
Descripción de Lucifer: Soledad Hambrienta 4t5q5z
En Providence han desaparecido varias personas, y todas parecen tener relación con la clausurada residencia para ancianos de Santa Agatha. Pero hay algo más oscuro detrás de este caso, algo que nadie habría esperado encontrar... Un audiorrelato de la antiheroína Lucifer, de nuestro universo de ficción superheroica de Sol Oscuro. Más historias de Lucifer en: https://soloscuroelblog.blogspot.com/search/label/Lucifer Créditos: La música inicial y final ha sido compuesta con Suno. Las voces, con ElevenLabs. La música de fondo corresponde a varios temas libres de Copyright de Fesliyan Studios. 1i621t
Este contenido se genera a partir de la locución del audio por lo que puede contener errores.
Me llamo Eva Amery. Me llamo Lucifer.
En noches como esta, en las que sobrevuelo el cielo de Providence envuelta en mi traje ceñido de plata y luz, soy ambas personas.
La escritora fracasada y el arcángel más magnífico de la hueste celestial habitando dentro de mi cabeza, guiándome y préstandome parte de su poder.
Lo cierto es que nunca he tanteado los límites de lo que soy capaz de hacer cuando su presencia está dentro de mí. Tengo miedo de hacerlo.
Siguiendo su voz, llego hasta un callejón solitario y me paro en una terraza elevada, apagando mi luz. La voz me indica que calle y espere.
Un minuto más tarde aparece caminando el inspector Frederick Morgan.
Se cubre con su gabardina, resguardándose del frío.
Tiene edad suficiente para acariciar la jubilación, pero no debería hacerlo.
Es un lobo viejo, un buen policía, el mejor que hay en esta ciudad, y un hombre cabal que ha elegido por vocación enfrentarse a los monstruos para que otros no tengan que hacerlo. Su rostro de piel oscura, surcado de arrugas, se confunde en las sombras del callejón.
Desciendo, posándome suavemente frente a él, Frederick da un respingo, pero se repone pronto.
Por los clavos de Cristo, hija, ¿quieres acabar con mi corazón? ¿Qué haces aquí? Me estaba buscando. Es cierto.
La voz me lo reveló, aunque no me dijo por qué.
Maldita sea, lo cierto es que sí.
Pero ven, alejémonos un poco de la calle principal.
¿Tienes algún tipo de señal que pueda proyectar en el cielo cuando necesite pedirte consejo? Cuando sea necesario lo encontraré yo a usted, inspector.
El inspector Frederick gruñe.
Nos resguardamos en un soportal.
Él hace ademán de coger su cajetilla de cigarrillos cuando recuerda lo poco tolerante que soy con el maloliente humo de esas cosas.
Corta el gesto a medias y se frota el mentón.
Un tic habitual en él cuando busca poner en orden sus ideas.
Tenemos cuatro desapariciones.
Demasiado cercanas en el tiempo para mi gusto.
Además, hay detalles que me llevan a pensar que todas forman parte del mismo caso.
Rosa Chalmers, 34 años, ama de casa.
Joel Banks, 14 años, estudiante en el med school.
William Pembers, 39 años, electricista.
Y ayer por la mañana, Betty Dainton, de 15 años.
¿Alguno de los nombres te dice algo, por casualidad? Niego con la cabeza.
No se me ocurre que pueden tener en común esas cuatro personas.
Parecen tan poco relacionadas entre sí como...
Me detengo.
El inspector adivina mis pensamientos.
Como en el caso del cuco.
Pero en eso podemos estar tranquilos.
Ese cabrón sigue entre rejas.
Hemos tenido que recurrir al mejor de los fiscales y estirar la ley como un maldito chicle para poder mandarlo a Iron Walls.
Si buscaba mi ayuda, no creo que fuera por un puñado de desaparecidos sin una pauta visible.
Chica lista.
Verás, todas las pistas apuntan a que las tres primeras personas se dirigieron en algún momento a un mismo sitio.
Las tres fueron vistas dirigiéndose a, o en las cercanías de, la antigua residencia para ancianos de Santa Ágata, en las afueras de la ciudad.
Conozco el nombre.
Hace ya varios años la visité en una ocasión porque me pareció un lugar idóneo para ambientar una historia tétrica.
Luego dejé de prestarle atención hasta que se anunció que la residencia cerraba después de la pandemia del VN-19.
Como puedes imaginar, mis chicos y yo peinamos el lugar.
Baldosa a baldosa.
Cada armario, guardilla, habitación y sótano.
Pero no encontramos el menor rastro.
Si esas personas fueron allí, se volatilizaron.
Desaparecieron.
Tampoco vimos nada que indicara que otras personas, aparte de nosotros, hubieran estado allí en los últimos meses.
¿Y dice que fueron vistos yendo hacia allí? ¿Por su propio pie? A Chalmers.org.
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