LA LUPA. Los políticos españoles, y con ellos España, ante Trump 2l6p3m

Bienvenidos, esto es El Español Digital, la verdad sin complejos, nuestro programa a la lupa y yo soy Paco Vendala. Quiero hacer una pequeña reflexión, no muy larga, pero creo que importante por lo que estamos viendo una vez más con nuestros políticos, en este caso referente a Trump, a cómo se comportan con él. Con él llegó el apocalipsis, según parece ser, y aquí yo creo que no nos enteramos.

Bueno, vamos a ver, entre los graves problemas que aquejan nuestra patria, que son muchos y muy graves, además de la corrupción y la degeneración moral, que es galopante ya, es impresionante, pues está el de la inmensa mediocridad de nuestros dirigentes políticos de todo nivel. Bueno, políticos, militares, judiciales, policiales y yo creo también empresariales, etcétera.

Yo creo que de verdad del rey, bueno, éste y el anterior, su padre, pues del rey incluido, por supuesto, abajo todos. La mediocridad es la tónica general y además sin que hoy por hoy yo creo que podamos salvar a ninguno, ni hay avisos de que la cosa cambie, porque los siguientes que parece que llegan son casi peores, que ya es difícil.

Bueno, donde tal cosa, tal hecho, esa de la mediocridad queda tan bien y no menos en evidencia, pues además de lo interno, pues es en lo externo, es decir, en la concepción y desarrollo de nuestra política exterior. ¿Tenemos de verdad la política exterior desde hace 50 años? Yo creo que no, pues además de su concepción y desarrollo de la política exterior cuando han estado en el gobierno, también en sus respectivas relaciones personales externas, es decir, con otros dirigentes.

He llegado al poder Trump y con él el apocalipsis, como he dicho antes, pues dicha mediocridad está quedando en evidencia hasta límites inconcebibles, demostrando no sólo que no saben ni por asomo quién es, quién es Trump, pero tampoco saben lo que son los Estados Unidos, los de ahora y los de hace tiempo y los del más allá y los que vendrán seguramente. Vamos a ver, por un lado Sánchez, el sátrapa, opta por la vía de la confrontación directa, lo que dicen el choque de trenes.

Claro que el tren de los Estados Unidos es bastante más gordo, como su botón nuclear le dijo Trump en su anterior mandato al norcoreano. Pues eso, opta por la confrontación directa, Sánchez, por la chulería, el reto, la bronca, dejándose llevar, pues, por su sectarismo y fanatismo ideológico, por su mala leche que la tiene, por su peor bilis, por su egocentrismo, por su endiosamiento y porque considera que, al igual que aquí, que se le traga todo, pues también Trump acabará por aguantarle los desplantes.

¿Por qué? Bueno, porque él, Sánchez, lo vale. Por otro lado, en el otro extremo del péndulo tenemos a Abascal, que está claro que ya no vive sino para y por Trump.

Y está dando de verdad un espectáculo penoso, adotando cada día más la postura sumisa del buen Lacayo, cuando no la del títere, y yo diría casi ya la del bufón, porque es que ya vale. Y en la nada, como siempre, pues, Feijóo y su Partido Popular, que como en todo, pues, ni está ni se le espera. Esto es lo que tenemos, digamos, ahora también los otros. Bueno, el resto, los separatistas y los comunistas, pues, que aquí los tenemos de los dos tipos y de toda realidad, pues, cada uno es lo suyo.

Uno, los separatistas, porque su provincianismo, ese catetismo que tiene, pues, le lleva simplemente a estar a la espera de poder sacar alguna tajada para mayor gloria, pues, de su cueva donde andan metidos. Los otros, los comunistas, porque además de no lograr quitarse las orejeras ideológicas, siguen que en otros tiempos bastante tienen ya con despedazarse, enfangados en sus degeneradas costumbres sexuales que sospechábamos y que ahora vemos, en las que han caído todos. Bueno, también ellas, porque ahora se quejan y dicen que les hicieron, pero ¿y por qué no se quejaron y lo denunciaron en su momento? En fin.

Así, tanto Sánchez como Abascal desconocen que para los Estados Unidos, o parecen desconocer, sea quien sea su presidente, no existe ni amigos ni enemigos, que todos los que se han quedado