Antonio Escohotado y Carlos Moya - Frente al miedo 4d3r3f

¿Cuál es la definición de valentía para ti? Joder, carajo, la definición de valentía...

Una alegría sostenida ante el peligro.

Para una de las cosas que sirve la inteligencia es para disolverla.

La cita de Junker con la que empieza frente al miedo, el código condensado de lo que viene siendo nuestra amistad hace muchísimos años.

Sí, yo te conocí en el despacho de filosofía del derecho, ¿verdad? Claro, claro, y allí nos conocimos.

Es que la universidad era la discoteca, Carlos.

El bar de la facultad era la megadiscoteca mundial.

Realmente, las universidades, la universidad fue la clave estratégica, más todavía que la clase obrera.

Más todavía que la clase obrera.

Para lo de la transición, sí, sí.

Mejor dicho...

Sí, la clase obrera no ha existido nunca más que en la imaginación de unos locos, ¿eh? Bueno, ya se sabe, los colectivos son imaginaciones con muchos suficientes que...

Cuando Escoeta y yo hablamos de que no hemos sido cobardes, de que no hemos tenido miedo...

Obrora la amnesia en gran medida.

Hombre, claro.

O sea, quizá lo que quería decir en términos más generales es que en nuestra generación fuimos de los más audaces.

Yo me considero, desde luego, en ese sentido, sobresaliente.

Exacto.

Me doy un 9,8 en la asignatura.

Y no te creas, bueno, evidentemente ya hemos aclarado que no es porque no tuviéramos conciencia, no porque fuéramos inconscientes, no, no.

Es que había que hacerlo.

Vamos, por otra parte es lo que salía.

Obrar libremente es lo que sale.

Pensarte chantajeado por las circunstancias es típico de victimistas pesados.

Yo en los tiempos de la universidad tenía miedo de muchas cosas.

Le tenía miedo a la potencia tremenda de la familia de mi madre, que eran de la Opus Dei, y mis primos hermanos, con los cuales me veía mucho, y mi tío, del cual dependía en el trabajo, bueno, de alguna manera.

Era el superjefe, era el ministro de la hacienda.

Entonces, temía esa parte, temía defraudar a la parte Opus de mi familia, temía defraudar a la parte anarco, temía defraudarme a mí mismo, temía muchísimas cosas.

O sea, la verdad es que era muy poco consciente en aquella época.

Y quizás, por compensación, tenía un punto de pendenciero.

Que es el que tenía mi padre y el que ha tenido mucho mi querido hijo Román.

O sea, no tanto como ir a un bar a pegarse porque sí, por divertirse, pero tampoco tan distante.

Uno de los vicios más comunes es la temeridad.

La confusión del coraje con la temeridad.

El verdaderamente valiente evita la temeridad.

Y es muy consciente de los peligros.

Si no eres consciente de los peligros, no eres un valiente, ni tampoco un temerario.

Eres un inconsciente, que es todavía peor.

O sea, eres un memo.

Eso no me ha pasado por suerte.

Porque cada vez que me he pegado, normalmente me han ganado.

Y no tienes la autocomplacencia esa derivada del salirte con la tuya de una pendencia.

Solo una vez tuve un marido celoso, un joven celoso, que vino a darme y empezó a darme unas hostias que me dejó unos moretones así.

Hasta que al final conseguí irme, no sé qué, de una forma elegante, un directo de derecha, y el sujeto se cayó.

Yo no me lo podía ni creer.

Fantástico.

Y no me ha vuelto a pasar.

Porque siempre empiezo a darme.

Y no me ha vuelto a pasar.

Porque siempre empiezo a darme.