
Ep. 32. Miguel de Álava, el general que recuperó el arte expoliado por Napoleón 1n3v4v
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Nuevo episodio de Ilustres olvidados, un podcast dedicado a personajes desconocidos de la historia de España. Hoy hablamos sobre Miguel Ricardo de Álava, un general que recuperó las obras de arte expoliadas por Napoleón y luchó en Trafalgar y Waterloo 608f
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¡Hola! ¿Cómo están? Bienvenidos a Ilustres Olvidados, un podcast de The Objective en
el que hablamos de figuras del pasado de España que han protagonizado grandes hitos
y hazañas, pero a quienes la historia ha decidido no recordar. Les habla, como todas
las semanas, Jaime Cervera. En el capítulo anterior hablamos de Francisco
Salva Campillo, precursor de uno de los dispositivos de comunicación más importantes de su tiempo,
el telégrafo. Hoy nos centraremos en la figura de un militar de lo más polifacético que
destacó en el campo de la política y hasta del arte. Su nombre, Miguel Ricardo de Álava.
A lo largo de la historia se han producido varios expolios famosos de obras de arte. Entre
los más célebres figuran los objetos que hoy forman parte de la colección del British
Museum y que proceden de Egipto, Nigeria o Grecia, como los mármoles del Partenón.
También es bien conocido el saqueo de obras de arte que los nazis llevaron a cabo por
toda Europa, que se calcula en 600.000 lienzos y esculturas, un buen puñado de los cuales
todavía no ha vuelto a sus legítimos dueños. Pero poco se habla, sin embargo, del pillaje
que se gastaron las tropas de Napoleón cuando invadieron España durante la Guerra de la
Independencia. El general Corso, que en tan baja consideración tenía a nuestro país,
se olvidó de sus prejuicios para rapiñar cuadros de Van Dyck, Tiziano, Rubens, Rivera,
Murillo, Velázquez y hasta el contemporáneo Goya.
El expolio napoleónico en España fue sistemático. El proyecto del emperador francés era engordar
la colección del museo que había creado en París unos años antes, que entonces llevaba
el nombre del propio Napoleón, pero que hoy conocemos como el Louvre. Para ello, un puñado
de sus generales se afanaron por llevarse cuantas obras pudieron de España, en muchas
ocasiones bajo amenazas de muerte a sus legítimos dueños. Los conventos figuraron entre sus
víctimas favoritas, pero también la nobleza no asada. En total, las tropas de Napoleón
se llevaron más de 2.500 cuadros solo de Madrid y Sevilla.
Pero ¿qué tiene esto que ver con nuestro protagonista de hoy? Pues todo. Sin embargo,
hablemos antes de su trayectoria. Miguel Ricardo de Álava nació en Vitoria, en 1772. Por
influencia de su tío Ignacio María de Álava, marino ilustre, el joven Miguel se decantó
también por la carrera militar, primero en el Regimiento de Infantería de Sevilla y
después en la Armada. Eran tiempos convulsos en los mares y en los campos de batalla europeos,
por lo que a Álava no le faltaron contiendas de lo más variadas. Sus destinos la llevaron
a defender Ceuta y más tarde a Constantinopla, Italia, Chile, Manila, Nápoles o Martinica.
En la mayoría de casos, sus enfrentamientos fueron contra navíos británicos, la otra
gran potencia naval de la época. El más famoso de ellos fue, claro, la Batalla de
Trafalgar, en 1805. Pese a la sonora derrota de la flota franco-española, su mérito en
el combate le valió el ascenso a capitán de fragata.
Fue en Vitoria, durante un permiso, donde al joven militar le sorprendió el estallido
de la Guerra de la Independencia. En aquel momento se inició también la carrera política
de Álava, al ser nombrado diputado del Consejo de Vitoria. Durante la guerra protagonizó
diversas acciones militares de mérito, luchando a las órdenes del general Castaños, el héroe
de Bailén, y más tarde del duque de Wellington, con quien trabó una estrecha amistad. Acabó
la contienda como uno de los generales españoles de más renombre, a lo que añadió el honor
de proclamar oficialmente la Constitución de Cádiz en Madrid.
Como premio a sus hazañas, fue nombrado embajador en Países Bajos por recomendación
de Gran Bretaña. Pese a ello, por sus ideas liberales, Álava fue uno de los purgados
por Fernando VII durante el sexenio absolutista. Incluso llegó a pasar más de dos meses en
prisión, acusado de falsos delitos.
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