
Tiempo de silencio (monólogo final de Pedro) - Luis Martín-Santos 5s3w4b
Descripción de Tiempo de silencio (monólogo final de Pedro) - Luis Martín-Santos 5u5r2f
Tiempo de silencio (monólogo final de Pedro) - Luis Martín-Santos Voz y montaje de Manuel Alcaine 3l1b1a
Este contenido se genera a partir de la locución del audio por lo que puede contener errores.
Tiempo de silencio.
Monólogo final de Pedro.
Luis Martín Santos.
Pero yo, ¿por qué no estoy más desesperado? ¿Por qué me estoy dejando capar? El hombre fálico de la gorra roja terminada en punta de cilindro rojo, con su fecundidad inagotable para la producción de movimientos rectilíneos, ahí se está paseando orgulloso de su gran prepucio rojocefálico, con su pito en la mano, con un palo enrollado, dotado de múltiples atributos, que desencadenarán la marcha erecta del órgano gigante que se clavará en el vientre de las montañas, mientras yo me estoy dejando capar.
Hay algo que explica por qué me estoy dejando capar y por qué ni siquiera grito mientras me capan.
Cuando castraban los turcos a sus esclavos en las playas de Anatolia para fabricar eunucos de cerrario, es cosa sabida que se les dejaba enterrados en la arena de la playa y que, a muchas millas de distancia, los navegantes en alta mar podían oír interrumpidamente, tanto de día como de noche, sus gritos de dolor o, más bien, quizá gritos de protesta o despedida de su virilidad.
Sistema eficaz de asegurar la asepsia, enterrados hasta media cintura en la arena, que es una sustancia limpia, absorbente, que no permite que se pudran las secreciones, que las elimina y que carece de gérmenes patógenos impregnada en yodo y otras sales marinas de acción carminativa.
Pero mejor esto de ahora, en que, efectivamente, no sólo se grita, sino que ni siquiera se siente dolor y, por tanto, no se puede servir de faro acústico a los incautos navegantes.
Pero ahora no.
Estamos en el tiempo de la anestesia.
Estamos en el tiempo en que las cosas hacen poco ruido.
La bomba no mata con el ruido, sino con la radiación alfa, que es en sí silenciosa, o con los rayos de Deutones, o con los rayos gamma, o con los rayos cósmicos, todos los cuales son más silenciosos que un garrotazo.
También castran como los rayos X, pero yo ya total paraqué.
Es un tiempo de silencio.
La mejor máquina eficaz es la que no hace ruido.
Este tren hace ruido, va traqueteando, y no es un avión supersónico de los que van por la estratosfera, en los que se hace un castillo de naipes sin vibraciones, a 20.000 metros de altura.
Por aquí abajo nos arrastramos y nos vamos yendo hacia el sitio donde tenemos que ponernos.
Tenemos que ponernos silenciosamente, a esperar silenciosamente que los años vayan pasando y que silenciosamente nos vayamos hacia donde se van todas las florecillas del mundo.
Pero no me siento suficientemente desesperado.
Siento un placer muelle en este arcaico instrumento que galopa, galopa, galopa como un animal, con su traqueteo ruidoso de efecto hipnótico que hace coincidir su ritmo con el del electroencefalograma y que por un sistema de acomodación idéntico al que emplean los negros en las tribus primitivas con sus tam-tam en las noches de fiesta y bailando, bailando, consiguen ellos, sí, dichosos, llegar al famoso éxtasis, mientras que aquí ni a no el sueño se consigue.
Si llegara al éxtasis, si cayera al suelo y pateara ante la misma cara del predicador viajero, podría convertirme en un hombre.
Comentarios de Tiempo de silencio (monólogo final de Pedro) - Luis Martín-Santos 6v5w3n