Ouija y Posesiones: Lo que Despiertas… Viene a por Ti g622

La noche cae sobre caverna de ánimas, las sombras alargan sus manos invisibles y el silencio cómplice guarda secretos que sólo los más valientes os atrevéis a escuchar.

Esta vez, cavernarios, nos adentramos en un territorio prohibido, un umbral donde la realidad se difumina y lo inexplicable cobra vida.

Las voces que vais a escuchar no son simples relatos, son experiencias vividas en carne propia por aquellos que, quizás sin saberlo, abrieron una puerta que nunca debieron cruzar.

Encuentros con entidades que siempre regresan, advertencias más allá de la comprensión humana y presencias que manipulan todo nuestro entorno, nuestro mundo.

Si decides quedarte y no tienes miedo, prepárate para sumergirte en la oscuridad de la oveja.

Y recuerda, hay cosas que, una vez escuchadas, nunca se pueden olvidar.

Mi nombre es Melin Fernández y te doy la bienvenida a Caverna de Ánimas.

En la primera experiencia de la noche, Rubén nos envía una serie de testimonios.

En primer lugar, una de esas experiencias que te indican qué pasa cuando juegas a la oveja.

La oveja no distingue el lugar ni el momento.

Donde sea que la invoquen, algo siempre responde.

En su experiencia, una entidad parecía manifestarse cada vez que jugaban.

No importaba el sitio, ni el día.

Siempre volvía.

Y una noche todo fue diferente.

Entre los participantes, había alguien que no le agradó a esa presencia.

Y entonces, lo imposible sucedió.

Adelante.

Muy buenas cavernarios, soy Rubén, tengo 47 años, llamo del País Vasco, y bueno, querría contar un poquito mi experiencia con la oveja, que aunque empecé con 11-12 años, en esa ocasión no pasó nada, pero bueno, sí que pasó años más tarde con relación a esa sesión.

Pero voy a olvidar esa sesión y me voy a centrar en, para no alargarme demasiado, en los 16 años, donde empecé a hacer oveja con unas chicas que conocimos en la playa.

Ellas hacían oveja y bueno, yo que siempre había buscado a gente con la que hacer oveja, pues bueno, las encontramos a ellas y empezamos a hacer oveja.

Ellas lo hacían con una hoja de papel, pintaban las letras, hacían el símbolo del eclipse en el centro, utilizaban una moneda y bueno, lo hacían en cualquier sitio.

Nosotros empezamos a hacerlo en la playa y la verdad es que nos enganchó porque era muy fácil poder hablar con algo.

Era muy rápido, cuando salía, salía relativamente rápido, el o era inmediato.

Nada más poner los dedos en la moneda, pues ya la moneda empezaba a hacer el símbolo infinito, que era nuestro saludo, un saludo con ese ente que quise olvidar el nombre y no me acuerdo del nombre.

Y la verdad es que fue muy divertido hacerlo con ese grupo de chicas, aunque una de ellas no acabó muy bien, aunque perdimos el o porque se fue a vivir a Madrid.

Sus padres se divorciaron y tal y se fue a vivir a Madrid, con su padre, su madre, no me acuerdo.

Y bueno, aparte, hicimos un grupo de chicos y ahí es donde vinieron un poquito los problemas.

Hacíamos Ouija prácticamente todas las semanas, a veces hasta todos los días, da igual donde fuese, en la playa, en el monte, si encontrábamos una piedra por ahí, subíamos a la playa.