
Poesía en Sol Oscuro: El Soñador lee seis poemas de Lovecraft 19456g
Descripción de Poesía en Sol Oscuro: El Soñador lee seis poemas de Lovecraft 1d561q
Lovecraft no sólo tiene alucinantes relatos de horror cósmico; también escribió poemas que se mueven entre lo onírico y lo siniestro. Nuestro personaje conocido como El Soñador lee en este audio seis poemas del maestro del horror sobrenatural. Esperamos que os gusten... y que os evoquen lugares neblinosos y terribles. Para conocer las historias y personajes de Sol Oscuro, visita: https://soloscuroelblog.blogspot.com/ Créditos: la música de fondo son temas libres de copyright pertenecientes a Fesliyan Studios (https://www.fesliyanstudios.com/es/). Las voces han sido creadas con ElevenLabs. 4t244t
Este contenido se genera a partir de la locución del audio por lo que puede contener errores.
Si existe alguien que merezca el título de Maestro del Horror Sobrenatural es, sin ninguna duda, Howard Phillips Lovecraft.
Algunas personas podrían discutir sobre la calidad superior de algunos de sus herederos, pero ninguno de ellos estaría ahí si Lovecraft no hubiese abierto a los humanos las puertas del horror, más allá de las estrellas.
Si bien hubo antecesores como Poe o Lord Dunsany, Lovecraft fue el primero que nos mostró a una humanidad reducida hasta la más cruel insignificancia frente a un cosmos terrible, omnipotente, incomprensible e idiota, frente al que no tenemos ninguna posibilidad.
Él fue quien puso la semilla de todo un panteón de dioses inconcebibles, cuya sola visión podía conducir al hombre hacia la locura.
Pero si bien la prosa de Lovecraft es bastante conocida, menos lo son sus poemas.
Versos oníricos que, aunque no muestran todo el terror descarnado, no dejan de ser inquietantes.
Abre tu mente ahora y escucha seis piezas en verso del maestro del espanto cósmico y profundo.
Cierra los ojos y deja que sus palabras conjuren para ti una entrada al bello y al tiempo pavoroso mundo de los sueños.
No sé si existió alguna vez ese mundo perdido que flota oscuramente en el río del tiempo, pero lo he visto a menudo, envuelto en una bruma violeta y brillando débilmente al fondo de un sueño borroso.
Había extrañas torres y ríos con curiosos meandros, laberintos de maravillas y bóvedas llenas de luz y cielos llameantes cruzados por ramas, como los que tiemblan ansiosamente momentos antes de una noche invernal.
Grandes marismas llevaban a costas desiertas conjuncales donde revoloteaban aves inmensas y en una colina ventosa había un pueblo antiguo con un blanco campanario cuyos repiques vespertinos resuenan aún en mis oídos.
No sé qué tierra es esa, ni me atrevo a preguntar cuándo o por qué estuve o estaré allí.
Alienación. Su carne sólida nunca se había alejado, pues el amanecer lo encontraba en el mismo lugar, pero cada noche su espíritu adoraba vagar por abismos y mundos distantes del día ordinario.
Había visto Yadid y conservado su juicio interior, había vuelto indemne de la región goórica, hasta que el espacio curvo fue atravesado una noche pletórica por una insistente llamada del vacío exterior.
Despertó aquella mañana convertido en un anciano y desde entonces nada ha vuelto a parecerle igual.
Nebulosos, indistintos, los objetos flotan en torno a él, como el misterioso plan de fingidos fantasmas.
Su familia y sus hijos.
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