Rompiendo muros 4jp

Bienvenido y bienvenida a Rompiendo Muros, un espacio donde escuchamos aquello que muchas veces es silencio. Hoy vamos a hablar de un tema complejo, pero profundamente humano, la reinserción de personas reclusas en la sociedad, e incluso tendremos un invitado que estuvo en la cárcel y contará un poco sobre su experiencia.

Las prisiones, en teoría, son espacios destinados a la reeducación, pero la realidad muchas veces nos dice otra cosa, condiciones duras, aislamiento, estigmatización y exclusión.

¿De verdad estamos ayudando a que estas personas puedan reinsertarse? Según los datos recientes en España, el 94% de la población penitenciaria son hombres, las personas extranjeras representan el 14% y en muchos casos estas personas ya estaban en riesgo de exclusión antes de entrar.

Hoy vamos a hablar de las barreras a las que se enfrentan cuando salen, de los mitos que debemos romper y del papel crucial que juegan la educación social y las políticas inclusivas.

Comenzamos con los mitos.

Una persona que ha estado en prisión volverá a derenquir.

Falso.

De hecho, hay modelos como el noruego que se centran en la rehabilitación y han demostrado que la reincidencia se puede reducir radicalmente.

Otro prejuicio que dice la gente es que no merecen una segunda oportunidad.

¿Pero quién decide eso? La justicia restaurativa propone reparar el daño y reintegrar a las personas, no excluirlas para siempre.

Y uno más, las cárceles rehabilitan.

La realidad es que muchas veces no es así.

Falta personal educativo, recursos de salud mental, programas reales de inclusión laboral, etc.

Además, el estigma se arrastra durante años.

La etiqueta de delincuente puede anular cualquier intento de empezar de nuevo y ese estigma se agrava si hablamos de mujeres, extranjeros o personas con trastornos mentales.

Ya sabemos que se dicen muchas cosas sobre las personas que han estado en prisión.

Que no cambian, que siempre vuelven, que no merecen confianza, pero ¿qué es cierto en todo eso? Para romper con estos mitos y escuchar la realidad sin filtro, pasamos a una entrevista con alguien que vivió esa experiencia en carne propia.

Para comenzar, ¿podrías contar cuánto tiempo estuviste en prisión? Estuve en el centro penitenciario de la Cebuche, en Almería, 14 meses.

Entré como preventivo, preventivo que era decir espera de juicio.

A los 14 meses me salió el juicio, me salió bien, me dieron condicionada, dos años y hasta el día.

¿Qué fue lo más difícil de asumir cuando extractas por primera vez en la cárcel? Lo más difícil es que yo tenía una vida más bien saludable, mi trabajo, yo soy pescador, y cuando entré ahí eso era otro mundo, todo cerrado, muy poco espacio, no había a mi familia.

Pero bueno, se hicieron las cosas por sacar mi casa adelante y tuve un tropezo.

¿Cómo cambió tu visión del mundo y de ti mismo durante tu paso por el sistema penitenciario? El cambio es que el dinero no lo es todo y estar ahí metido sí te cambia, psicológicamente el que no está preparado para eso sí lo pasa mal.

¿Cómo fue tu primer o con la vida fuera de la prisión? Por lo que he dicho antes, que es otro mundo, un espacio muy cerrado, tenés que obedecer y si más fue más, pero que en poco tiempo en mi vida, en mi trabajo.

¿Crees que el hecho de tener antecedentes sigue marcando tu presente? Para nada.

Yo salí y me incorporé, como he dicho antes, a mi trabajo, a mi familia, y a mí no me ha afectado para nada, solo el tiempo que estuve allí perdido, que es un tiempo perdido, y no ves cosas buenas, pero no ha afectado para nada.

Durante tu condena, ¿participaste en algún programa educativo o trabajaste? Sí estuve trabajando en el economato, el economato es allí en la tienda que tenemos en el módulo, para comprar café, alguna cerveza sin alcohol, porque ahí alcohol no hay, y algo de embutido, una tienda, un pequeño supermercado, para los que tengan peculio, peculio es lo que te meta la familia, de dinero.

Estuve también un tiempo en la bandería, y barriendo ya eso, porque ahí lo que se trata es matar tiempo, tener la cabeza y el cuerpo ocupados, y contra y menos estar en patios andando, que luego eso tiene unos privilegios, que te va dando, tiene un poco de miedo.