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El contador de historias
Ana y su fantasma

Ana y su fantasma 1f67w

18/4/2025 · 15:05
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El contador de historias

Descripción de Ana y su fantasma 3u2i4z

Relato de Simón Blasco Perales, extraído de la antología Historias de amor, de la editorial Nexo. 3i4p24

Lee el podcast de Ana y su fantasma

Este contenido se genera a partir de la locución del audio por lo que puede contener errores.

Bienvenidos a El contador de historias, en esta ocasión os traigo una muy especial, de un amor muy extraño, tan extraño que trasciende la muerte, así que sin más dilación os dejo con el relato.

Ana es su fantasma por Simón Blasco Perales ¿Se puede estar enamorado de un fantasma? Esta pregunta se realizaba desde hacía algo más de un mes el doctor Sánchez, y esta pregunta la hacía Ana, una de sus pacientes más jóvenes, llevaba visitándole exactamente algo más de un mes.

Cuando la joven llegó a la consulta de Sánchez no despertó en éste ninguna curiosidad, una paciente más benso.

En la primera visita charlaron animadamente sobre la vida, como dos amigos los cuales hacía tiempo que no se veían.

La niñez, la joven apenas había cumplido los 20 años, la adolescencia, la familia, los estudios, Ana se estaba preparando para ser policía local, su padre lo era y su abuela había sido guardia civil.

Venía de familia de leyes en el sentido práctico de la palabra, a ella le gustaba definir así la situación.

Su labor en la vida era hacer cumplir la ley, pero no como los abogados que lo veían todo desde la comodidad de sus despachos y de los juzgados, a pie de calle, como los soldados de infantería que están en primera línea del frente.

En seis meses iban a realizarse las primeras oposiciones para el cuerpo a las que ella podría presentarse y una de las pruebas consistía en un examen psicotécnico, por lo que por iniciativa propia quiso acudir a la consulta del doctor Sánchez.

Su padre le dijo que aquello era una tontería, que en el examen psicotécnico se contestaba lo que el jurado quería leer y ya estaba.

Eso a ella no le sirvió, el padre achacó ese deseo de ir al psicólogo, a las modas actuales y a la televisión.

Tantos programas de telebasura no podían dejar bien el cerebro de la juventud, que si la máquina de la verdad, que si famosillos de medio pelo jugando a ser jueces, denunciando a otros famosillos cuyo único objetivo en la vida era salir en la tele y ganar unos cuartos para terminar prostituyendo su vida privada cuando ya nadie quería saber de ellos, en fin, si era lo que ella quería, pues adelante.

Las visitas de Ana al psicólogo eran dos veces al mes.

Su padre le comentó que fuese al psiquiatra de la seguridad social, pero Ana no le contestó.

Necesitaba hablar con un profesional, no que la atiburrasen a pastillas.

Era la segunda mañana que recibía la visita de Ana.

En la primera no salió el tema del amor.

Al médico le parecía un tema algo personal para tratar en la primera cita y además, con mil de años, pensó que tampoco debía de tener su paciente una vida amorosa mil extensa.

En la segunda cita él mismo sacó el tema.

Mi amor, ¿es que tal Ana?, preguntó sin mostrar más curiosidad que la de su profesión.

Por eso quería hablar con usted, contestó la joven mientras se tumbaba en el diván.

El doctor, ha empezado fuerte hoy, pensó.

Pues cuéntame lo que necesites, le dijo mostrando una leve sonrisa por la que intentaba empatizar con ella sin llegar a familiarizarse más allá de lo justo y necesario.

No era normal que tuviese pacientes tan jóvenes, y aunque él era feliz con su pareja, no podía evitar sentirse atraído por una chica tan joven y bella.

Esto es muy fuerte, doctor, dijo la chica alargando la respuesta o quizás preparando al psicólogo para lo que le iba a decir.

Si ella decía que era un tema fuerte es que debía de serlo.

Verá, creo que estoy enamorada de un fantasma.

El psicólogo se la quedó mirando sin saber si tomar la broma o en serio.

Desconocía si con fantasma se refería a la actitud de alguna persona o algún tipo de personaje inventado por la chica.

Una chica que quería presentarse a policía local, recapacitó.

A ver, Ana, respondió el hombre, ¿a qué te refieres con eso? El médico se echó hacia atrás en su sillón, apoyándose sobre las patas traseras como si quisiera mantener todavía más la distancia con su paciente.

¿A qué te refieres con la palabra fantasma? A eso, susurró la joven, bajando la mirada en dirección a sus pies.

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