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¿Te lo has preguntado alguna vez? ¿Dominarían los más grandes? ¿Los más fuertes? Julio tiene su propia teoría. www.sanantonioabc.com App "Cuentos infantiles con mascotas" https://play.google.com/store/apps/details?id=com.mobincube.cuentosinfantilesconmascotas2022 Pixabay Music Free 3z84n
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Sin embargo, el abuelo Martín no lo veía tan seguro. Eso de los leones es puro marketing, dijo. El verdadero rey de la selva siempre ha sido el elefante. Son animales enormes, inteligentes y nada puede parar el empuje de una manada de elefantes. Cuando avanzan juntos, la tierra suena como un terremoto, y aunque en calma parezcan apacibles, sus colmillos, su trompa y sus patas les dan un poder absoluto. Son como dinosaurios modernos, dijo el abuelo. Pero de nuevo tomó la palabra la abuela Cecilia, y dijo que por culpa del marfil de sus colmillos y la caza furtiva, cada vez, por desgracia, había menos elefantes, y que si no eran tantos, los leones podrían con ellos. Insistió, ganarían los leones. Entonces tomó la palabra Lorenzo, el padre de Julio. Si hay un animal inteligente, aseguró, ese es el delfín.
Su cerebro es parecido al del ser humano. Mantienen lazos familiares fuertes entre ellos, y además son muy valientes. Los delfines acabarían siendo los dueños del mar, y con su inteligencia dominarían al resto de especies. Estaba muy seguro, aunque luego se quedó callado pensando cómo harían para detener a los elefantes o a los leones. Julio sonrió sabiendo que su padre se había metido solito en un callejón sin salida. Necesitaba más argumentos, y entonces se encontró con la mirada de su hermana. Mónica tenía la respuesta. Si hay un animal que puede dominar la Tierra, será extraterrestre. Y todos en la mesa se la quedaron mirando. ¡Los gatos! Soltó con sonrisa maliciosa. No hay nadie como los gatos. Nadie tiene sus ojos. Pueden ver en la oscuridad, o su olfato. No obedecen. Hacen lo que quieren, duermen todo el rato, y se llevan las mejores caricias. Nos tienen ganados porque son de otro planeta, son seres superiores, y en caso de necesidad dominarían el mundo.
Entonces habló la mamá de Julio, que no se había tomado muy en serio los argumentos de Mónica. Su teoría era un tanto oscura. Según ella, nadie podría hacerle sombra a las ratas. Ni siquiera a sus enemigos los gatos. Las ratas saldrían de todas partes, de las alcantarillas, de los bosques, de las charcas, de los sótanos. Ratas negras, grises, blancas, transmitiendo enfermedades. Pueden subirse a los árboles, saben nadar. Además, sublevarían a los ratones de laboratorio y formarían un ejército imbatible. Las ratas, sin duda, ganarían las ratas. Todos pusieron cara de asco imaginando ratas por todas partes. Mónica insistió en que los gatos se comerían a las ratas. Su padre, que los delfines vencerían. La abuela, que los leones pondrían a todos a raya. Y el abuelo, que nada detendría a los elefantes. Cuando de pronto Julio levantó una mano y pidió silencio.
«Os olvidáis de los más pequeños», dijo. «Siempre pasa igual». ¿Y si la organización venciera a la fuerza? ¿Y si el orden ganara a la ferocidad? ¿Quiénes son las más disciplinadas, las más trabajadoras? Y no son precisamente pocas. Julio les miró uno a uno. Nadie de su familia tenía la respuesta. «Las hormigas», dijo el chico, «y las abejas». Una coalición de hormigas y abejas dominarían el cielo y la tierra. Organizada.
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