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Meditaciones diarias
1918. Ocho rayos de luz (EDITADA)

1918. Ocho rayos de luz (EDITADA) 5tj2k

10/6/2025 · 30:14
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Meditaciones diarias

Descripción de 1918. Ocho rayos de luz (EDITADA) 67201i

Meditación sobre las Bienaventuranzas y el Evangelio de la misa de hoy, martes de la X semana del Tiempo Ordinario. Jesús nos dice: vosotros sois la sal de la tierra, vosotros sois la luz del mundo. Ser luz es iluminar y dar calor, infundir ánimo y ahuyentar el temor. ¿Y como damos luz? Viviendo las Bienaventuranzas, una a una. ¿Quieres anunciarte en este podcast? Hazlo con advoices.com/podcast/ivoox/874295 6f65p

Lee el podcast de 1918. Ocho rayos de luz (EDITADA)

Este contenido se genera a partir de la locución del audio por lo que puede contener errores.

Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos, líbranos Señor Dios nuestro, en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Señor mío y Dios mío, creo firmemente que estás aquí, que me ves, que me oyes, te adoro con profunda reverencia, te pido perdón de mis pecados y gracia para hacer con fruto este rato de oración. Madre mía inmaculada, San José mi Padre y Señor, ángel de mi guarda, intercede por mí. El evangelio de la misa de hoy es continuación del que leímos ayer, de las bienaventuranzas.

Justo después, en aquel discurso de la montaña, del monte, nuestro Señor dice las palabras que recoge, ya digo, el evangelio de hoy que son éstas. Vosotros sois la sal de la tierra. Imaginaros, ¿no? Antes nos ha dicho bienaventurados vosotros, con dos persian, tal, tal, tal. Sigue. Vosotros sois la sal de la tierra, pero si la sal se vuelve sosa, ¿con qué la salarán? No sirve más que para tirarla fuera y que la pise la gente.

Son unas palabras que tú Señor nos dices con pena. Vosotros sois lo que da sabor al mundo, pero si vosotros os hacéis osos, si perdéis vuestra chispa de cristianos, vuestra gracia, ¿quién hará el papel de la sal? ¿Y para qué serviréis? Sigue con una segunda metáfora el Señor. Vosotros sois la luz del mundo.

No se puede ocultar una ciudad puesta en lo alto de un monte. Tampoco se enciende una lámpara para meterla debajo del celemín, que era como un recipiente de semillas, sino para ponerla en el candelario y que alumbre a todos los de casa. Brille así vuestra luz ante los hombres para que vean vuestras buenas obras y den gloria a vuestro Padre que está en los cielos.

Nosotros, según nos dice el Señor, somos sal y somos luz.

Tanto la sal como la luz son cosas que sirven para los demás.

Nuestro ser, nos está diciendo Jesús, es ser para los demás. No es un ser para disfrutarlo en nuestro propio provecho y salvarnos individualmente.

Nosotros somos para los demás, como tú Jesús, precisamente, que tu ser era un ser con el Padre y en el Padre y para los demás.

Pues nosotros igual. La sal sirve para hacer los alimentos más sabrosos, para conservarlos, para curar heridas. Si nosotros somos sal del mundo, quiere decir que hemos de dar sabor cristiano al mundo para que sea más sabroso, más cristiano. Podemos hacer la vida más grata a los demás con nuestra presencia si mantenemos la cualidad de la sal. Podemos preservar de la corrupción a la sociedad en la que estamos y a la que amamos con todas sus cosas fantásticas.

Podemos curar las heridas a los que nos rodean o al menos podemos dar consuelo.

Todo eso es ser sal y ahora somos luz, nos dice el Señor también. La luz sirve para iluminar y para dar calor. De alguna manera, la luz hay que retroceder a que en los tiempos de nuestro Señor, donde no había luz eléctrica, cuando se ponía la luz del sol, ya está, se acabó, no se podía trabajar, uno estaba expuesto a los peligros de salteadores en los caminos o de alguna limaña o algún depredador, ¿verdad?, al que no podían ver.

Bueno, pues la luz sirve también para infundir ánimo y ahuyentar el temor.

Y nosotros, que somos luz del mundo, según nos dices tú, Señor, podemos evitar las tinieblas de una vida sin sentido, por ejemplo, podemos iluminar los caminos que conducen a los hombres a una vida feliz, podemos confortar, dar calor a los corazones de los demás para hacerles sentir que no están solos, que son queridos, que son valorados, independientemente de lo que rindan, que cada vida merece la pena, que Dios les ama porque a través de nuestro amor les llega ese amor de Dios. ¡Qué grandeza! ¡Qué vocación tan maravillosa tenemos la de los cristianos! La vida no está para ser feliz solamente, está para ser sal y para ser luz, para vivirla con sentido, para hacer el mundo mejor y calentar los corazones de tantas personas.

Por eso, a veces me gusta, se lo digo a las niñas del colegio muchas veces,

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