Inteligencia Artificial y Artes Visuales 2p405p

En una época en la cual todo pasa por universos virtuales, la propia idea de arte, la identidad y las carreras de la gente que se dedica a la cultura, es inevitable pensar qué puede suceder si la inteligencia artificial y las máquinas creativas forman parte de este ecosistema o incluso nos llegan a suplantar en nuestras principales actividades.

La primera emoción que sentimos es rechazo, miedo.

En ese miedo se basa toda la obra cultural cinematográfica, incluso los propios videojuegos de finales de los años 2000 y esas resonancias que hay en el Cyberpunk actual.

Al mismo tiempo, de una manera más profunda, sentimos un miedo porque se rompe el sistema en el cual habíamos habitado la cultura, es decir, un concepto humanista en el cual el artista se había convertido en un protagonista de la escena cultural, tiene un componente político, la identidad única propia la afirma el derecho de autor.

Todas estas cuestiones se ven tambaleadas y de hecho a veces se ven dinamitadas dentro de entornos virtuales o del propio contexto de redes sociales.

El problema, quizá, o la clave del análisis que podemos hacer hoy es que ya no se puede estudiar estas cuestiones desde un punto de vista lejano, como a futuro, sino que lo estamos viviendo y forma parte de una realidad.

Y aunque esto parezca una perogullada, la cuestión es si analizamos eso desde una institución oficial, desde organismos que funcionan a través de cómo se generaba la profesionalización del arte en el siglo XX, es decir, cobros de royalties, de derechos de autor, de una identidad, de un circuito con unas galerías que te acompañan a lo largo de toda una vida y construir una carrera alrededor tuyo apostando siempre en connivencia con las instituciones, los museos, generando un valor sobre algo abstracto que pueda encajar de la mejor forma posible en un sistema capitalista mercantil en el cual el valor de la obra económico también va a condicionar el valor cultural de la propia obra, sin juzgar esto como algo bueno o malo.

Existen una cantidad de dispositivos a los cuales el arte estaba acostumbrado que actualmente es difícil de compaginar con el nuevo sistema en el cual habita el arte.

No hay ningún artista que tenga 20 años que a futuro pueda soñar con ser un Picasso o con tener un nombre propio que se hegemonice a través de 100 museos en todo el mundo.

Una casa de subastas funciona como funcionaba hace, ya no te digo 20 años, sino hace 10 años.

El flipping se convirtió en una norma en el mercado del arte actual.

Las propias galerías ya no pueden acompañar al artista, sino que tratan de coger al artista que funciona y hacer malabares, quedan tres o cuatro reductos o residuos de un sistema pasado que tienen más que ver con una idea romántica o con un esfuerzo titánico por gente que se lo puede permitir.

Y el simple hecho de no tener un perfil en redes sociales que tenga cierta repercusión o ciertos numeritos que puedan marcar un valor, convierten en un lujo o en una élite quien no participa de ese universo digital.

La institución oficial se ve incapaz de tomar del pulso al tiempo actual y de enseñar o mostrar al resto de la sociedad qué está pasando, sino que en ocasiones da la sensación de que vive más apretada por cuestiones intrínsecas a lo político, a lo fundacional con relación con lo privado, es decir, pues ir a una expo y de repente darte cuenta que las cartelas ya no hay el nombre del artista, sino de la Fundación Tele no sé qué, la Fundación Santa no sé cuál.

Y en los análisis o las conferencias que se pueden dar alrededor de estos temas, otra de las percepciones que se pueden tener es una generalización o un cliché de gente que ha vivido otras generaciones o ha vivido otros contextos culturales, que ya tienen una edad, un sistema de vida, una profesionalización muy clara que ven amenazada, es totalmente natural y que al intentar comprender ese nuevo ecosistema hay una especie de disonancia narrativa muy grande en comparación con nuevas generaciones que no se preguntan qué pasa con esto, qué va a significar para mí, sino que literalmente tu carrera ya está precaria, no tienes una concepción de futuro, de profesionalización clara y simplemente juegas con las herramientas que te han sido dadas.

Muchos de los perfiles de artistas más jóvenes que están trabajando con estas herramientas no tienen ni siquiera un nombre claro que puedas reconocer, se juntan símbolos abstractos y creación, generación de post-automáticos que tienen que ver con lo artístico, no existe una línea clara entre la imagen visual fluida, la estática, la que puede ser presencial de forma física y convertida en objeto susceptible de venta, en una subasta, sino que en ocasiones todas estas cuestiones se diluyen y simplemente se crea a partir de estas herramientas, integrándolas en un proceso en el cual no se cuestiona el medio.

Esto sería como en la época de Da Vinci, estás en la ciudad de Florencia y el taller de su maestro Berrocchio tiene un pique con otros artistas de la ciudad por ver quién utiliza el óleo, es una técnica novedosa y se puede plantear, hasta que llega un momento en el cual artistas posteriores ni siquiera se entienden.