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Descripción de Capitulo 16 39594y
Los ejércitos peninsulares, se encuentran con los ejércitos de Carlo Magno en Roncesvalles; allí tendrá lugar la batalla. z6d6e
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En el reino de León y Asturias, en la corte de Alfonso II, el bastardo de Castilla.
El bastardo de Castilla Escrito por Jorge Montgomery Capítulo dieciséis Hallándose los dos ejércitos contrarios a la vista uno de otro, tomaron respectivamente sus generales cuantas medidas creyeron necesarias para atacarse con ventaja y asegurar el éxito de aquella terrible prueba que iban a hacer de sus fuerzas dos naciones rivales y poderosas.
Todo aquel día se pasó en hacer reconocimientos, abrir trincheras y ocupar posiciones.
Por la noche se veía arder hogueras en diferentes puntos de las montañas.
Oíase en uno u otro campo el rumor de las prevenciones, el ruido de los armeros ocupados en bruñir y componer las armas, el de los operarios que erraban los caballos y la voz de los centinelas que pasando de unos a otros mantenía a todos en vigilancia.
El sol del día siguiente pareció darse prisa para salir a contemplar la escena marcial y pintoresca que presentaban los campos de Roncesvalles y así ser testigo de una batalla que había de ser memorable en los anales de España.
En un extremo del valle estaba acampado el ejército de Carlomagno y en el otro había tomado posición el que defendía la causa de don Alfonso.
Veíase brillar los cerros con armas españolas o sas y blanquear toda la llanura con numerosas tiendas de campaña, entre las cuales descollaban de trecho en trecho suntuosos pabellones que denotaban las estancias de los caudillos.
Los capitanes ses habían determinado presentar batalla y los españoles no pensaban rehusarla.
Apenas empezaron los primeros albores del día a dorar las vecinas cumbres se notó un movimiento general entre ambos campamentos.
Saliendo de sus reales con banderas tendidas y sonido de clarines y tambores avanzaron aquellos hasta la mitad del valle y empezaron a ordenar sus haces en el llano.
Cada división venía capitaneada por uno de los doce pares.
La primera que se presentó fue la de Ricarte de Normandía que llevaba por divisa en su bandera la Puente Mantible donde este caudillo había dado una prueba insigne de su valor.
A este le siguió Reinaldos de Montalbán, tan enamorado como valiente.
Venía después Gaiferos, el que gozaba los favores de la bella Melisendra.
Tras de él llegó Oliveros, sobrino del emperador y famoso en batallas de gigantes.
En fin, fueron saliendo al campo los otros paladines y por último se presentó Roldán vencedor en mil batallas y terror del amorisma.
Tenía este héroe fama de invulnerable y solo su nombre valía un ejército.
Sus armas eran un pino desmochado, un hacha de armas que le pendía de las espaldas y una espada llamada Durindana, cuyo temple excedía en finura a un árbol.
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