Enigmas de la Historia P19 La batalla de Trafalgar La Mili Helena de la Cruz 2u5b4c

Bienvenidos una vez más a nuestra cita con la historia y sus secretos.

¿Les gustan los relatos sobre historias navales? ¿Creen que es posible que una persona haga de mediadora entre los espíritus desencarnados y los que estamos vivos? Tanto si afirman o niegan, les recomiendo que no se pierdan el programa de hoy.

Van a quedar realmente impresionados. Empezamos con otros enigmas de la historia.

A finales del año 1805, a lo largo y ancho de cien kilómetros de la costa de Cádiz, el mar expulsaba sobre las playas los rastros de una temible batalla naval.

Aparejos, maderas y hombres vivos y muertos aparecían ante los ojos aterrados de las numerosas personas que acudieron a socorrer a los náufragos sin distinción de banderas.

El resentimiento palideció ante la dimensión de un desastre que había causado más de 5.000 muertos y 4.000 heridos.

¿Pero cuál era el motivo de tal batalla? Pues el motivo no era otro que los ataques ingleses a naves españolas que no cesaron de aumentar a lo largo de 1804, hasta que el 5 de octubre varias fragatas británicas atacaron un convoy español procedente de América y hundieron un barco con pasajeros civiles.

Y hasta aquí llegó la paciencia de España, que declaró la guerra a Gran Bretaña el 12 de diciembre de 1804 y firmó un tratado de alianza con Francia el 4 de enero del año siguiente.

El escenario de tan trágico suceso fue una extensión de mar situada frente al cabo de Trafalgar, que desde entonces entraría en la historia y nos dejaría un nombre en la memoria nacional, el del valiente Cosme Damián Churruca.

La bahía de Cádiz se encuentra cercada por una escuadra británica, capitaneada por el terrible almirante Nelson, que espera ansioso la ocasión para proporcionar un golpe decisivo a la flota franco-española.

Pese a ello, el almirante francés Pierre Charles Silvestre de Villeneuve, sin ser consciente de las consecuencias, se apresta a cumplir rápidamente las instrucciones de Napoleón y hacerse a la mar.

El 8 de octubre convoca una reunión en su buque insignia, el Bucentaure, en la que los españoles sabiamente aconsejaron esperar a los británicos en la bahía y no arriesgar inútilmente la salida ya que los barómetros están bajando y anuncian tormenta.

Aquí lo único que baja es el valor, exclama el contraalmirante francés Charles Magón, inflamando los ánimos y dudando de la bravura de los hispanos.

El brigadier español Dionisio Alcalá Galeano, enfadado, arroja sus papeles al suelo y reta al francés a un duelo que nunca va a poder suceder porque, aunque ambos lo ignoran, van a perecer en pocos días.

Al final, con el consentimiento de Villeneuve, se decide permanecer en Cádiz, esperando mejorar la defectuosa preparación de algunas marinerías para el combate.

Sin embargo, transcurridos diez días, un rumor hace que un escalofrío recorra el cuerpo de Villeneuve.

El almirante Rossili viene de camino para sustituirle, así que Villeneuve decide jugarse todo a una carta para restituir su honor mancillado.

Ordena, sin calcular las consecuencias, la salida de la flota combinada.

Reprochando esta decisión irreflexiva y convencido del sangriento combate que se avecina, el brigadier Cosme Lamián Churruca le expresa a un familiar que se encuentra a sus órdenes.

Despídete de tus padres, porque mi suerte será la tuya.

Antes de rendir mi navío lo he de volar o he de echarlo a pique.

Cuando Rossili llega a Cádiz, el desastre ya se había consumado.

Hasta el amanecer del 20 de octubre, la flota combinada no pudo dejar la bahía debido a la falta de viento.

Se componía de 33 navíos de línea, 18 ses y 15 españoles.

Entre ellos el más grande de la época, el barco de la Real Armada Española Santísima Trinidad, al mando del general Balthasar y de su equipo.