
Historia de Colombia Capítulo 2: ¡La India Catalina narra como fue el Encuentro de Dos Mundos! h24o
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¡Una nueva aventura histórica en Cuentazos del Tiempo! 🌊 En el Capítulo 2 de la Historia de Colombia, La India Catalina nos cuenta el encuentro de dos mundos: la llegada de los españoles en 1499 y el choque con los pueblos indígenas. Descubre las riquezas de los Muiscas, las resistencias de los caciques y las primeras ciudades como Cartagena. Escucha ahora y explora este momento clave. 📖 Sigue la serie: https://open.spotify.com/show/6LQpY0wHGYI0lPF4SQUDPX?si=bcb96bc13f444d80 🎵 Suscríbete para más historias épicas. #CuentazosDelTiempo #HistoriaDeColombia #LiteraturaInfantil #PodcastParaNiños" 312i68
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Capítulo 2. El encuentro de dos mundos. Contado por mí, la India Catalina.
Hola amigos caminantes de la historia. Soy yo otra vez, la India Catalina, quien ha visto desde las montañas y los ríos cómo cambió nuestra tierra.
Hoy vengo a contarte uno de los momentos más importantes y más duros de nuestro pasado, cuando llegaron los hombres del otro lado del mar, los que venían montados en caballos, cubiertos de metal brillante y con banderas que nunca habíamos visto antes.
Era el año de 1499 cuando esas grandes naves comenzaron a tocar las costas del norte.
Primero fue Alonso de Ojeda, junto con Juan de la Cosa y el famoso navegante Américo Vespucio.
Recuerdo que nuestros pueblos, que llevaban siglos viviendo en armonía con el sol, el agua y la tierra, los miraron con curiosidad, sin saber que ese encuentro cambiaría todo para siempre.
Yo era aún muy joven cuando comenzaron las expediciones más constantes.
Algunos de esos hombres venían buscando riquezas, otros querían nuevas tierras, y unos más decían que traían la palabra de un solo Dios.
Pero nuestros dioses vivían en los ríos, en la montaña, en el maíz y en la luna.
¿Cómo podíamos entendernos si hablábamos idiomas distintos, si nuestras creencias eran tan diferentes? Muchos de mis hermanos y hermanas creyeron que esos visitantes eran enviados del cielo.
Y al principio hubo intercambios, oro por espejos, comida por cuchillos de hierro.
Pero muy pronto la ambición empezó a mostrar su verdadero rostro.
Ya no venían a compartir, sino a conquistar.
Empezaron a someter pueblos, a quemar aldeas, a llevarse a los más fuertes como esclavos y a destruir nuestros templos sagrados.
Fue entonces cuando llegaron los conquistadores más conocidos.
Rodrigo de Bastidas exploró las costas del Magdalena y fundó Santa Marta.
Luego vino Pedro de Heredia, quien fundó Cartagena, la ciudad que más marcó mi destino.
Pero antes que él, llegaron hombres con espadas que no entendían nuestras canciones ni nuestros silencios.
Nos miraban como si no tuviéramos alma.
A mí me secuestraron en uno de esos viajes.
Me llevaron lejos, al territorio que ahora llaman República Dominicana.
Allí aprendí su idioma, sus costumbres, sus formas.
Fui testigo del dolor de otros pueblos que también fueron arrancados de su tierra.
Y cuando Pedro de Heredia llegó a estas tierras, me llevó como traductora, como mediadora.
Él decía que yo ayudaba a evitar guerras, pero yo sabía que mi presencia era usada para que sus intereses avanzaran.
Así y todo, siempre traté de proteger a mi gente, de advertirles, de pedir compasión.
Recuerdo los rostros de los caciques, dignos, valientes, tratando de negociar con honor.
Muchos de ellos cayeron luchando.
Los más famosos fueron el gran cacique Calamari, que resistió ferozmente en lo que hoy es Cartagena, y el cacique Tairona en la Sierra Nevada, que jamás se rindió.
Fueron héroes silenciosos, cuyas historias no están en los libros que se escribieron después, pero que siguen vivas en nuestras montañas.
Uno de los momentos más importantes ocurrió con el encuentro de Gonzalo Jiménez de Quesada con los muiscas.
Ese conquistador subió por el río Magdalena buscando la leyenda de El Dorado, ese lugar mítico donde decían que los indígenas bañaban a su líder en polvo de oro.
Lo que encontró fue una civilización refinada, con mercados, caminos, leyes y arte, pero también quiso someterla.
En 1538 fundó la ciudad de Santa Fe de Bogotá, sobre tierras que habían sido del Sipabacatá.
Años más tarde, Sebastián de Belalcázar llegó desde el sur, desde lo que hoy es el Ecuador.
También fundó ciudades, Popayán, Pasto, Cali.
En todas partes, los pueblos indígenas resistieron como pudieron.
Hubo alianzas, traiciones, pero sobre todo hubo mucha sangre.
Los españoles trajeron no solo armas, también enfermedades que jamás habíamos conocido.
El sarampión, la viruela y otras fiebres arrasaron aldeas enteras.
Nuestros sabios curanderos no podían hacer nada.
Se morían niños, ancianos, guerreros.
Aquello fue una tragedia silenciosa que pocas veces se menciona, pero que nos hizo perder a millones.
Y sin embargo, hubo momentos en que los mundos se tocaron sin violencia.
Algunos españoles se enamoraron de estas tierras y sus gentes.
Aprendieron nuestras lenguas, respetaron nuestras creencias.
También hubo mestizaje.
Yo misma soy ejemplo de eso.
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