Programa 19 Bertín Osborne y Albert Rivera 146i45

Seguro que te has fijado alguna vez, una gota cualquiera, una entre un millón, de pronto cae sobre el cristal y empieza a avanzar en el sentido contrario al de la marcha, cobra vida, parece que sabe hacia donde va y se encuentra con otra gota a la que cualquiera diría que la estaba esperando y la arrastra y se la lleva consigo y de pronto ya no hay dos gotas, solo hay una cada vez más grande, cada vez más rápida, que sigue avanzando contra todo pronóstico y contra corriente y ya no se puede separar una gota de la otra porque siguen su propio camino nuevo, porque siguen viajando con Chester.

Como fan de sentar en el Chester, a la gente que no se calla, hoy tenemos la suerte de contar con alguien que sufre incontinencia verbal. Le preguntes sobre lo que le preguntes, el tío te regala un título y luego está que canta, que es de buena familia, que algún día heredará un título nobiliario y que es guapo, aunque a veces eso de tener una cara pueda ser también una cruz.

Debo decir que no coincidimos en nada en cuanto a ideología, creencias y política y sin embargo empatizo enseguida con quien la vida y la muerte se han cebado con una hazaña fuera de lo normal. Me han dicho que le molesta mucho que le llamen señorito andaluz, que siempre acaba hablando de mujeres y que es incapaz de abrir la boca sin decir tacos. Veamos si todo eso es verdad.

Madre mía. ¿Estás viendo a las chavalas ahí sueltas y se pone como nosotros en fin de semana? ¿A quién me suena esto? Bertín Osborne. ¿Cómo estás? ¿Qué tal? Muy bien.

Encantado de conocerte. Igualmente. Por fin. Yo estaba deseando también, te diré. ¿Sí? Sí, sí.

Ya te contaré por qué. No, porque sí, porque me divierte lo gordo que eres y tengo que preguntarte si eres así de normal en televisión, que me ha hecho siempre muchísima gracia.

Pero soy súper amable con todo el mundo. ¿Sí? Yo veía los programas tuyos nada más que por ver la burrada que le ibas a decir al que fuera. Pues ahora ves por qué. Oye, primero de todo, primero, joder, íralos el sofá, ya sé que ha habido un curro aquí. Ah, muy vaquero, macho, es verdad.

Claro, como todo yo. Eres el vaquero patrio. Sí, sí, efectivamente. Venga, por favor, toma asiento.

¿Cómo estás? Oye, mira, yo te quiero proponer, yo creo que va a ser la primera conversación en la que te voy a prohibir hablar de mujeres. Y decir tacos. Y decir tacos. Vale. ¿Cómo lo sabías? Porque me lo dicen siempre, lo de los tacos me lo dicen siempre. Joder, macho. Lo de las mujeres no, porque al revés, me preguntan siempre de eso, que me ocurre una barbaridad. ¿Verdad? ¿Y no estás harto ya? Hasta las narices. Basta ya, ¿no? Sí, sí. Además, estoy convencido que la mitad es todo mentira.

Esto es mentira, si es todo aquí por imagen. Ya, ya, por eso. En el fondo me gustan los legionarios.

Un saludo a todos los legionarios que nos estarán mirando. Pues si te parece, pasamos de ellas.

Sí, sí, perfectamente, venga, vale. Vale, y luego ya. Muy bien. Oye, señorita andaluz, te voy a llamar señorita andaluz, a ti. ¿A mí? ¿Por qué? Sí, porque lo eres.

Brillantina a la otra volta, pantalón ancho y sin volta, con botitas moca, señorito.

Babe club en discoteca, entre whisky y pa... Pero si eso no existe ya, hombre. Bueno, míralo. Eso ya no existe, hombre.

Es la actualización. Bueno, actualización. Mira, los señoritos andaluzes vivían de las rentas.

Yo desde los 18-19 trabajo como un burro. Ya, tío, pero no naciste bajo un puente.

Hay muchísima gente que no ha nacido bajo un puente. Precisamente. Naces de una buena familia, empresarios, gente con dinero...

Pero desde el primer coche hasta la última camisa me la has dejado.