
Descripción de La feria de Sevilla 66b25
Unos amigos que van juntos a la feria de Sevilla, estando uno de ellos enfermo con la barriga suelta y lía una tremenda cuando se sube a una atracción. 4n5l35
Este contenido se genera a partir de la locución del audio por lo que puede contener errores.
HISTORIAS PARA RECORDAR CON VERÓNICA AVENTURA Y JESÚS GUAYS Buenas, ya está aquí la Feria de Abril, otro año más.
Los volantes de lunares, los farolillos, las casetas con sevillanas, los caballos y los cacharritos, como no, la calle del infierno, llena de luces y ruido que a los niños y jóvenes vuelve loco y a los que llevamos peinando cana nos agobia un poco.
Esta nueva historia para recordar este humor va de ir un día a la feria, de una amistad con unos valores que yo no sé si en estos tiempos existe.
Ese ayudar a un amigo por encima de todo, aunque a veces nos fastidiemos nosotros mismos.
Esta historia nos va a sacar una bonita sonrisa y quién sabe si no un recuerdo de algún momento un poco comprometido.
Recordaros lo que siempre os digo, que si tenéis poemario, novela u obras de alguna otra índole y queréis que yo os lea unos párrafos, pues te espero a que nos hables en las redes sociales Facebook, obras de Verónica Aventura o YouTube y historias para recordar, para hacerlo de forma gratuita.
Sin más, empezamos con la historia de La Feria.
La Feria Mis queridos oyentes, perdónenme ustedes que no sea entendida en los nombres tan dicharacheros y divertidos que tienen los cacharros de La Feria, pero si yo lo describo a ustedes, que soy muy avispado, seguro que sabréis a qué atracción me refiero.
Era una barra de metal ancha y que subía para el cielo unos 10 metros, o más o menos, donde un anillo con sillones para que se sentara la gente subía por ella y se dejaba caer a caída libre.
Allí la gente reía, gritaba y cada uno gestionaba sus emociones como podía.
Pues era la feria de la ciudad y Pepe se encontraba algo maluscón de la barriga.
Pero su amigo Lolo, que el pobre no ligaba nunca, le había pedido el favor que la acompañara a la feria porque por fin había podido quedar con la niña de sus sueños, aunque solo como amigos, mientras sus padres hacían negocios sentados en la silla de una caseta, comiendo y bebiendo mientras la sevillana los volvía locos.
Para Lolo eso era lo más parecido a tener una cita.
En fin, que a Pepe le entró ese amor fraterno, ese darlo todo por un amigo que ligaba menos que la mona de Tarzán en Nueva York y decidió ir a la feria con él, con Nati, como se llamaba la muchacha en cuestión, y una amiga que la pobre vestía muy bien pero tenía un ojo mirando para Jervé y otro para Madrid.
Llevaba gafas, eso sí, y era de última moda y simpática era un rato, ya que Nati no hablaba, no hablaba, no se reía y andaba de milagro.
Pues llegan los cuatro a la calle del infierno y empieza Nati en cuestión a quererse montar en los coches locos.
Lolo intenta montarse con ella, pero ella, descarada como una niña mimada, lo manda a paseo y se mete en el coche con su querida amiga, la fea.
Esta última solo hacía saludar a Pepe, que se había quedado esperando sin montarse, mientras que su amigo Lolo andaba dando vueltas solo en su coche intentando chocarse con la chica para buscar algo de o.
En fin, una vez terminada esta etapa, las muchachas se fueron a subir a aquel cacharro que describí al principio, pero esta vez Lolo le pidió a Pepe que se montara con él.
Pepe declinó la oferta, pero allí estaba su amigo con aquellos ojos lagrimosos y aquellas palabras de autocompasión.
Yo no ligo nunca.
Tengo que conquistarla, pero ¿qué se le va a hacer? Como tú ligas mucho, yo te ayude con tu ex.
En fin, que lo convenció, aunque su estómago no estaba para muchos trotes.
Se suben los cuatro de tal forma que antes estaba la fea, luego Pepe, seguido de Lolo y por último Nati.
Pepe siente que el estómago le da un huelco, pero piensa que no llegará la sangre al río.
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