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NOVELAS DE AGATHA CHRISTIE
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EL BUDA CELESTE

EL BUDA CELESTE 62t6j

11/5/2025 · 09:17
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NOVELAS DE AGATHA CHRISTIE

Descripción de EL BUDA CELESTE 25526r

Rama, el iluminado hijo de Maya, ha llegado al mundo y desde sus más tiernos años ha empezado a dar muestra de inteligencia, grandeza y sabiduría, como se fue previsto. 135m23

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Este contenido se genera a partir de la locución del audio por lo que puede contener errores.

El Buda Celeste, 1914. Eloy Farinha Nuñez. El Buda Celeste. Rama vino a la vida planetaria con todos los signos orgánicos de los avatares de Gautama Buda, el iluminado y sabio hijo de Maya.

Por designios superiores inexcrutables, su cuerpo había sido elegido para reencarnarse en él, el divino Sakyamuni. Cuando los sacerdotes, enterados del suceso, vieron las señales sagradas en el cuerpecito de la criatura predestinada, indicaron a sus padres la educación que debían darle hasta que tuviera uso de razón, después de lo cual se alejaron dando alabanzas a los dioses por su clemencia infinita. Aunque el cuerpo de Rama era puro como el vaso que contiene un perfume, la boca de una mujer o la sombra de una vaca, se lo bañó con agua traída del gange sagrado. A medida que crecía, iba creciendo también en inteligencia y en virtud.

Celebraban todos la piedad del adolescente que tan tempranas muestras daba del alto fin para que había sido designado. Muchos creían ver en sus palabras y en sus actos la propia historia de Buda Impúver. Cuando su entendimiento adquirió el desarrollo suficiente para darse cabal cuenta de la enorme responsabilidad que pesaba sobre él, sus padres le revelaron el misterio de los signos de su cuerpo, en el cual volvería a ahumanarse Sakyamuni.

Tal como el loto se abre a la claridad de la luna en el centro de un lago, así florecería en su espíritu el Buda Celeste, el Buda místico que gusta de buscar su aposento en el alma de los bienaventurados. Rama se maravilló de la revelación y dijo no sin pena a sus padres. El maestro manda. Abandona tu casa.

Intentaron disuadirle de su propósito, mas como ya se sentía atraído hacia la vida contemplativa y eremítica, ratificó su intento y dejó a los suyos. Partió al Tíbet, a la región más desolada y abrupta del Tíbet, para entregarse allí, lejos de la mirada de los hombres, con todas sus potencias y sentidos, en un fervor inextinguible a la lucha contra el sufrimiento y a la emancipación final de una nueva existencia y de nuevos círculos de dolor. Por revelación sobrenatural e intuición infusa, sabía que sólo en el estado de perfección nirvánica, la crisálida de su alma se transformaría en la mariposa del Buda Celeste.

Como se consideraba impuro todavía e indigno, por ende, de la encarnación excelsa que iba a consumarse en su espíritu, comenzó a atormentarse de un modo inaudito y atroz. Durante un año entero estuvo parado al aire libre, con los brazos abiertos y la cara clavada en lo alto, soportando inalterable los ardores del sol, las lluvias, las tempestades y los granizos, insensible a todo lo que le rodeaba. Las serpientes venenosas pasaban por su lado sin perturbar su semblante, y los pájaros venían a posarse sobre sus brazos inmóviles, tomándolos por ramas.

Cuando terminó tan tremenda mortificación, hizo un examen de conciencia y notó que no se habían extinguido aún en él las fuentes de la vida, del mal y del deseo. Lo único que sacó de tamaño tormento fue una torpícolis, gracias a la cual ya no miró en lo sucesivo las cosas de la tierra, sino las sublimidades del cielo, aunque según la doctrina hermética, lo que está arriba es como lo que está abajo. Rama decidió aumentar el rigor de sus ejercicios y puso en práctica a dicho fin las pruebas más terribles inventadas por la fecunda imaginación de los ermitaños con el intento de borrar de su ser hasta el último vestigio de la animalidad original.

Primero había sido mineral, después fue planta, más tarde animal, ahora era hombre y necesitaba, por consiguiente, transformarse en espíritu para convertirse finalmente en Dios. Por espacio de cincuenta años, labró primorosamente el tabernáculo que debía hospedar a Buda, castigando con ferocidad sus instintos, sus impulsos y sus sentidos, y resistiendo a las tentaciones de los espíritus malignos. Visiones voluptuosas, apariciones de valladeras, nenúfares, mágicos panoramas del pecado, se presentaban a su vista con harta frecuencia.

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