
Un programa casi normal #20. Incómodos Invitados capítulo final 74i6m
Descripción de Un programa casi normal #20. Incómodos Invitados capítulo final 3r1m1b
¡Ya llegamos al final del relato! Como ya sabéis, es un relato corto con el que trato de dar un punto de vista diferente al protagonista de las novelas: "Un tipo casi normal en una situación casi anormal", "Decisión Encadenada" y "El Undécimo: no combatirás". Este relato lo han disfrutado mis lectores mecenas por anticipado hace mucho tiempo. Si quieres colaborar y ayudarme a seguir creando historias, no lo dudes y hazte lector mecenas en el siguiente enlace: https://pablocarnicero.com/lectores-mecenas/ Este es el capítulo 3 de la serie, no lo escuches sin haberte zampado los dos anteriores, que no tiene gracia. Aquí tienes el enlace a la serie: https://go.ivoox.futbolgratis.org/bk/11232534 ¡Espero que lo disfrutéis! 4r6w6w
Este contenido se genera a partir de la locución del audio por lo que puede contener errores.
Incómodos invitados, capítulo 3 y final.
El cubir de las serpientes se encontraba situado en el primer piso y seguía el ruido de la música, no se puede definir de otra manera esta especie de rap o hip hop infame que atronaba los oídos, hasta llegar a una puerta de madera acorazada del primero derecha.
Las baldosas de la escalera eran de cerámica desgastada, pero en general parecía un lugar limpio y ordenado.
No tuve la impresión de que fuese un centro de distribución de droga.
Pulsé el timbre y el volumen del ruido descendió mientras las cerraduras de la puerta crujían.
Un rostro conocido me saludó con una difusividad que me dejó pasmado.
—¡Hijo de puta! —exclamó, con la mirada extraviada por el odio y la sorpresa.
Era delgado, rostro moreno y pelo muy corto.
Vestía un chándal color crema dos tallas más folgado y en cuanto puso un pie en su territorio me propinó un súbito puñetazo a la altura del costado derecho.
Lo encajé lo mejor que pude, y es que si alguna ventaja tiene estar pasado de peso y seguir entrenando fuerza en el gimnasio es que ganas una dureza digna de un trasunto de la masa.
Repliqué con un manotazo de mi mano izquierda contra su cráneo que habría hecho validecer a un extra en una película de Buzz Spencer.
Se desplomó fulminado y yo levanté la mano.
Ramón, el individuo alto y delgado como un hueso gigantesco, se cruzó de brazos con el ceño fluncido.
Otros dos tipos más sacaron la hostillería y me encañonaron al instante.
¿Así es como tratáis a los amigos de Mijaíl? dije con enfado, tratando de ocultar el miedo que me corro ya.
Mijaíl era un capo ruso que conocí hace unos años y con quien colaboré en algunos asuntos turbios antes incluso de dedicarme a esta profesión.
Me consideraba casi su hermano, lo cual me inquietaba y emocionaba a la vez.
No dudó ni un instante en ofrecerme toda su ayuda cuando lo llamé hace unas horas después de hablar con el hijo de puta de mi amigo policía.
Hay que tener amigos hasta en el infierno y Mijaíl era uno de los mejores.
Ramón inclinó un hombro y sonrió.
¡Ayer no chuleaste, hijo de puta! dijo con algo de enfado.
Miró a uno de sus acólitos. ¡Cachéalo! Este obedeció de manera eficiente y depositó mis pertenencias sobre una mesa camilla forrada con un cubre de oro y de flores.
Las llaves de mi casa, el teléfono recién recuperado y 30 euros en billetes de 10.
La salita era pequeña y acogedora y me pareció que podría ser el mismo salón con muebles viejos y baratos que cualquiera de las viviendas de la zona.
Percibí una tensión como si se pudiera cortar con un cuchillo.
Era evidente que no se esperaban que yo apareciese por la puerta y los dos matones de Ramón trataban de contener la rabia con frustración.
Dos puertas se comunicaban con el interior de la madriguera y me condujeron entre empujones más allá de una de ellas hasta un salón más amplio donde un reproductor de última generación era mancillado con aquella música horrible.
Muebles caros, lámparas de colores, una consola enganchada a una televisión gigantesca y una buena porción de olores nauseabundos me dieron la bienvenida.
Ramón se dejó caer sobre uno de los sofás e indicó a sus hombres que guardasen las armas.
Estos se situaron a mis espaldas y escuché como alguien ayudaba al desgraciado del recibidor a ponerse en pie.
Efectivamente, aquel lugar era un refugio y no un centro de distribución de estupefacientes.
Este pájaro trataba de esconderse de alguien y lo apunté mentalmente.
Tengo amigos interesados y que no me pase nada le dije añadid, mientras le dirigía la mirada a uno de mis guardaespaldas.
Y no vengo a joderos, vengo a ayudar.
¿Y cómo vas a ayudarnos, cagón? replicó Ramón de inmediato.
Tanto la apariencia como la actitud de mi anfitrión representaban un estereotipo claro del que podemos ver en las series de la tele.
Era patético y le desprecié inmediatamente.
Soy detective privado y me han contratado para ofreceros un acuerdo.
Ramón fijó los ojos, algo sorprendido, sobre mí y se arrellanó en el asiento.
Suéltalo y pírate, ordenó.
Tengo información sobre la chica a la que perseguí anoche y a la que ayudé a escapar de vosotros.
¿De verdad? De la buena, proseguí con rapidez.
Sé que queréis pasar desapercibidos un tiempo y vengo a ofreceros la posibilidad de que no os moleste nadie más.
¿Por qué tendríamos que pedirte que nos quites de en medio a una puta? preguntó Ramón con el orgullo tocado.
Porque esa tía es una especie de agente secreto capaz de entrar en esta casa a fuego y espada y haceros papilla antes de que apagueis la música.
Porque está muy cabreada y a vosotros os interesa no hacer ruido por un tiempo.
Y porque si tu hermano mayor se entera de que te estás metiendo en problemas te va a colgar de las pelotas en la puerta de su casa.
Mis guardaespaldas se removieron y uno de ellos me empujó exigiendo más respeto.
Yo levanté las manos y encogí los hombros.
Soy amigo de Mijaíl y éste responde por mí.
Estás vivo porque quiero, pendejo replicó Ramón con agresividad.
Observé en su mirada un destello extraño y asumí que conocía a Mijaíl.
Eso también, pero mío también.
Comentarios de Un programa casi normal #20. Incómodos Invitados capítulo final 3n1v2h