
Descripción de Capitulo 18 w1z6k
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En el reino de León y Asturias, en la corte de Alfonso II, el bastardo de Castilla.
El bastardo de Castilla.
Escrito por Jorge Mongomeri.
Capítulo 18.
El triunfo de las armas españolas en los campos de Roncesvalles había terminado la guerra con la Francia.
Los estados de Castilla quedaban libres de una invasión que amenazaba su independencia.
Y logrados felizmente estos importantes objetivos, se hallaba Bernardo con derecho de reclamar la libertad de su padre, el conde de Saldaña.
Una libertad la cual, según quedó convenido con el rey, había de ser el premio de aquella victoria.
En tal estado, y con el ansia de volver cuanto antes, a la vista de las dos personas que más le interesaban en el mundo, el conde de Saldaña y Edelfrida, Bernardo no perdió un instante en poner sus tropas en movimiento.
Y el día después de la batalla, ya estaba el ejército marchando alegremente la Vuelta de León.
Trasladada a la corte a esta capital, supo allí don Alfonso el próspero suceso de sus armas.
Y determinando honrar a los vencedores, se adelantó para recibirlos hasta el Castillo de Luna, donde llegó con una comitiva brillante, al mismo tiempo que dio vista a esta fortaleza el ejército castellano.
Ya desde lejos había divisado Bernardo el estandarte real, indicando la presencia del monarca en aquel castillo, y viendo al acercarse más, coronadas las almenas de damas y caballeros, cuyos magníficos atavíos hacían un contraste singular con el aspecto sombrío y serio de aquel castillo, se apresuró a llegar allá para poner sus laureles a los pies de don Alfonso.
Separándose pues del ejército, pasó adelante con el duque de Rosellón, con el anciano pastor, que tanto había trabajado en la jornada de Roncesvalles, con Elvira y algunos de los capitanes principales.
Entre vivas y aclamaciones y con sonido de músicos instrumentos, llegó Bernardo a la real presencia, oscureciendo con los rayos de su gloria la majestad del soberano, y arrebatando la iración de todos por la nobleza de su semblante, y por la gravedad y gracia de sus modales.
Don Alfonso le recibió con demostraciones particulares de favor, y le tributó, complacido, los elogios más lisonjeros.
El venturoso Bernardo, lejos de arrojarse todo el mérito del pasado suceso, llamó la atención del rey hacia los que más se habían distinguido en él por su valor y bizarría.
Y presentándole el anciano pastor, le refirió el peregrino modo con que éste había estorbado la fuga del ejército.
Fijó en él la vista a Don Alfonso y con iración de todos, le recibió con demostraciones particulares de su valor y bizarría.
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