Todos los Veranos, Con otra gente y en vida, el libro de cuentos La balada del álamo Carolina y la novela Más caro, ganador de premios como El casa de las Américas, El barral, El otorgado por la Universidad Veracruzana. En la madrugada del 5 de mayo de 1976, Conti fue secuestrado por una brigada del Batallón 601 de Inteligencia del Ejército, dentro del plan de eliminación de cualquier voz disidente emprendido por la dictadura militar, y desapareció, sin dejar rastro y a pesar de la intercesión de varias personalidades. En 1980, el dictador Videla confirmó su muerte, pero sus despojos siguen sin encontrar descanso.

Tras Conti quedó una frase que escribió en su escritorio, en latín, declaración explícita de su valiente posición frente a los terribles tiempos que atravesó su país. En recuerdo de su centenario abruptamente trunco estos textos. Esta entrevista, de la que compartimos algunos apartes, fue publicada bajo el título Un Simple Trabajador, y se realizó el 15 de junio de 1975, con motivo de la aparición de su libro de cuentos La balada del álamo Carolina.

Un Simple Trabajador, por Eber Cardoso y Guillermo Boido. La opinión 15 de junio de 1975.

¿Cómo Aroldo Conti vino a resultar un escritor? Habría que contar la historia de uno mismo. La cosa empezó de esta manera.

Yo era alumno de una escuela de pupilos. En aquel tiempo no había cine y reemplazábamos esa diversión dominical con unas funciones de títeres. Yo me ocupaba de escribir los libretos que, como en todas las series, se acababan en el momento de mayor suspenso y se continuaban en el próximo domingo. Así nació en mí una parte de esa vocación por la literatura.

La otra parte se la debo a mi padre. Él siempre fue un gran cuentero y lo es todavía. Es un hombre de pueblo que cuenta y cuenta cosas, como toda la gente de pueblo, que a veces no tiene otra cosa que hacer. Mi padre era un viajante, un tendero ambulante, y yo salía a recorrer el campo con él.

Se encontraba con la gente y antes de venderle nada se ponía a charlar y contar cosas. Así recibí ese hábito de contar oralmente. Un día, en el colegio de curas donde estudiaba, se me ocurrió escribir una novela misional sobre aventuras de misioneros en tierras extrañas.

La novela se llamaba Luz en Oriente. No me acuerdo si la terminé. Así fue naciendo la cosa. Después ingresé a la facultad de filosofía y letras y hubo una época de silencio en la que me dediqué a estudiar y voluntariamente dejé todo ese tipo de inquietudes. Por ese camino acabé siendo un triste profesor de escuela secundaria. Hace 20 años que enseño latín. Después se me dio por el teatro. En aquella época estaban en boga los teatros independientes. La experiencia fue dramática.

En esa época la Municipalidad de Buenos Aires había organizado jornadas de teatro leído en el Odeón. Se seleccionaban obras de autores noveles y se leían en público. Lo lamentable era que el público estaba constituido por aquellos que habían sido rechazados en el concurso. En cuanto los actores comenzaban con el parlamento, los del público, que estaban con una bronca negra, se levantaban y empezaban a despodricar contra la obra. Y eso fue lo que me pasó a mí y me borré para siempre del teatro. Por aquellos años conocí el Delta, uno de los metejones de mi vida. Me dediqué

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