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CRÍMENES QUE MARCARON ESPAÑA
El caso del niño de Somosierra

El caso del niño de Somosierra 4i573d

20/5/2025 · 19:39
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CRÍMENES QUE MARCARON ESPAÑA

Descripción de El caso del niño de Somosierra 2z2y5

Es la madrugada del 25 de julio de 1986, en el Puerto de Somosierra, un paso montañoso entre Madrid y Segovia. Un camión cisterna, cargado con 25.000 litros de ácido sulfúrico, acelera a 150 km/h, choca, vuelca, y desata el caos. Sus ocupantes, Andrés y Carmen, mueren, pero su hijo, Juan Pedro, de 10 años, no está. Una furgoneta blanca, un bulto misterioso, y un tacógrafo, abren un enigma que lleva 39 años sin respuesta. Esta es la historia del niño de Somosierra. 4o4t5f

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Es la madrugada del 25 de julio de 1986, en el puerto de Somosierra, un paso montañoso entre Madrid y Segovia.

Un camión cisterna, cargado con 25.000 litros de ácido sulfúrico, acelera a 150 kilómetros por hora, choca, vuelca y desata el caos.

Sus ocupantes, Andrés y Carmen, mueren, pero su hijo, Juan Pedro, de 10 años, no está.

Una furgoneta blanca, un bulto misterioso, y un tacógrafo, abren un enigma que lleva 39 años sin respuesta.

Esto es, Crímenes que marcaron España.

Hoy, el caso del niño de Somosierra.

Detrás de los hechos, conozcamos las personas clave de este relato.

Juan Pedro Martínez Gómez, un niño de apenas 10 años, se desvaneció del mapa en una de las desapariciones más enigmáticas de la historia criminal española, un vacío inexplicable que aún hoy resuena.

Originario de la tranquila localidad murciana de Fuente Álamo, Juan Pedro era un torbellino de curiosidad, con una mirada vivaz que reflejaba su inteligencia precoz, una sonrisa tímida que iluminaba su rostro de niño y un corte de pelo pulcro y corto.

Estudiante aplicado, su viaje al norte de España, una aventura prometida por sus padres, era la merecida recompensa a sus excelentes calificaciones escolares.

Vestido con su camiseta roja favorita, subió al imponente camión cisterna de su padre, embargado por la emoción de una escapada familia.

Nadie, en aquel momento, podía presagiar que aquel viaje se convertiría en un laberinto de misterios sin resolver, un eco constante de una ausencia imborrable.

Andrés Martínez Navarro, el padre de Juan Pedro, un hombre que rondaba los 40 años, era un camionero curtido, con la piel bronceada por el sol implacable y las incontables horas al volante, marcas imborrables de la dureza de su oficio.

Sus manos, ásperas y callosas, testimoniaban su dedicación al trabajo, su voz grave y pausada reflejaba una humildad profunda.

Recientemente, había realizado una inversión considerable para asegurar el futuro de su familia.

Un camión cisterna valorado en 25 millones de pesetas.

Con la ilusión de compartir un tiempo valioso con sus seres queridos, tomó la decisión de llevar a su esposa e hijo en ese viaje con destino a Bilbao, un gesto de cariño que, sin saberlo, sellaría sus destinos de una manera trágica e inesperada.

Carmen Gómez López, la madre de Juan Pedro, una mujer de alrededor de 38 años, era el corazón del hogar, su vida tejida con los hilos del cuidado y la dedicación absoluta a su hijo.

Su cabello, recogido con esmero, enmarcaba un rostro de serenidad y una mirada cálida que transmitía afecto incondicional.

Protectora y cariñosa por naturaleza, acompañó a su esposo e hijo en aquella travesía, emocionada ante la perspectiva de vivir juntos una experiencia familiar memorable.

Su presencia en la cabina del camión era el símbolo de la unidad y el amor maternal que sostenían a la familia Martínez Gómez.

Su muerte en el fatídico accidente dejó un vacío insondable, una herida abierta en el alma de quienes la amaron.

Juan García Legaz, hermano de Carmen, y por lo tanto, tío de Juan Pedro, tenía unos 45 años en el momento en que la tragedia golpeó a su familia.

De carácter fuerte y determinado, con el cabello llacanoso y una mirada penetrante, se erigió como el principal motor de la desesperada búsqueda de su sobrino desaparecido.

Sin recursos económicos que lo respaldaran, pero con una tenacidad inquebrantable alimentada por el amor familiar, desafió la inexplicable inacción policial y emprendió una investigación paralela, movido por una esperanza que se resistía a extinguirse.

Su lucha, incansable, por desentrañar la verdad y encontrar respuestas a la angustiosa desaparición de su sobrino, lo convirtió en un símbolo de perseverancia, un faro de amor familiar en medio de la oscuridad y la incertidumbre.

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