
ha pasado mucho tiempo desde la excursión de aquellos niños que desaparecieron... pero si su desaparición fue inexplicable, más lo fue su reaparición. _ Apoya al Norm4l Podcast, ¡es muy importante! Haz tu parte para mantener el CUREEPEYVERSO: https://ivoox.futbolgratis.org//735274 Invítame a un Monster o dos: https://ko-fi.com/norm4lpodcast Twitter: @NormalPodcast_ Instagram: @norm4lpodcast Canal de Telegram: https://t.me/norm4lpodcastfornormalpeople Correo: [email protected] Merchandising: https://www.redbubble.com/es/shop/ap/117769605 Web fan: https://sites.google.com/view/normalweb/ ¿Quieres anunciarte en este podcast? Hazlo con advoices.com/podcast/ivoox/735274 ¿Quieres anunciarte en este podcast? Hazlo con advoices.com/podcast/ivoox/735274 33576
Este contenido se genera a partir de la locución del audio por lo que puede contener errores.
Sabemos sus nombres y sus fechas de nacimiento.
Sabemos a quién le faltaban dientes, quién tenía miedo a la oscuridad, quién tenía moratones.
Sabemos quién llevaba una cicatriz de labio leporino, quién tuvo un hermano que murió al nacer.
Sabemos qué querían ser de mayores.
Podríamos llenar libros con todo lo que sabemos, pero lo único que de verdad importa es lo que no sabemos.
Hemos reconstruido sus pasos y repasado una y otra vez cada dato que tenemos, pero al final no nos lleva a ninguna conclusión.
Así que todo lo que podemos hacer es seguir examinándolo una y otra vez, intentando que todo lleve a algún sitio, que signifique algo.
Porque ya nada más importa.
Sólo importa aquello que no tenemos.
Esto es lo que sí sabemos.
El 21 de junio de 1995, la tropa local de Boy Scouts se reunió en la entrada sur del Parque Nacional, a unos 30 kilómetros del pueblo.
Iban acompañados por dos monitores, Huxley y Anders.
Había 18 niños, de entre 7 y 10 años.
Para muchos, era su primera excursión de acampada de verdad.
El pueblo es pequeño y casi todos ellos se conocían, al menos de nombre.
Todos contaban con el permiso de sus padres para ir.
Sus uniformes estarían recién lavados, sus mochilas nuevas y rígidas sobre los hombros.
Sólo podemos imaginar el alboroto que harían todos esos niños corriendo de un lado a otro en la zona de picnic.
Si mencionamos todo esto, es porque eran reales.
La gente lo olvida.
Eran reales. Estaban vivos, podías tocarlos.
Corrían, tenían pesadillas, les gustaba comer helado.
Eran niños reales, con vidas reales.
Los monitores reunieron al grupo y pasaron lista.
Un testigo recuerda haberlos visto antes de que partieran por su cuenta.
Estaban juntos a las mesas, todos juntos.
La verdad, me alegré cuando se fueron por otro camino.
Eran adorables, pero, ya sabes, no quería tenerlos encima.
Ahora, me siento mal por eso, claro.
Pero parecían saber lo que estaban haciendo.
El grupo entró en el bosque hacia las 8 de la mañana, según nuestra reconstrucción de los hechos.
No hay cámaras allí, claro, pero basándonos en su horario, creemos que ese dato es bastante preciso.
Tomaron un sendero que asciende a las montañas y, tras unos 60 kilómetros, vuelve a descender, terminando a unos 8 kilómetros de la entrada.
Su plan era recorrer solo unos 8 kilómetros, acampando al pie de las montañas en un área demarcada.
Por el camino, se cruzaron con un grupo de turistas que no reportó haber visto nada extraño.
Los niños estaban de buen humor, hablando y riendo ruidosamente.
Uno de ellos, al que más adelante identificamos como Peter Connolly, de 8 años, saludó al pasar.
Los turistas le devolvieron el saludo.
A medida que avanzaban, se detenían cada poco para identificar plantas y árboles.
En una de esas paradas, los niños comenzaron una guerra de piñas, a la que incluso se unió un excursionista que pasaba por allí.
El juego terminó cuando un niño pequeño, no sabemos cuál, rompió a llorar de repente y se decretó el alto del fuego.
El excursionista comentó que el niño no parecía herido, más bien, parecía asustado de algo que señalaba entre los árboles.
El excursionista no vio nada y siguió su camino.
El grupo se quedó un poco más y luego continuó.
Tiempo después, se encontraría un envoltorio de chocolatina clavado en una rama.
No sabemos quién lo puso allí, pero una madre nos contó que era la marca favorita de su hijo.
Le encantaban.
Siempre tenía una guardada para después del colegio.
Aquí no se venden, hay que ir a Bridgeport, a la tienda de Denali.
Allí las tienen.
¿Saben que le gustan? Dijo antes de romper a llorar.
Terminamos la entrevista.
Conservamos inicialmente el envoltorio como prueba, pero después se le devolvió a la madre.
Lo tenía pegado a la nevera, sujeto con un imán junto a una foto del niño.
No quiso que lo fotografiáramos.
El grupo llegó al campamento sobre la una de la tarde.
Había allí otra familia, un padre y sus dos hijas, pero no pensaban quedarse a acampar esa noche.
Llevaban ya varios días acampando y estaban recogiendo cuando los scouts llegaron.
¡Ah, fue divertido! Los niños corrían de un lado a otro.
Hice que las niñas salieran.