Ladrones de sueños 2t4t42

Sueña cuentos.

Historias para niños que sueñan despiertos.

Los ladrones de sueños.

¡Jo! ¿Cómo me gustaría llegar a ser astronauta? Viajar al espacio, flotar, ver la Tierra desde lejos.

Lo dices como si fuera imposible.

Es que que yo sea astronauta es imposible.

¡Shh! No digas eso.

Si terminas de pronunciar esa frase, invocarás a un ladrón de sueños.

¿Un ladrón de sueños? ¿Eso qué es? Los ladrones de sueños o robasueños son unos serecillos que aparecen cada vez que alguien dice cosas como yo jamás podré, eso es imposible, nunca llegaré a ser.

Frases de ese tipo son como unas palabras mágicas que los invocan.

Entonces el ladrón de sueños, ¡pluf! Agarra nuestro sueño y se lo guarda en un inmenso bolsillo que tiene por vestido.

Y así es como nuestro sueño desaparece para siempre.

Te lo estás inventando.

Que no, que no, que es 100% cierto.

Está bien, pues ya nunca más diré que un sueño es imposible.

El problema es que no es tan fácil.

Porque los robasueños también aparecen cuando otra persona nos dice que un sueño es imposible y nos lo hace creer.

Ni siquiera hace falta que lo digamos en voz alta.

Con creernos lo que la otra persona nos dice, ¡pluf! El sueño desaparece.

Pues vaya.

Por eso hay que estar muy seguro siempre de uno mismo y no hacer caso de quienes nos hacen creer que no podemos cumplir un sueño.

Verás, te voy a contar un cuento que me contaba mi abuela cuando era pequeña.

Una historia para que tú, y todos los sueñacuentos que nos escuchan, os fijéis en lo importante que es la confianza en uno mismo.

Hace muchos, muchos años, en una aldea muy remota, vivían dos hermanos mellizos.

Cuando eran pequeños, los niños habían escrito en un papel todos sus sueños.

Los habían metido en una caja de metal y los habían enterrado en el bosque.

Se dijeron que el día que cumplieran 20 años, desenterrarían la caja y verían cuántos de aquellos sueños habían logrado hacer realidad.

Vale, ya está hecho el agujero en la tierra.

Ahora saca el papel con tus sueños y mételo en la caja.

¿Qué has puesto en tu papel, Annabella? He puesto que me convertiré en una pintora famosa, que poseeré una gran manada de caballos salvajes, a los que yo misma domaré.

Además, crearé una nueva fruta, la más deliciosa que nunca nadie se haya llevado a la boca.

Iré probando con injertos de las más deliciosas hasta dar con la creación perfecta.

Y también he escrito que me casaré con un príncipe.

¿Y tú, Gabriel? Yo he puesto que me convertiré en un hombre sabio, el más sabio del que se tenga memoria en todo el reino.

Y seré juez, viviré en una casa en un árbol y aprenderé el lenguaje de las ardillas.

¡Adiós, cajita de sueños! ¡Nos vemos dentro de unos años! Lo cierto es que aquel ritual fue mucho más que un juego.

Desde el mismo día en que enterraron la cajita, los hermanos se lo tomaron muy en serio.

La niña comenzó por dibujar. Se fijaba en las cosas que había a su alrededor e intentaba pintarlas.

En poco tiempo tenía una gran carpeta llena de dibujos de todo tipo.

¿Qué guardas en esa carpeta que llevas siempre contigo? Son mis dibujos. Cuando sea mayor seré una gran pintora.

¿En serio? ¿Me los dejas ver? ¡Claro! No son buenos dibujos. Parecen hechos por un niño pequeño.

No tienes talento. Jamás llegarás a ser una gran pintora.

El problema no fue lo que aquella niña le dijera. El problema fue que Anabela se lo creyó.

Entonces un ladrón de sueños apareció de repente y ¡pluf! Se guardó en su bolsillo el sueño de ser pintora de Anabela.

Su hermano, por el contrario, no se dejó desanimar de su sueño de ser el hombre más sabio que se recordara en el reino.

Aun a pesar de que fueron muchas las personas que intentaron hacerle pensar que no sería capaz.

Entre ellas su maestro.

Esos libros que usted lee y que carga siempre de un lado para otro no van a enseñarle nada útil.

Más le valdría escuchar a su maestro y olvidarse de las paparruchas que dicen esas páginas.