El Gato al Agua | 25/04/25 5i3o2j

Muy buenas noches, señoras, caballeros, bienvenidos al Gato al Agua.

La verdad es que entre la semana de la polémica del Valle de los Caídos, la Semana Santa y esta semana de honras fúnebres papales, llevamos un mesecito en el que solo se habla de religión.

Lo cual no está nada mal para una sociedad que es la más antireligiosa que han conocido los tiempos, para una civilización que supuestamente, de hecho lo es, es la más antireligiosa que se ha conocido jamás y para un país que se supone que ya había dejado de ser católico.

Pues mire, ¿usted por dónde solo se habla de eso? Y me parece que el asunto merece alguna reflexión a cómo será la cosa que, me parece que fue ayer en la Asamblea de Madrid o anteayer, que salió una diputada socialista diciéndole a Isabel Díaz Ayuso que recuerde que el sexto mandamiento es no mentiras.

Bueno, eso se puso ya solo en evidencia, el sexto, como usted sabe, es otro.

En fin, bueno, mire, es la atmósfera de los tiempos y me parece que es enormemente llamativo.

¿Por qué? Pues porque en buena medida, toda la sociedad está formada sobre la convicción de que había una plena separación, por supuesto, iglesia-estado, pero no solo eso, sino también confesión religiosa-vida cívica e incluso moral religiosa-moral civil.

Ya dijo Fernando Sabater hace unos años, y no es en absoluto un pensador religioso, que había que reconocer que el intento ilustrado, desde finales del XVIII, de construir una moral laica alternativa a la moral religiosa, había fracasado.

No había fracasado porque racionalmente no fuera concebible, sino porque a la hora de pasar a la práctica, solo ha degenerado, porque esa es la palabra, en una suerte de moral individualista, hedonista, que es lo contrario de cualquier moral, y te queda un vago recuerdo, en fin, una cosa humanitaria, sentimentaloide, emocional, que ciertamente no construye una moral cívica.

Bueno, ahora estamos en un momento decisivo.

Mire usted por dónde, incluso los que hacen gala de trabajar contra la religión católica, están todos opinando sobre cómo tiene que ser el próximo papa.

¿Sabe usted lo que significa esto? Significa que, incluso más allá de la fe personal, hoy, en Europa muy particularmente, la civilización cristiana sigue existiendo.

Y entonces la pregunta es, ¿qué significa exactamente eso de civilización? Uno de los mejores momentos de esta Semana Santa ha sido el tuit del Progre de turno, que dice, que vergüenza que haya manifestaciones religiosas por la calle en pleno siglo XXI, y Javier Villamor le contestaba, siglo XXI después de Cristo.

Claro, es que todo es una atmósfera religiosa, y hay que reconocerlo, insisto, al margen o complementariamente con la fe personal.

¿Eso qué significa? ¿Qué reflexión podemos hacer? Se puede reconstruir una civilización cristiana, o más bien, podemos reconstruir el reconocimiento elemental de que, queramos o no, estamos en una civilización cristiana, y eso, ¿qué consecuencias tiene? Porque tiene consecuencias, claro, políticas, sociales, económicas.

Me parece que es uno de los temas más importantes que tenemos ahora adelante, particularmente los europeos, que habíamos llegado a la conclusión, al parecer, de que había que dejar la religión en la casa de uno, y que así todo funcionaría mejor, hasta que hemos importado masivamente una religión que no se puede dejar en la casa de uno, porque es una religión política, como es el caso del Islam.

Pues son preguntas que hay que hacerse, son preguntas que los que nos gobiernan no quieren hacerse, se obstinan en no hacerse, pero nosotros estamos aquí para tocarles a todos ellos, los pelendengues, incluso mucho más.

Así que hoy hablaremos, entre otras cosas, de eso.

Gato de Viernes, Gato de Úsares, y con nuestra generala, nosotros vamos a repasar lo que tenemos hoy en el menú de la cantina.

Platos.

Bueno, es la semana, evidentemente, y el debate que yo creo que hay que hacer.

¿Ha dejado la iglesia mejor o peor, Francisco, después de 12 años de pontificado? Bueno, vamos, usted sabe que aquí toda la semana llevamos tratando este asunto, intentando hacerlo de la forma más serena y objetiva posible.

Es decir, aquí no estamos ni en la papolatría, ni en hay que bien enterremos a los españoles a la gente que se muere, ni, por otra parte, en la descalificación absurda.

Me parece que son preguntas que hay que hacerse.

Bueno, pues una de ellas, ésta, es fundamental.

De paso nos preguntaremos, según la respuesta, ahora qué es lo que había falta.

Siempre sobre la cuestión religiosa, mire usted por dónde la semana se abría con la polémica.