LETHANI 2º EL CAMINO QUE CAMINA A QUIEN LO PISA 4x3x4q

Historia dos El camino que camina a quien lo pisa.

Se dice que en norte de Inre, donde los campos se funden con los susurros de colinas lejanas, hay un sendero que nunca se deja encontrar dos veces del mismo modo.

Los pastores del lugar lo llaman el camino de Treven, pero las gentes más ancianas lo conocen como el paso del errante.

La historia cuenta que Treven fue un joven mercenario, contratado para escoltar un cargamento de especias a través de las tierras salvajes del Gran Camino del Norte.

Pese a su juventud, era sabio para los estándares de los hombres de su oficio.

Sin embargo, Treven tenía un defecto, nunca se fiaba del camino que tenía ante sí.

Sabía que las piedras del suelo podían mentir tanto como la lengua de un cortesano.

Un día, tras horas de viaje sin ver más que llanuras interminables, Treven decidió apartarse del sendero, convencido de que había una mejor ruta más allá del horizonte.

Dejó que sus pasos lo llevaran a un sendero oculto, bordeado por arbustos de espinas azules, una planta rara conocida por florecer únicamente donde la magia había arrasado la tierra.

En su travesía, Treven encontró señales que parecían guiarlo, un árbol con marcas de espadas en su tronco, un arroyo que cantaba una canción similar a la de los músicos de la universidad, incluso una roca que resonaba al golpearla, como si guardara ecos de alguna vieja melodía.

Lo que no notó fue que el camino no era el mismo tras él, las huellas de su paso desaparecían al instante, y el sendero se alargaba justo a medida que avanzaba.

Al cabo de tres días, Treven llegó a una torre abandonada que parecía perdida entre el tiempo y la hierba alta.

Dentro, encontró una piedra negra tallada con runas que parecían cambiar cuando las miraba.

En su curiosidad, tocó la piedra y escuchó una voz tenue como un susurro dentro del viento.

—¿Sabes cuál es el peso de tus pasos? Al principio, Treven ignoró la pregunta, creyendo que era producto del cansancio.

Pero a medida que intentaba abandonar la torre, el sendero lo devolvía siempre al mismo lugar.

Cada intento lo cansaba más, como si el camino se tragara su fuerza.

Finalmente, agotado, Treven respondió, —Mis pasos pesan lo que mi voluntad les permite.

Nada más.

El camino, satisfecho con su respuesta, cambió de nuevo.

Esta vez, llevó a Treven de regreso al Gran Camino del Norte, donde sus compañeros lo esperaban, seguros de que había muerto en las llanuras.

Desde entonces, se dice que el paso del errante camina a quien lo pisa, midiendo no sólo la fuerza de los pies, sino la verdad de las intenciones.

Aquellos que lo desafían sin saber a dónde quieren llegar, se pierden para siempre.