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H. P. Lovecraft - La Maldición que Cayó sobre Sarnath (audiolibro)

H. P. Lovecraft - La Maldición que Cayó sobre Sarnath (audiolibro) 68131l

27/5/2025 · 25:19
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Descripción de H. P. Lovecraft - La Maldición que Cayó sobre Sarnath (audiolibro) 501u32

1920 - En la antigua tierra de Mnar, la gloriosa ciudad de Sarnath se alza sobre las ruinas de Ib, una ciudad primitiva habitada por seres aberrantes que sus conquistadores exterminaron sin piedad. Aunque Sarnath prospera durante siglos, rodeada de lujos y festejos que celebran su triunfo, una inquietante leyenda persiste entre sus sacerdotes: una maldición grabada en un altar, vinculada al ídolo robado de un dios olvidado. ivoox: 633e5g

Lee el podcast de H. P. Lovecraft - La Maldición que Cayó sobre Sarnath (audiolibro)

Este contenido se genera a partir de la locución del audio por lo que puede contener errores.

La maldición que cayó sobre Sarnath. Howard Philip Lovecraft.

Hay en la tierra de Mnar, un amplio lago tranquilo, al que ninguna corriente nutre, y del que tampoco nace río alguno. Hace 10.000 años se alzaba en sus riberas la poderosa ciudad de Sarnath. Pero Sarnath ya no está allí.

Cuentan que, en los olvidados años en que el mundo era joven, aún antes de que los hombres de Sarnath llegaran a la tierra de Mnar, otra ciudad se ubicaba junto al lago. La ciudad construida con piedras grises de Eep, que era tan vieja como el mismo lago, y estaba poblada por seres de ingrata apariencia. Tales seres resultaban sumamente feos y extraños, tal como de hecho son la mayoría de los retoños de un mundo apenas esfosado.

Está escrito en las piedras cilíndricas de Cahateron, que el color de los seres de Eep resultaba tan verde como el lago y las nieblas que se alzaban de su superficie, que eran de ojos altones, labios fofos y repulsivos, y curiosas orejas, así como que eran mudos. También está escrito que descendieron una noche de la luna entre la niebla, ellos, el gran lago tranquilo y la petria ciudad gris de Eep.

Como quiera que sea, es cierto que adoraban a un ídolo de piedra verde mar, cincelado a semejanza de Bogruj, el gran lagarto acuático, ante el que danzaban de una forma horrible cuando la luna se mostraba jibosa. Y está escrito en los papiros de Ilarnek, que descubrieron un día el fuego, y que desde entonces utilizaron las llamas en multitud de festejos.

Pero no es mucho lo que se ha escrito sobre tales seres, ya que existieron en tiempos verdaderamente remotos, y el hombre es joven, y sabe muy poco sobre los más antiguos de entre los seres vivos. Tras muchos eones, los hombres llegaron a la tierra de Amnar. Eran oscuros pueblos pastores, que arreaban sus rebaños y que construyeron Tra y la Arnéquica Aterón, junto al sinuoso río Ai. Y algunas tribus, más audaces que otras, se llegaron al borde del lago, y emplazaron Sarnath, en el lugar en que los metales preciosos afloraban de la tierra.

Las serrabundas tribus ubicaron las primeras piedras de Sarnath, no muy lejos de la ciudad gris de Yb, maravillándose en grado sumo ante los seres que allí moraban.

Pero con su asombro se mezclaba el odio, porque no estaba en su forma de pensar el itir que seres de tal aspecto pudieran habitar el mundo de los hombres nacidos del fango. Tampoco gustaban de las extrañas esculturas sobre los monolitos grises de Yb, ya que la gran antigüedad de tales tallas les resultaba terrible. Nadie sabría decir por qué aquellos seres y esculturas permanecían sobre la tierra aún tras la llegada del hombre.

A no ser que fuera porque la tierra de Mnar era tranquila en verdad, y alejada de la mayoría de otras tierras, tanto de la vigilia como de los sueños. Cuanto más miraban a los seres de Yb, más los odiaban los hombres de Sarnath. Y a esto contribuía, no poco, el descubrimiento de que aquellos seres resultaban débiles como jalea a las heridas de piedras, lanzas y flechas. Así que un día, los guerreros jóvenes, los honderos y los lanceros y los arqueros, se pusieron en marcha contra Yb y mataron a todos sus moradores, arrojando los extraños cuerpos al lago, mediante un

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