Lectura del Evangelio y Meditación diaria. Sábado, 31 de mayo de 2025. Padre Javier Siegrist 4kz3j

Ven, Espíritu Santo, inflama nuestros corazones en las ansias redentoras del corazón de Cristo, para que ofrezcamos de veras nuestras personas y obras en unión con Él por la redención del mundo.

Señor mío y Dios mío, Jesucristo, por el corazón inmaculado de María me consagra tu corazón y me ofrezco contigo al Padre en tu santo sacrificio del altar.

Con mi oración y mi trabajo, sufrimientos y alegrías de hoy, en reparación de nuestros pecados y para que venga a nosotros tu reino, te pido en especial por el Papa y sus intenciones, por nuestro obispo y sus intenciones, por nuestro párroco y sus intenciones.

Oh, señora mía, oh, madre mía, yo me ofrezco del todo a ti.

Y empréndeme a enfilar afectos de consagro en este día, mis ojos, mis oídos, mi lengua y mi corazón.

En una palabra todo mi ser, ya que soy todo tuyo, oh, madre de bondad.

Guárdame y defiéndeme como cosa y posesión tuya. Amén.

Nuestra señora de los apóstoles, ruega por nosotros.

Una visitación podría ser, ¿no?, una visitación de Nuestra Señora.

Porque hoy celebramos este día tan importante, esta fiesta tan importante, de la visitación de la Virgen a su prima Santa Isabel.

Justo después de haber sucedido ese portento de la encarnación, lo primero que hace María es ir a compartir con Isabel la noticia que tiene, ¿no? Siempre que llegamos a esta fiesta, recuerdo una indicación que me parece que daba el padre de Isabel, que decía que la obra de caridad mayor es compartir las cosas de Dios.

Y me parece que eso es una cosa grande, que a veces nos cuesta un poquito, porque nosotros parece como que creemos fruto de la Ilustración y de ese reduccionismo que hizo la Ilustración.

Parece que lo religioso tiene que ser relegado al ámbito de lo privado.

Y no es verdad.

O sea, lo religioso, compartir las cosas de Dios, es la obra de caridad más grande que se puede hacer.

Y es lo que está provocando este fenómeno de los retiros de Nueva Evangelización, de impacto, que se están compartiendo las cosas de Dios.

Y en ese compartir las cosas de Dios, se van difundiendo, se van comunicando y ampliando.

O sea que me parece que eso es grandioso.

Bueno, dice una oración colecta, esta oración que como que nos interrumpe un poco el ritmo que llevábamos de Pascua, pero a la vez da sentido a la Pascua, porque es la fiesta de la Virgen que nos hace compartir esta noticia tan grande que es la Resurrección.

Dice, Dios Todopoderoso, tú que inspiraste a la Virgen María cuando llevaba en su seno a tu hijo el deseo de visitar a su prima Isabel, concédenos, te rogamos, que dóciles al soplo del Espíritu podamos con María cantar tus maravillas durante toda nuestra vida.

Es muy bonito, porque reconocen María como dos movimientos.

Un primer movimiento, ese de vivir pendiente de las cosas de Dios.

Y un segundo movimiento, el compartir, el proclamar la grandeza del Señor.

Dice, tú que inspiraste a María cuando llevaba en su seno a tu hijo el deseo de visitar a su prima Isabel, es una cosa inspirada por el Señor, tú que inspiraste a María, a la Virgen María, cuando llevaba en su seno a tu hijo el deseo de visitar a su prima Isabel.

Es vivir atento, María está atenta a las insinuaciones de Dios, de hecho, por eso sucede la encarnación, porque María está atenta a las insinuaciones de Dios.

Y pedimos que nosotros, dóciles al soplo del Espíritu, que estemos pendientes del soplo del Espíritu, de lo que el Señor quiere de nosotros, de sus indicaciones, pendientes, dóciles al soplo del Espíritu, como María.

Entonces, María puede secundar esta inspiración del Espíritu Santo de visitar a su prima Santa Isabel.

Dóciles al soplo del Espíritu.

Entonces María, ¿qué es lo que hace? Tú que inspiraste a la Virgen María cuando llevaba en su seno a tu hijo, el de su Virgen Santa Isabel, concédenos a nosotros.

María se puso en camino y se fue para allá, pues concédenos a nosotros, proclamar, como ella, que podamos con María cantar tus maravillas durante toda nuestra vida.

Cosa más bonita, porque efectivamente se reconoce en María, viendo el Magnificat, como la identidad de María es proclamar la gloria de Dios.

La identidad de María es reconocer las obras portentosas de Dios.

Reconocer que el Señor ha estado grande, que el Señor ha ido en el camino.