La Monja del Colegio 3f1b6d

Esta noche en el narrador de historias traemos una historia escalofriante que nos llegó por correo electrónico. El remitente Carlos T. nos compartió una experiencia que vivió hace años cuando aún estudiaba en un colegio antiguo del centro de la Ciudad de México.

Este es su relato, y nosotros lo hemos nombrado la monja del colegio.

Hola soy Carlos, lo que les voy a contar no sé si fue una pesadilla o qué fue lo que ocurrió, pero llevó años sin poder olvidarlo. Estudiaba en un colegio que ya tiene más de 100 años en el centro histórico, un lugar que siempre tuvo fama de estar embrujado, pero nunca le presté atención. Decían que las monjas que fundaron la escuela habían terminado haciendo pactos con fuerzas obscuras, pero claro, eso solo eran rumores, eran dimes y diretes de chicos que estábamos en la escuela.

Una tarde después de clases me quedé para ayudar a la conserje a limpiar un aula, algo antigua, que ya nadie usaba. Era un lugar oscuro, con muebles cubiertos por sábanas blancas, la luz apenas se filtraba por las ventanas rotas. Al principio no me sentí incómodo, pero luego comencé a escuchar algo, algo demasiado extraño. Fue un sonido bajo, como un canto, como si alguien estuviera rezando, pero la voz sonaba vacía. Miré por la ventana, pero todo estaba en silencio.

Yo seguía escuchando ese murmullo y decidí investigar. Fui al final del pasillo y entonces la vi, una figura de una monja, parada frente a una puerta cerrada. Nunca pude verle su rostro, pero llevaba un hábito antiguo, gris. Al acercarme no me respondió.

—Hermana, ¿está bien? Pero cuando llegué a su lado, solamente me pronunció algo.

Me sentí helado, como si me hubiera caído un balde de agua fría. En ese momento la figura de la monja desapareció. No caminó, no corrió, solo se desvaneció. Me quedé paralizado de miedo y al mirar hacia la puerta, era la habitación de la monja que fundó la escuela. Una monja que, según dicen, nunca había sido vista después de su muerte.

Esa noche no pude dormir, y en los días siguientes muchas veces veía a esa misma monja parada en la esquina del colegio, siempre entre las sombras, observando. Nadie más la veía, solo yo. Lo más extraño es que en la iglesia de la escuela nunca volvieron a tocar su campana.

Nadie volvió a ver su figura después de mi encuentro.

No quiero regresar a ese lugar, ya no puedo. Mi historia es más que una leyenda urbana, algo más oscuro que habita en esos pasillos. Si alguna vez visitan un colegio viejo con arquitectura de hace siglos y ven a una monja que no pueden identificar, mejor no se acerquen.

Amigos, hay lugares donde las sombras no pertenecen al pasado, y hay presencias que no dejan descansar aquellos que se atreven a buscarlas. Yo soy el narrador de historias, y esta fue una más que te acompañará por siempre.