Mis estoicos preferidos: Séneca, Epicteto y Marco Aurelio | Javier Lacomba 626637

Y yo lo primero que quería explicar es el para qué, para qué de esta conferencia, ¿vale? Esta conferencia es como un cierre de ciclo, no porque sea la última, sino porque nos retratará de la primera que yo impartí aquí, que fue también sobre el estoicismo, pero sobre el estoicismo en un sentido de intentar ver qué propuestas nos daba el estoicismo a los problemas que tenemos hoy en día.

Y, evidentemente, todo lo que nos ha llegado del estoicismo nos ha llegado a través de obras tan conocidas como Cartas al Lucilio, que tengo por aquí, Meditaciones de Marco Aurelio, ¿vale? O el Inquirión, el manual, que no fue él el que lo escribió, pero fue recopilado, que un poco recogía las enseñanzas de Picteto.

Y a mí me interesaba, porque me interesaba mucho, poner un espejo sobre cómo la vida de estos tres personajes, de estas tres personas, han influido en su obra.

Y eso, los alumnos que yo tengo en mis cursos de escritura creativa, siempre les digo que la obra de una persona es el espejo de su vida.

El espejo de sus experiencias.

Y podemos aprender tanto de lo que nos lega como obra, como analizando también las peripecias de su vida.

Entonces, antes de hablar de estas tres personas, personajes históricos, pero ante todo, personas, vamos a, un poco, situarnos.

Situarnos en la perspectiva de la obra.

Y el origen del estoicismo es un naufragio.

El naufragio que sufre Cenón de Citio, 300 años antes de Cristo.

¡Guau! Algo he notado, ¿eh? Y mira que tengo buena voz, pero ahora ya se ha notado.

Bueno, en primer lugar, Y mira que tengo buena voz, pero ahora ya se ha notado.

Bueno, pues como os decía, el cenicio Cenón de Citio, naufraga, lo pierde todo y decide cambiar de vida.

Decide cambiar de vida y de pronto tiene una ansia tremenda por aprender.

Y se establece en Atenas.

Se establece en Atenas, busca sabiduría, iba a una biblioteca todos los días, a una librería, intentar un poco ver libros, enseñanzas, y alguien le señala a un filósofo que pasaba por ahí, que era Crates, no confundir con Sócrates, y le dice, si quieres aprender, sigue a ese hombre.

Y a través de Crates, a través de esas fuentes, Cenón de Citio establece una especie como de pórtico de enseñanzas, que es la estoa.

La estoa que estaba al lado también, por cierto, de una pinacoteca.

Por eso se llamaba la estoa pintada.

Y ahí, pues, Cenón de Citio y otros filósofos que se iban uniendo, se iban enseñando, aprendiendo unos de otros, iban cogiendo discípulos, pero además, es curioso esto, se consideraban todos iguales.

No había una figura principal, no había un gurú.

Ni siquiera Cenón de Citio era un gurú, sino que había una igualdad entre ellos, que se dedicaban a aprender unos de otros y a ir configurando una filosofía que lo que pretendía, porque empezaban ya las filosofías prácticas, las filosofías que pretendían ser realmente una medicina para el hombre, eso que buscamos tanto, de cuál es el sentido de la vida, para qué estamos aquí, cómo podemos alcanzar la felicidad.

Algo que la condición humana se ha preguntado desde siempre.

Y el estoicismo nace para intentar dar esas respuestas.

Nace en ese contexto.

En un contexto, además, que el hombre, el humano, intenta, ante un contexto complicado, encontrar ese algo más.

La polis ya se le hace corta para conocer las soluciones a sus problemas vitales.

Busca ese algo más que le puede dar una opción, esa filosofía que nacía, que era el estoicismo.

También habrá otras filosofías, el cinismo, el epicurismo, que van a darle respuestas, o van a intentar darle respuestas.

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