Enigmas de la Historia P 27 EL HOMBRE DE LA MÁSCARA DE HIERRO 1g166u

Bienvenidos a un Enigmas de la Historia que hoy va a ser algo literario. Hoy queremos contarles la historia de un mito, de un rumor no confirmado, que ha pasado a ser en nuestras mentes casi irreal en esa época de la historia que hemos idealizado, llena de valor, honor y caballeros. Empezamos otro Enigmas de la Historia. Llámame maldito. El hombre cuya voz casi fue ahogada por la tormenta estaba vestido completamente de negro, una especie de fantasma, con la cabeza cubierta con un caso negro y una máscara negra, algo terrible de contemplar.

He de reconocer que soy un enamorado de la obra de Alejandro Dumas, sin duda uno de mis escritores de cabecera del prolífico siglo XIX. La reina Margot, el conde de Montecristo, los Tres Mosqueteros… Son tantas, tantas las obras donde Dumas representó, romantizó y con su sutil crueldad también criticó esa Francia tan irada por la historia como llena de miserias.

Y hoy quiero detenerme en una de sus novelas más épicas y apasionantes. ¿A quién no le gusta una buena historia de venganza, verdad? Les hablo del Vizcón de Braillelón. En ella, Alejandro Dumas creó una imagen seductora del hombre de la máscara de hierro que inspiraría películas y fortalecería el lugar de la misteriosa figura en la cultura popular.

Pero debo advertirles que tal hombre encerrado y con semejante trozo de hierro en el rostro no fue una creación de Dumas, sino que el autor se inspiró en una misteriosa leyenda surgida casi 200 años antes. Contaban los callejones parisinos la historia de un misterioso prisionero que había sido arrestado y encarcelado en secreto en Francia. Décadas encerrado en mazmorras oscuras y húmedas, terminando en la Bastilla. Estrechamente vigilado, lo mantuvieron sin más compañía que los pétreos muros, donde nadie pudiera escuchar, ni tan siquiera el rumor de lo que pudiese tener que decir y por supuesto donde aquel desterrado no pudiera pronunciar su nombre.

Estaba custodiado por un guardián al que se le ordenó matarlo si hablaba de cualquier otra cosa que no fueran sus necesidades. El guardián, sin embargo, mostró un gran respeto por este preso, incluso de pie, sombrero en mano en su presencia. Porque en la historia de Dumas no se trataba de un prisionero cualquiera. Era uno de los hombres más destacados del país. Según la leyenda, el cautivo se vio obligado a usar una máscara de hierro sobre su rostro para ocultar su identidad.

Y dos mosqueteros estaban listos para matarlo si alguna vez se la quitaba. El motivo de tal cautiverio era un secreto de estado. Y tras su muerte, su celda fue limpiada y raspada. Tus miserables muebles fueron destruidos y sus ropas quemadas. De su cuerpo, quien sabe, a nadie debía importarle. ¿Y su alma? Su alma quedó eternamente confiada a Dios. Otro hombre ilustre que estaba intrigado por esta leyenda fue el escritor francés Voltaire, quien investigó la historia del prisionero y la horrible máscara que figuradamente le habían obligado a usar.

Descubrió que lejos de ser una fábula, el hombre de la máscara de hierro había existido realmente. Era un prisionero que vivió en la época de Luis XIV, quien reinó entre 1643 y 1715 y que era tan magnamente conocido como el Rey Sol. Voltaire especuló que sólo había una razón por la que un prisionero desconocido tendría que ocultar su rostro. Se parecía al único hombre que todos los ses reconocerían instantáneamente, el mismísimo Rey Sol. Voltaire concluyó que el prisionero debía haber sido el hermano gemelo secreto del rey Luis XIV.