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Audios recopilados por Mario
Jorge Campoamor - Aparición de la ciudad de ERKS

Jorge Campoamor - Aparición de la ciudad de ERKS 502y1r

19/4/2025 · 19:17
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Audios recopilados por Mario

Descripción de Jorge Campoamor - Aparición de la ciudad de ERKS 4q36w

Desde el corazón de la docta Córdoba Capital, donde las historias suelen tejerse con el hilo de la tradición y la sorpresa, el Profesor Jorge Campoamor y su entrañable amigo, el Doctor Enrique Pascual – ambos espíritus curiosos y observadores de la realidad que los circunda – atesoran en el cofre de sus recuerdos un lustro singular, comprendido entre los años 2015 y 2020. Fue en la geografía mística de la Quebrada de Luna, paraje ubicado al norte del siempre enigmático Capilla del Monte, donde el destino les tenía reservada una experiencia que trascendería los límites de lo tangible. El vínculo que los condujo a este escenario de asombro se había forjado tiempo atrás, en la atmósfera cómplice de una charla dedicada a los misterios que pueblan la bóveda celeste. Allí conocieron a Miriam y su esposo, un matrimonio de semblante sereno y sabiduría ancestral, quienes, con la calidez de la hospitalidad serrana, los invitaron a explorar los secretos que aquella tierra guardaba. En el silencio profundo de la quebrada, donde el viento susurraba leyendas entre las rocas milenarias, una sensación gélida calaba los huesos de los visitantes. Sin embargo, en un instante que desafió las leyes de la física y la razón, mientras la mirada de Jorge se posaba en un punto impreciso del horizonte, el frío se desvaneció como por arte de magia. Ante sus ojos atónitos, como surgida de las entrañas mismas del planeta, la esquiva y legendaria ciudad intraterrena de ERKS se manifestó. No como una visión etérea o difusa, sino con la tangible presencia de construcciones blancas y puras, de líneas arquitectónicas que evocaban la serenidad y el misterio de las lejanas tierras de Oriente Medio. La sorpresa lo embargó, la incredulidad danzó por un instante en su mente, antes de ser eclipsada por la fascinación de lo inexplicable. Curiosamente, Enrique, a su lado, no lograba discernir aquella maravilla. Miriam, con una sabiduría ancestral reflejada en sus ojos, explicó con voz suave que ERKS no se revela a la simple mirada, sino que requiere la visión del corazón, una apertura del alma que trasciende los límites de la percepción ordinaria. Y entonces, el prodigio continuó su curso para Jorge. Una luz de un azul vibrante e intenso, como un espíritu etéreo desprendido del cielo o de las profundidades de la tierra recién revelada, irrumpió en la escena. Con una gracia ingrávida, esta luminiscencia danzó en el aire, acercándose al testigo absorto hasta rozar los límites de su percepción, pasando a escasos cinco metros de su asombro. Aquel instante, suspendido en el tiempo y bañado por el fulgor azulado, se grabó en la memoria de Jorge como un sello indeleble, una prueba palpable de que la realidad, a veces, se desdobla para mostrar sus velos más secretos y maravillosos a aquellos que saben mirar con el alma. La Quebrada de Luna, testigo silenciosa de este encuentro extraordinario, quedó para siempre ligada a la historia de Jorge y, aunque de manera diferente, también a la de Enrique, un relato que resonaría en sus vidas como un eco constante de lo inesperado y lo trascendente, recordándoles la existencia de mundos que se ocultan a la mirada superficial. 2u318

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Vos sabés que esta situación, después algún día si querés hacer una entrevista, lo que fuera, la podemos hacer con el Dr. Pascual también, porque lo vivimos los dos en ese momento.

Hace varios años atrás, cuando dimos una charla en la oficina del Dr. Pascual, fue antes de la pandemia, o sea que hace unos cuantos años atrás, fue mucha gente, y al terminar la charla que la dio el Dr. Pascual y otro señor, se quedó un matrimonio ahí esperando que nosotros limpiáramos, acomodáramos la silla, etcétera, etcétera.

Y bueno, voy al punto directamente. Esta señora decía que tenía os desde que era joven y nos invitaba que en cualquier momento nos iban a llevar a la zona de, justamente, de los Terrones Onamira, donde cuando a ella le dijeran se iban a aparecer estos seres. Y bueno, quedó solamente la idea ahí.

Me recuerdo que era un día viernes, Mario, y el esposo dijo, sí, sí, yo los llevo, los busco y los llevo. Vamos a ir en dos autos, primero en un auto, después en una camioneta, porque hay que entrar muchos kilómetros tierra adentro. Y bueno, fue así que esta señora y el marido nos llevaron al Dr. Pascual y a mí. Hicimos el transbordo de auto a camiones, etcétera. Yo te lo resumo directamente. Y al dejar la ruta y entrar por tierra de, perdón, por caminos de tierra que entraba un solo auto, porque era una sola huella, la señora cada, no sé, cierta cantidad de metros, kilómetros, para darte una idea, se bajaba y hacía una oración.

Se ponía delante de la camioneta y hacía una oración. Y nos decía ustedes, bueno, recen un padre nuestro, en lo que ustedes crean, pero quédense adentro, no se bajen. Bueno, y sí, lo hizo repetidas veces, quizás tres, cuatro veces, ¿viste? Hasta que llegamos al lugar y subimos a una loma. Y al subir en esa loma, Mario, era temprano, era temprano, quizás que eran las cinco de la tarde, una cosa así. Y bueno, subimos, había un frío, así yo fui con, muy, muy abrigado, porque la señora dice que sí, que venga usted también.

Y el Dr. Pascual le dijo, no, pero tiene problemas de pulmones. No, no, no, que él venga también. Así que me fui reabrigado, ¿no? Te imaginas, parecía que me iba a la Antártida. Y el Dr. Pascual dos por tres me pregunta, Jorge, ¿está bien? Porque si no, la señora decía, no, sí está bien, él va a estar bien. Subimos a esa loma y de pronto el viento frío se calmó. No hubo más viento. Y empezó, Mario, empezó a hacer calor, a hacer calor, había una brisa caliente.

Y en un momento la señora se acercó a mí y me dijo, Jorge, sí, a su lado hay dos seres altos, muy altos, están dos a su izquierda y uno a su derecha. Ah, le digo, pero yo no los veo, ¿no? Está bien, no sea problema. Usted siga mirando para allá, reze. El Dr. Pascual también le dijo, usted mire y vea. En resumen, vos veías allá a lo lejos todo un valle, se veía todo, todo un valle desde la loma. No había nada, ni un pájaro, no había nada, nada. Y resulta que yo mire para todos lados así, ¿viste? Y me dijo, ¿cómo estás, Jorge? Bien, le digo, señora, estoy bien, estoy bien.

¿Ve algo raro, distinto? No, no, le digo, estoy bien. ¿Tengo que cuidarme por el frío? No, no sea problema porque lo estamos cuidando, me dijo. Bueno, gracias, le dije. Y vos sabés que empezó a oscurecer, Mario, y a mi derecha, te digo, porque yo estuve mirando para todos lados, paradito ahí. No había nada, pero a mi derecha, al oscurecerse ya, apareció como si fuera un pequeño pueblo, todo blanco.

Todas las casas eran blancas y los techos eran cóncavos. No sé si esto te lo conté. Es muy, muy iluminado. ¿Sobre qué eran blancas? Parecían esas casas, no sé, de Túnez, de Arabia, unas cosas así.

Y la señora después se acercó también a mí y me dijo, ¿qué estás viendo, Jorge? No, le dije lo que veía, esa, ese caserío blanco, todo muy iluminado. Dice, ¿usted está viendo la ciudad de Erx? ¿Cómo la ciudad? Sí, dice, esa es la ciudad de Erx. Y el doctor Pazcua le dice, ¿dónde, dónde? Porque no, no veo nada.

Y ella le dijo, ¿lo que pasa que Jorge ve con el corazón? Le digo, no, no se vaya a ofender el doctor Pazcua.

No, Jorge, me dijo él.

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