
Descripción de Cómo fabricar un delincuente 132t3m
La ficción, en general, es para mostrar los despojos del alma humana, no su belleza. O mejor, la belleza estética de la ficción es más permanente y poderosa cuando abordamos los problemas humanos y no exclusivamente su solución. https://hgquintana.com/como-fabricar-un-delincuente/ https://youtu.be/jOyqpsE0ORE 4t4z6j
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Hola, bienvenidos a Real y Ficción. Mi nombre es Héctor y soy escritor.
No youtuber, no tiktoker, ni influencer.
Cuando me examinaba como historiador en la Universidad de Lábana, hace mucho ya, mucho, en una de las preguntas orales debía hacer un examen historiográfico de la novela El General en su laberinto.
Mi disertación magistral, voy a decirlo así, sobre el uso de la historia, los argumentos narrativos y la complicidad entre la literatura y la historia, debió ofrecerme un decoroso aprobado en Historia de América.
Al final, me preparé muchísimo y la única pregunta que me hizo el jurado sobre esta novela de García Márquez fue si creía que merecía la pena hacer una novela sobre los peores años de una figura histórica que había tenido una vida más bien llena de éxitos.
Yo me desconcerté, sinceramente, atiné a decir un lugar común, como que dibujaba una figura más humana y cercana o algo parecido, porque yo me esperaba más preguntas.
Más de 20 años después, mi respuesta, yo creo que lo que dije en ese momento sigo creyendo lo mismo, aunque realmente tengo otra réplica más clara y razonada que en aquel entonces.
La ficción, en general, es para mostrar los despojos de la alma humana, no su belleza.
Lo digo de otra forma, la belleza estética de la ficción es más permanente y poderosa cuando abordamos los problemas humanos y no exclusivamente su solución y sus aspectos más positivos.
Podríamos hacer literatura y cine solo de las vidas bellas, sobre momentos fastuosos y irables de un aspirante a santo que jamás tuvo problemas en la vida, o de una pareja de dos niños bellos, perfectos y obedientes, que viven en la misma ciudad pulcra de un país sin problemas.
Se crecen, se conocen en la universidad, se casan, tienen hijos bellos, perfectos, obedientes y pulcros como ellos, que se convierten todos en perfectos deschados de virtudes humanas y útiles a la sociedad y aquellos dos niños nacidos en una misma ciudad pulcra de un país sin problemas, ahora ancianos, mueren felices, rodeados de sus seres queridos.
¿A que no apetece leer algo así? No sería ficción, sería un panfleto.
Cuando una vez el escritor y profesor de escritura cubano, Eduardo Eras León, nos dijo en una clase sobre el concepto y función de la literatura, que ésta se dedica a trabajar con la escoria, no lo entendí del todo.
Puede que hasta no estuviera de acuerdo, si bien no dije nada en aquel momento, pero igual hasta no estuve de acuerdo, no recuerdo exactamente.
Pero lo dijo, la literatura trabaja con los despojos, con la miseria, con la escoria humana.
Hoy, tras muchos años de ejercer la creación de ficción, lo asumo, y agrego que esto no es malo. Los defectos de aquellos que creemos cercanos a la divinidad nos da esperanzas de que alguna vez podremos ser como ellos, que podemos pensar y verlos como seres humanos como nosotros, que han tenido suerte o han trabajado con ganas hasta alcanzar lo que se han propuesto en su vida.
Dos motivos diferentes, aunque paralelos, me llevan a reflexionar sobre este tema y aquel recuerdo de la universidad. El filme El invasor, L'invaseur, del director Nicolas Provost, salió de mi lista de cosas por hacer, casi a la vez que la serie The Night Of, que, por cierto, vi de un tirón en dos tardes.
Me senté con la serie y la película, no sé si fue un fin de semana, la serie la vi de un tirón y la película la vi también en el mismo momento.
Ambas ficciones me dejan un menjunje de sentimientos encontrados que van desde la sorpresa, la indignación a la iración, pero sobre todo con la idea de que a veces la sociedad, el conjunto de seres enormes que nos hemos creado luego de siglos,
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