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Parte 8. Esta va a ser mi última actualización por ahora.

Las cosas se han ido a peor hasta un punto que no pude prever.

No sabía hasta qué punto escribir sobre las cosas que están pasando aquí afectaría a todos los aspectos de mi vida.

Y tal vez eso fue un poco ingenuo por mi parte.

Quizá debería haberme lo tomado más en serio, pero sinceramente solo pensaba que escribía sobre cosas que algunas personas querrían oír.

No pensé que recibiría tanta atención.

Ahora la gente me pregunta por las escaleras. No me pasa todos los días, pero cuando ocurre, nunca sé qué decir.

Mis jefes saben que hay alguien hablando sobre ellas y estoy seguro de que si ellos lo saben, lo saben los de arriba.

Y si de algo estoy seguro es de que no les hace ninguna gracia.

Me han pedido formalmente que no vuelva a decir una palabra sobre ellas a nadie, que es en parte la razón por la que esta tiene que ser mi última actualización.

No puedo arriesgar mi empleo por esto. Por mucho que haya sido maravilloso quitarme de encima todas estas historias, sigo amando mi trabajo y necesito estar aquí fuera.

En todo caso, ser consciente de que hay algo raro pasando es razón suficiente para aguantar.

Quizá no pueda decirle a la gente que están ahí fuera, pero si las veo, puedo dirigir a los excursionistas hacia lugares más seguros.

Debido a la gran atención que han recibido mis historias, me han llegado muchas otras de boca en boca.

He oído tantas que ni siquiera recuerdo la mayoría.

Las que recuerdo son precisamente las que desearía olvidar.

Una historia que ha circulado por aquí es la de una joven que desapareció al norte del estado.

Al principio todos pensaron que se había fugado.

Las cosas no le iban muy bien en casa, así que no era ninguna sorpresa que decidiera huir.

Pero la gente empezó a decir que la habían visto por el parque poco antes de que desapareciera, así que enviaron a algunos de los guardabosques de la zona para asegurarse de que no se había ahorcado o algo parecido en alguno de los senderos.

Tardaron un rato, pero la encontraron.

Bueno, no a toda ella.

Solo la mitad de la lengua y un cuarto de la mandíbula inferior.

Cortes muy limpios, por lo que pude oír.

Nunca encontraron el resto de su cuerpo.

¿Hay tantas historias sobre niños? Tantos que desaparecen y aparecen en cuevas encajonadas entre espacios imposiblemente estrechos.

Tantos encontrados en la cima de montañas o en el fondo de barrancos muy escarpados.

Zapatos desaparecidos, calcetines perdidos o encontrados con ambos en perfecto estado a pesar de estar a kilómetros y kilómetros del lugar donde desaparecieron.

Tantas historias de personas de ojos negros vagando por los bosques y llamando en la noche, imitando el sonido del agua corriendo o de un puma gritando.

Hay un hombre en particular que va a todas las cadenas de noticias que quieran escucharle y cuenta siempre la misma historia.

Estaba cazando ciervos, había acampado en una zona muy remota y se despertó porque algo parecía estar rozando la pared de su tienda.

Pensó que era un mapache o un zorro hasta que la cosa apretó la cara contra la puerta de la tienda, momento en el que pudo distinguir claramente una nariz y una boca humanas.

Le arreó una patada y la figura retrocedió de un salto y desapareció cuando abrió la puerta de la tienda con la pistola en riste.

Dio dos tiros de advertencia y cuando el sonido se desvaneció, oyó un chasquito detrás de él.

Un hombre estaba de pie al borde del campamento.

Este hombre no llevaba ropa, pero tampoco poseía ningún tipo de carne humana.

Tal y como lo describió este cazador, el hombre estaba hecho de algún tipo de amalgama de carne cruda y pelo.

Como si alguien hubiera recogido animales atropellados y los hubiera moldeado con la vaga forma de una persona.

La cara era abombada y solo se parecía vagamente a un rosso humano.

Aquella cosa abrió su boca torcida y de ella salió el sonido del arma que había disparado el cazador.

Lo hizo dos veces antes de imitar el sonido de la cremallera de la tienda y huir en la noche.

Una joven pareja que paseaba por las zonas rocosas de mi parque me dijo ayer que había visto algo extraño en un pico que conozco muy bien.

Estaban turnándose para mirar a través de los prismáticos cuando el hombre se fijó en una excursionista que subía por una parte muy empinada del acantilado.

Observó al hombre escalar la ladera y no se le ocurrió hasta que terminó el incidente que esa persona no llevaba equipo de escalada.

Cuando el escalador llegó a la cima del pico, que estaba a unos ocho kilómetros, se volvió y se encaró con el joven.

Dijo que quienquiera que fuera o lo que fuera, aquello les estaba mirando.

Aquel escalador saludó de forma exagerada antes de partirse por la cintura de lado y saltar desde la cima.

El joven no pudo ver donde aterrizaba aquel escalador.

Le prometí a la pareja que lo comprobaría.

Mentí.

No pienso entregar un informe.