
Descripción de La bella bestia 2f124w
Un cuento de Marisa Rebolledo Deschamps, Susana Ginesta Gamaza y Yolanda Galindo Tello (Equipo Ágora), publicado en "Siete rompecuentos para siete noches. Guía didáctica para una Educación No Sexista dirigida amadres y padres.". Editado por la Dirección General de la Mujer. Vicepresidencia. Gobierno de Cantabria. Voz (acatarrada, lo siento): Ester Moreno García Música: Dusty Road Magic de Chris Haugen en Biblioteca de Youtube. 1f616t
Este contenido se genera a partir de la locución del audio por lo que puede contener errores.
Había una vez una oruga verde, peluda, babosa y con los ojos saltones.
La verdad es que no era una oruga muy bonita, pero era la oruga más simpática de todo el jardín en el que vivía.
Se llamaba Lola y le encantaban las flores.
Se lo pasaba genial, correteaba entre las flores y jugaba con todos los insectos.
Los saltamontes le enseñaban a saltar, las abejas le enseñaban a recoger polen, con las hormigas jugaba al escondite y las libélulas la llevaban volando de un lugar a otro del jardín, como si fuera en helicóptero.
Era la oruga más fea y más feliz de todo el lugar.
Un buen día empezaron a plantar flores nuevas en el jardín y con las nuevas flores llegaron insectos de otros lugares, que cada vez que veían a la oruga verde, peluda, babosa y con los ojos saltones se reían de ella.
Decían que era la oruga más fea que habían visto jamás.
La pobre oruga empezó a dejar de comer y a dejar de jugar.
Estaba tan triste que lo único que hacía era arrastrarse despacito entre los arbustos más pequeños para camuflarse y que no la vieran llorar.
Uno de esos días tristes empezó a encontrarse extraña.
Decidió acostarse a descansar y dormir y dormir hasta que se le pasase el malestar.
A la mañana siguiente, una mariposa del reino de las maríaposadas la visitó y le dijo Bienvenida a nuestro reino.
Pronto dejarás de ser una fea bestia para ser una bella mariposa.
Nuestra amiga no entendió bien lo que quería decir y continuó con su plácido sueño.
Pasaron dos días y la oruga seguía durmiendo.
Cuando se despertó, fue a lavarse con las gotas de rocío que la noche había dejado sobre ella.
Cuando se vio reflejada en el agua, se pegó un susto enorme.
Casi no se reconocía.
Su cuerpo peludo y baboso había cambiado hasta convertirse en una hermosa mariposa.
Tenía unas alas tan grandes y coloridas que se confundían con los colores del arcoiris.
Su aspecto era totalmente diferente.
Se fue corriendo para que la vieran aquellos insectos que se burlaban de ella, para que vieran lo hermosa que era ahora.
Al verla, todos se quedaron con la boca abierta.
Llamó a los saltamontes para saltar con ellos, pero sus patas ya no le permitían hacerlo como antes.
Llamó a las abejas para recoger polen con ellas, pero sus alas eran tan grandes que se quedaba todo el polen pegado en ellas y era muy difícil limpiarlo después.
Llamó a las hormigas para jugar al escondite, pero era imposible con su tamaño esconderse en el hormiguero.
Llamó entonces a las libélulas para subirse sobre ellas e imaginarse que iba en helicóptero, pero su peso lo impedía, ya que sus alas solo le permitían volar como una mariposa.
Fue entonces cuando echó de menos ser una oruga y se dijo.
Antes yo no era bella, pero no me preocupaba.
Vivía feliz, me arrastraba por las hojas verdes de los árboles y podía jugar con mis amigas y amigos sin temor a mancharme o a perder mis colores.
Quería jugar como lo hacía antes.
Comprendió que la belleza no es nada importante y que tener amigos y amigas para jugar es el mayor tesoro que una oruga puede tener.
Entonces decidió que si era feliz siendo oruga, ahora tenía que aprender a serlo siendo mariposa.
Así que, despreocupándose de su fealdad o belleza, se prometió disfrutar cada día con sus amistades, viviendo y aceptándose tal y como era.
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