
Lectura del Evangelio y Meditación diaria. Lunes, 19 de mayo de 2025. Padre Javier Siegrist 26f5j
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Lectura del Evangelio y Meditación diaria. Lunes, 19 de mayo de 2025. Padre Javier Siegrist, párroco de la iglesia del Santo Cristo de la Misericordia, de Boadilla del Monte (Madrid) q6ym
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Ven, Espíritu Santo, inflama nuestros corazones en las ansias redentoras del corazón de Cristo, para que ofrezcamos de veras nuestras personas y obras en unión con Él por la redención del mundo.
Señor mío y Dios mío Jesucristo, por el corazón inmaculado de María me consagro a tu corazón y me ofrezco contigo al Padre en tu santo sacrificio del altar, con mi acción y mi trabajo, sufrimientos y alegrías de hoy, en reparación de nuestros pecados y para que venga a nosotros tu reino.
Te pido en especial por el Papa y sus intenciones, por nuestro Obispo y sus intenciones, por nuestro párroco y sus intenciones, oh Señora mía, oh Madre mía, yo me ofrezco del todo a ti.
En prueba de mi filial afecto te consagro en este día mis ojos, mis oídos, mi lengua y mi corazón.
En una palabra todo mi ser, ya que soy todo tuyo, oh Madre de bondad, guárdame y defiéndeme como cosa y posesión tuya.
Amén.
Nuestra Señora de los Apostoles, ruega por nosotros.
Vamos a contemplar este Evangelio, metiéndonos ya de lleno en esta quinta semana de Pascua, y pediéndole al Señor que cada vez más estemos fascinados por Él, estemos conquistados por Él, que de verdad nuestro corazón esté cada vez más viviendo la resurrección, que es lo que le pedimos a Jesús, que nos ayude a vivir esa vida resucitada, que es lo que de verdad mueve nuestro corazón.
Y decimos en la oración colecta de este día, oh Dios, que unes los corazones de tus fieles en un mismo deseo.
Inspira a tu pueblo el amor a tus preceptos y la esperanza en tus promesas, para que en medio de las vicisitudes del mundo nuestros corazones estén firmes en la verdadera alegría.
Yo me emociono porque cada una de las oraciones colectas son más bonitas que la anterior.
Oh Dios, que unes los corazones de tus fieles en un mismo deseo.
Estamos todos unidos en un mismo deseo, el deseo del cielo, el deseo de la vida eterna, el deseo de vivir en plenitud, el deseo de ser santos.
Esta es la Pascua, la Pascua es vivir alentados por este deseo que nos arrebata el corazón, que nos lleva a vivir con un deseo sincero de entrega, de vivir entregados.
Oh Dios, que unes los corazones de tus fieles en un mismo deseo.
Inspira a tu pueblo el amor a tus preceptos y la esperanza en tus promesas, dos cosas, el amor a tus preceptos o vivir gozando con los preceptos del Señor, amando los preceptos del Señor, entendiendo que esos preceptos dan sentido a mi vida porque concretan el corazón, el amor a tus preceptos y la esperanza en tus promesas, por un lado que vamos gozando con esos preceptos que Dios nos pone, pero por otro que de verdad la esperanza en las promesas de Dios como que impulsa en nuestra vida, el amor a tus preceptos y la esperanza en tus promesas, los preceptos de Dios son todos los preceptos del Nuevo Testamento que lo que buscan es concretar el amor, que el amor no sea una palabra bonita sino que sea una realidad, que de verdad lo que mueva nuestra vida sea el amor del Señor, un amor que se concreta en la vida entregada, que se pone más en obras que en palabras, como diría San Ignacio en la meditación última de los ejércitos, la contemplación para alcanzar amor, entonces el amor a tus preceptos y la esperanza en tus promesas, que digamos como con ese impulso que desea alcanzar la promesa de Dios, el gozarme con la promesa de Dios anticipadamente, para que en medio de las vicitudes del mundo, vivimos ahí, dice Jesús en los discursos de despedida que estamos ya en el capítulo 14, estamos viendo estos discursos de despedida con la luz de la resurrección, con la luz de la pascua, que en medio de las vicitudes del mundo, ahí dice el Señor que no pide que nos saque del mundo sino que nos preserve del maligno, bueno pues que en medio de las vicitudes del mundo nuestros corazones estén firmes en la verdadera alegría, firmes es anclados, anclados en la verdadera alegría, no que de vez en cuando tengamos momentos de emoción o de alegría puntual o de alegría pasajera, no, no, que en medio de las vicitudes del mundo nuestros corazones estén firmes en la verdadera alegría, o sea que a lo que me agarro yo es a la verdadera alegría, no a una alegría puntual pasajera, sino la verdadera alegría, que estemos firmes en esa verdadera alegría, en el gozo del Señor. Bueno pues con este deseo en el corazón, unido a los corazones de los fieles en un mismo deseo, viviendo ese amor a los preceptos de Dios y esa esperanza en sus promesas, que vayamos viviendo en la vida firmes.
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