
Descripción de El Susurro de Hjørundfjord 55e38
En este episodio de El Narrador de Historias, te llevamos hasta los fiordos de Noruega, donde el eco de una presencia olvidada ha comenzado a despertar. “El Susurro de Hjørundfjord” es el primer capítulo de la saga Los Custodios del Umbral, una serie que explora los secretos detrás de los sellos que resguardan nuestra realidad de entidades antiguas. Una historia de locura, oscuridad y susurros que no todos pueden soportar… 🎧 Disponible en: Spotify, Amazon Music, Apple Podcast, Castbox, iVoox, iHeart Radio y YouTube Podcast. 📩 ¿Tienes una historia o experiencia paranormal? Envíala a: [email protected] o [email protected] 🎙️ Síguenos, suscríbete y acompáñanos cada semana en El Narrador de Historias. 122t5o
Este contenido se genera a partir de la locución del audio por lo que puede contener errores.
El árbol de historias Esta noche comenzaré con los escritos que me dieron los custodios del mural.
Este es el primer sello.
Los susurros de Hurinfo.
Hay lugares que no figuran en los mapas.
Rincones del mundo donde el tiempo parece haberse detenido.
O peor aún, donde el tiempo ha huido.
Esta noche quiero contarles sobre uno de esos lugares.
Un fiordo al oeste de Noruega, rodeado de montañas cubiertas de nieve y bosques tan densos que ni el sol se atreve a entrar.
Hurinfo, la aldea del susurro.
Hace más de un siglo, Hurinfo era una aldea pequeña pero próspera.
Cazadores, pescadores, familias que vivían en paz bajo la tutela del bosque y el hielo.
Hasta que una noche de invierno comenzaron los murmullos.
Primero, solo eran ruidos en las cabañas, voces sin dueños que susurraban nombres, secretos y cosas imposibles.
Al principio, los ancianos creyeron que eran los espíritus del bosque.
Pero no, aquello no pertenecía al bosque.
Eso era más antiguo.
Era más hambriento.
Los aldeanos comenzaron a comportarse de forma extraña.
Se encerraban en sus casas, no dormían.
Y los pocos que lograban conciliar el sueño, despertaban gritando con sangre saliendo de sus oídos.
Decían que algo les hablaba desde adentro.
En cuestión de semanas, la mitad de la aldea se había suicidado.
Algunos se arrocaron al fiordo.
Otros murmuraban cosas incomprensibles mientras se abrían la garganta con herramientas de pesca.
Y siempre, siempre, estaba ese susurro.
Constante, persistente, seductor.
El único que sobrevivió fue un anciano llamado Johann Christophersen.
Fue él quien desesperado escribió una carta a un remitente desconocido.
Esa carta fue interceptada por la orden que hoy conocemos como los custodios del umbral.
Ellos llegaron una madrugada sin luna.
Cuatro figuras vestidas con túnicas negras, portando sellos de piedras y recipientes de bronce.
Traían símbolos cabalísticos, cantos en lenguas olvidadas y un libro escrito con sangre y oído.
Johann no volvió a hablar.
Dicen que uno de los custodios lo tocó en la frente y cayó dormido para siempre.
Su cuerpo fue enterrado en un círculo de sal y ramas de fresa.
La entidad conocida como Murmunoz no se encontraba en un lugar físico.
Era una conciencia, un susurro sin boca, que habitaba el aire mismo de Jüringfjord.
Para contenerla, los custodios erigieron una piedra rúnica en el centro del pueblo.
En ella, grabaron el primer sello.
Una espiral inversa rodeada por siete números cabalísticos y un nombre en latín.
Tras el ritual, los árboles dejaron de susurrar, el viento se detuvo y los cuerpos dejaron de moverse.
Los custodios sellaron la entrada del pueblo y lo borraron de los registros.
Hoy, Jürgenfjord es sólo un nombre que aparece en un par de libros viejos y en los mapas más antiguos de Noruega.
Pero, ¿qué era realmente Murmunoz? Según el libro negro de la orden, fue una entidad que nació en el vacío antes del lenguaje, alimentada por el pensamiento y el miedo.
Cada palabra que escuchaba, la volvía más fuerte, más cercana.
Por eso, incluso hoy los custodios advierten que jamás debe pronunciarse su nombre en voz alta, más de una vez.
Y que si alguna noche escucha su nombre,
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